La renuncia de Benedicto XVI

Gracias, Santidad

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Su Santidad el Papa Benedicto XVI ha anunciado solemnemente su renuncia al ministerio petrino manifestando haber tomado dicha decisión «después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia» y señalando que «el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado».

La renuncia de un Papa es una decisión tan excepcional, que en los más de dos milenios de la historia de la Iglesia sólo había sido adoptada anteriormente por cuatro Papas.

Que el Papa haya querido escoger la fecha del 11 de febrero para anunciar su renuncia no es casual: es un signo en el que muy probablemente Benedicto XVI ha querido llamarnos la atención sobre dos hechos cruciales en la historia reciente de la Iglesia católica: por una parte, el aniversario de la firma de los Acuerdos Lateranenses, el 11 de febrero de 1929, por los que Italia reconoció la independencia y soberanía de la Santa Sede y plasmó las relaciones Estado-Iglesia en la frase «Iglesia libre en Estado libre»; y por otra, el aniversario de la aparición de la Virgen el 11 de febrero de 1858 en Lourdes, que ha convertido a este santuario en el lugar de la Iglesia católica que acoge un mayor número de peregrinos, venidos de todas las partes del mundo y no únicamente católicos, sino de otras confesiones religiosas, incluidos judíos y musulmanes.

El hecho de renunciar ahora, en el mes de febrero, da tiempo al nuevo Papa que salga elegido para preparar su puesta de largo en las JMJ de Río de Janeiro, como fueron para Benedicto XVI las JMJ de Colonia –cuatro meses después de su elección–, en las que el mundo contempló a un Papa aparentemente no tan carismático como nuestro querido y recordado Juan Pablo II, pero un Papa, Benedicto XVI, que supo conectar también con los jóvenes, quienes le escuchaban en silencio alabando la claridad y la concisión de sus mensajes. Baste apuntar el éxito que últimamente tienen sus «tuits».

Personalmente, me ha cabido el honor de ser recibido en audiencia por Su Santidad el pasado miércoles 6 de febrero, cuando encabecé la delegación de la Guardia Civil con ocasión del centenario del Patronazgo de la Virgen del Pilar sobre la Benemérita. Le transmití los saludos de parte de Su Majestad el Rey y del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y le agradecí los viajes que ha hecho a España –a Valencia el 8 y 9 de julio de 2006 para presidir el V Encuentro Mundial de las Familias, a Santiago de Compostela con motivo del Año Santo Compostelano y a Barcelona un día después para consagrar el templo de la Sagrada Familia de Gaudí, el 6 y 7 de noviembre de 2010, y a Madrid durante la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud, los días 18 a 21 de agosto de 2011–, lo que hacen de España el país más visitado por Benedicto XVI junto con su natal Alemania. Su Santidad se despidió de nuestra delegación con cariño diciendo que «quiere mucho a España» y que «nos tiene muy presentes».

Nunca olvidaremos a Benedicto XVI, un Papa que ha invitado permanentemente a la Humanidad a buscar «la Verdad que no es una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha venido entre los hombres», tal como recordó con sus primeras palabras –pronunciadas en francés– en el acto de acogida de los jóvenes el 18 de agosto de 2011 en la Plaza de la Cibeles.

Debo decir que a mí, de manera especial, siempre me ha impresionado cómo Benedicto XVI aúna sabiduría y humildad en una persona de su talla intelectual, así como la firme defensa de hacer compatibles la razón y la fe en un mundo secularizado.

Todos recordamos alguna frase de los Papas, como el «¡No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo!» de Juan Pablo II. De Benedicto XVI justo es recordar por los españoles las que pronunció ese mismo día, 18 de agosto de 2011, en su primer discurso, en el aeropuerto de Barajas ante Sus Majestades los Reyes, cuando,después de decirnos «¡Que nada ni nadie os quite la paz! ¡No os avergoncéis del Señor!», añadió unas palabras de plena actualidad: «Aunque actualmente hay motivos de preocupación, mayor es el afán de superación de los españoles con ese dinamismo que los caracteriza, y a lo que tanto contribuyen sus hondas raíces cristianas, muy fecundas a lo largo de los siglos». Por todo ello, gracias Santidad.