El sucesor de Benedicto XVI

La «suite» 201 espera al nuevo Papa

Un sorteo repartirá las estancias entre los cardenales, que dormirán en Santa Marta durante el cónclave

La Razón
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El futuro de la Iglesia católica se gestará entre los muros de la residencia o casa de Santa Marta, un edificio construido en 1996 por orden de Juan Pablo II que los cardenales ocuparán durante los días que dure el cónclave y en el que los purpurados electores madurarán la elección del nuevo Papa. Son muchas las cuestiones que deben estudiar y madurar antes de acudir, a pie o en autobús, a la Capilla Sixtina –ubicada a un kilómetro de Santa Marta– a depositar su voto. Para ello, los purpurados dispondrán de las comodidades de las 129 habitaciones de la residencia, de las que 106 son «suites», 22 habitaciones dobles y un apartamento. La asignación del número de estancia se realizará por sorteo durante las próximas congregaciones generales. La «suite» 201 no podrá ser ocupada por nadie hasta que finalice la elección, porque es la reservada para el nuevo Sumo Pontífice, que se alojará en ella hasta que se retire el precinto de los apartamentos papales.

Repartidos en las cuatro plantas del edificio, los cardenales se alojarán en solitario, para que puedan meditar y su elección no se vea contaminada por la influencia de terceros. Cada una de las habitaciones dispone de un amplio cuarto de baño, un estudio y una librería. A pesar de que son de apariencia austera, los suelos son de mármol y de parqué, las puertas de maderas nobles y las camas, mesas y sillones son de época, pero mantienen su belleza original a pesar del paso de los años.

Dentro de la austeridad, las paredes blancas están salpicadas por representaciones pictóricas de Cristo, la Virgen María o de San Pedro. Juan Pablo II está muy presente en todo el edificio, en el que se pueden ver varias estatuas del «Papa bueno».

Capilla, salones y comedor

Uno de los lugares más concurridos será la capilla, un espacio muy luminoso presidido por un gran crucifijo de madera. También habrá mucho tránsito en los numerosos salones, en los que los «príncipes de la Iglesia» podrán intercambiar sus impresiones. La hora de las comidas también será un momento importante, ya que en el amplio comedor los electores podrán debatir con los seis compañeros que los acompañarán en la mesa mientras degustan un plato de pasta, que no puede faltar en una mesa romana, y un plato principal a base de carne, pollo o pescado. Para beber, se servirá Frascatti, un vino cosechado en una zona cercana a Roma.

Estos encuentros serán los únicos momentos en los que podrán intercambiar información, porque que atraviesen el umbral de la puerta de Santa Marta quedarán aislados del exterior. Por ello, está prohibida cualquier comunicación con el exterior y con personas ajenas al cónclave. De igual manera, queda suspendida la correspondencia y se ha procedido a la retirada de radios, teléfonos, televisores y cualquier dispositivo electrónico de comunicación. Además, para extremar precauciones se han realizado varias inspecciones en busca de cualquier dispositivo de transmisión de la información que pudiera romper con el secreto necesario para el cónclave.

Es la segunda vez que el cónclave se celebra en dos lugares diferentes de El Vaticano –hasta la muerte de Juan Pablo II se desarrollaban íntegramente en la Capilla Sixtina– y también la segunda ocasión en que los purpurados tendrán intimidad. De hecho, hasta 1996 debían compartir habitaciones, separadas por mamparas sin duchas y con las ventanas selladas, lo que suponía un tormento para los «príncipes de la Iglesia» de mayor edad. Para cubrir sus necesidades básicas, contaban con un orinal, que los asistentes vaciaban a la mañana siguiente en los pocos aseos comunes, que eran compartidos por diez cardenales.

Problemas de salud

La reconversión de Santa Marta llegó después de que Juan Pablo II viviera en sus propias carnes las incomodidades de los cónclaves en dos ocasiones. Así, un joven Karol Wojtila compartió baño con numerosos purpurados y comprobó los problemas que tenían los cardenales enfermos para recuperarse en esas condiciones.

Precisamente la recuperación de enfermos era la ocupación inicial del edificio un hospicio instituido por Leon XIII en 1891 para tratar a los enfermos del cólera que asoló Italia. Durante la II Guerra Mundial, sirvió para acoger a prófugos, hebreos y a los embajadores de los países que habían roto relaciones diplomáticas con Italia.

Ventanas tapiadas y comidas en la Sixtina

El periodo de elección de un nuevo Papa ha cambiado mucho desde que Juan Pablo II ordenara la instauración de la casa de Santa Marta como lugar de alojamiento para los cardenales. Antiguamente, los purpurados se instalaban en el Palacio Apostólico, un edificio en el que era muy complicado lograr la intimidad y el descanso necesarios para afrontar las votaciones del día siguiente. De hecho, los «príncipes de la Iglesia» estaban obligados a dormir en habitaciones separadas por mamparas, en las que no había duchas ni baños y con las ventanas selladas para impedir cualquier comunicación con el exterior. Para salvaguardar el secreto, las comidas y las cenas se servían en la misma Capilla Sixtina, de la que sólo salían para ir a dormir. En el siglo XIII se llegó a suspender la alimentación para obligar a los cardenales a tomar una decisión. Entonces, la sede vacante duró tres años, la más larga de la historia.

Bajo el control del cardenal camarlengo

Según la legislación vaticana, además de los cardenales electores, podrán acceder a Santa Marta y al cónclave otras personas cuya presencia es importante para la buena marcha de los trabajos, como el Secretario del Colegio Cardenalicio, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, los ceremonieros, algunos religiosos de varias lenguas para las confesiones, el personal que se ocupa del comedor y la limpieza y también dos médicos para eventuales emergencias. Todos ellos deberán recibir la aprobación del cardenal camarlengo y de los tres miembros de las congregaciones particulares. Habitualmente, la residencia está gestionada por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl –una de las congregaciones religiosas femeninas más numerosas del mundo–, que desde el inicio de la sede vacante abandonaron el edificio para que los cardenales y sus asistentes se instalaran en sus estancias. Normalmente, Santa Marta es lugar de residencia habitual para cardenales, personalidades y prelados que visitan El Vaticano.