Iglesia Católica
Francisco: «La Iglesia debe proteger la unidad del matrimonio»
Francisco ha lamentado durante la misa de apertura del Sínodo de la Familia que el amor «duradero, fiel y fértil sea cada vez más objeto de burla».
El Sínodo sobre la familia ya ha comenzado. La asamblea de obispos para analizar las situaciones más difíciles que afronta la institución familiar en la actualidad y cómo la Iglesia católica responde a estas realidades echó ayer a andar con la misa que presidió el Papa Francisco en la basílica de San Pedro del Vaticano. El Pontífice centró su homilía en el matrimonio: defendió su indisolubilidad y recordó que tiene como objetivo que los cónyuges «vivan juntos» y que se amen «para siempre».
En la solemne ceremonia en la que participaron los 270 padres sinodales que forman parte de la asamblea, Jorge Mario Bergoglio afrontó sin ambages el temor de algunos sectores eclesiásticos de que estas tres semanas de discusiones amenacen la doctrina católica relativa a la familia. Subrayó que la Iglesia está llamada a vivir su misión siguiendo la «fidelidad a su maestro», por lo que debe «defender el amor fiel y animar a las numerosísimas familias que viven su matrimonio como un espacio en el cual se manifiesta el amor divino». Tiene además que proteger «la sacralidad de toda vida» y la «unidad e indisolubilidad del vínculo conyugal», al que considera un «signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio».
Francisco aprovechó las lecturas bíblicas, que ayer hablaban sobre la soledad, la familia y el amor entre el hombre y la mujer, para analizar cómo se ve en la sociedad contemporánea el matrimonio. Dijo que éste no es «una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su criatura estará destinada a la soledad». Pese al «miedo» a unirse a otra persona en una relación comprometida y a que con frecuencia se «ridiculiza este plan», el hombre sigue estando «atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo». Las personas pierden la cabeza por «los amores temporales», aunque en su interior «sueñan con el amor auténtico». «El hombre de hoy», aseguró Francisco, «corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total».
En su análisis de la situación de la familia, el Papa puso el dedo en su homilía sobre uno de los grandes problemas de las sociedades occidentales de hoy: la soledad. Lamentó que cada vez haya más personas que vivan «encerradas en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero». Muchos sufren un «vacío en el corazón» que ni los placeres ni la libertad colman. Tampoco lo consiguen tapar las casas de lujo, los proyectos ambiciosos ni los medios de diversión. «Cada vez hay menos calor de hogar y de familia», advirtió.
Víctimas
Entre las víctimas de esta crisis de la institución familiar el Papa enumeró: los ancianos, algunos de ellos «abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos»; los viudos y viudas; aquellos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; los incomprendidos; los emigrantes y los refugiados, y los jóvenes. Todos estos colectivos, que tan presentes tiene Francisco en sus alocuciones, sufren «la cultura del consumo, del usar y tirar» y «la cultura del descarte».
El escenario que el Pontífice describió es representativo del momento en que vivimos, en el que el poder va acompañado de soledad y vulnerabilidad. «La familia es su imagen». Como consecuencia se actúa cada vez «con menos seriedad» a la hora de llevar adelante una relación sólida y fecunda en el amor. «El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social», dijo, en una clara crítica a Occidente.
La Iglesia no puede cruzarse de brazos ante esta realidad. Debe tratar de «proteger» al hombre y a la mujer de «las tentaciones de autorreferencialidad» para evitar que transformen «el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en vínculo temporal». Tiene que desempeñar esta tarea sin «señalar con el dedo para juzgar a los demás», pues su naturaleza es la de ser madre. «Se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia», dijo Francisco, recordando una vez más que la Iglesia tiene que convertirse en un «hospital de campo, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo». Al mismo tiempo, ha de salir «del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de la salvación».
Si no sigue estos consejos y mantiene sus puertas cerradas, la Iglesia se traiciona a sí misma y a su misión, «y en vez de ser puente se convierte en barrera», advirtió el Papa, quien concluyó su homilía pidiéndole al Señor que «nos acompañe en el Sínodo y que guíe a su Iglesia».
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