Francisco, nuevo Papa
Los jesuitas nunca se rinden
Perseguida, suprimida y resurgida, la Compañía de Jesús no ha dejado de ejercer su influencia desde el siglo XV
Fueron perseguidos, expulsados e incluso suprimidos. Y en el peor de los casos, martirizados. Despertaron el recelo de coronas y gobiernos. Inspiraron temor y respeto a partes iguales entre los más autoritarios. Y, sin embargo, siguen en pie. Hasta el punto que uno de los herederos de San Ignacio de Loyola, Jorge Mario Bergoglio, ha sido elegido para llevar el timón de la barca de San Pedro. Las páginas escritas por los jesuitas albergan algunos de los capítulos más activistas de la Iglesia. Pero ¿dónde reside el poder de la Compañía de Jesús? Desde que fuera fundada en el siglo XVI por el soldado vasco Ignacio de Loyola, su esencia se ha mostrado inalterable desde entonces: espiritualidad, servicio de la fe y la justicia, esencia misionera, entrega a los problemas de los demás... O, como afirma el historiador y jesuita Fernando García de Cortázar, «abaratamiento del cielo y accesibilidad de Dios». Sin olvidar que estamos ante «la mayor contribución de España a la cultura, dados sus orígenes hispanos».
La más numerosa
«Desde el primer momento, a nadie dejaron indiferentes: sus polémicas con los dominicos, sus tensiones con el poder político fruto de su deseo de "vivir en el siglo", de "mojarse", retratan una orden que pelea en todos los frentes de la actividad pública», explica a LA RAZÓN. No en vano, «fue tanta su influencia ya desde el primer siglo de su nacimiento que no debe extrañarnos que su actividad viniera acompañada de desconfianza u hostilidad de los poderes reinantes», añade. Así, «jesuitismo y antijesuitismo convivieron» desde el nacimiento de la orden. Y, «frente a la huida del mundo preconizada por las demás congregaciones, invita a sus componentes a comprometerse con los problemas y angustias de sus contemporáneos». Así, la congregación «conjuga la afirmación de identidades culturales autóctonas con su gran vocación de universalidad».
«Entregarse al servicio de la fe y de la justicia no se plantea en abstracto, sino como algo que se dirige muy concretamente a la persona. Esto ha hecho que a lo largo de la historia tantos jesuitas e iniciativas de la Compañía hayan actuado sin que los frenara el choque con, por ejemplo, los sistemas políticos», opina José Luis Sánchez-Girón, adjunto de la Facultad de Derecho Canónico de la Facultad Pontificia de Comillas.
A día de hoy, la Compañía es la orden más numerosa de toda la Iglesia católica. Extendida a lo largo de 127 países, cuenta con 17.637 jesuitas repartidos por nueve áreas geográficas. El padre general de la Compañía –conocido como el «Papa negro»–, en la actualidad el español Adolfo Nicolás, es la instancia superior, ejerciendo su autoridad sobre los padres provinciales. ¿Su misión? Realizar «apostolados» que van desde la educación al mundo misionero, pasando por el social, teológico, universitario y, por supuesto, el concerniente a los ejercicios espirituales ignacianos. Más de 4.000 centros educativos, 324 centros sociales, 207 universidades, 35.000 asociaciones de laicos... Sólo en España, se citan cerca de 1.300 jesuitas y cuentan con 68 centros educativos.
«Desde sus orígenes, toda una pléyade de pensadores y hombres de acción comparten el pragmatismo y la eficacia de la sociedad burguesa que ya se vislumbra; de ahí que su teología de las obras asustara a los que ponían todo su acento en la omnipresencia de la fe y la lejanía de un Dios que justifica sin el concurso del hombre», afirma García de Cortázar. Así, su influencia se ha hecho notar a lo largo de los siglos en todas las esferas de la sociedad. Para Sánchez-Girón, el poder que atesoran los jesuitas puede partir de la «cuidadosa preparación» que han recibido y que, a su vez, han impartido. La sabiduría que han recibido no la han utilizado para el «beneficio personal, sino para el bien de muchos». ¿Entre los beneficiados se encuentran aquellos que ocupan puestos de alta responsabilidad pública y gran visibilidad social? «También en estos casos», dice Sánchez-Girón. Pero por encima de todo, el «efecto multiplicador en los contextos que pasan desapercibidos es igualmente importante y objeto de atención». Esta «multiplicación» vendría a ser «el fruto de su dedicación y sus trabajos».
Como recuerda Sánchez-Girón, en la historia ha habido momentos problemáticos con el Papado. Ahí está la supresión de la Compañía por el Papa Clemente XIV, si bien fue restaurada por Pío VII. Sin embargo, la orden cuenta con una peculiaridad. A los votos de obediencia, pobreza y castidad, se suma uno más: la especial obediencia al Papa. El «cuarto voto». «Está en la base de que la Compañía, como tal, se disponga a realizar cualquier cometido que le encargue el Papa de manera específica», afirma el profesor. Por ello, si bien «la misión o cometido concreto que se encarga a cada jesuita es responsabilidad de sus superiores», la vocación de la Compañía «plantea vivir a través de esta misión el contenido del cuarto voto».
Francisco es el primer Pontífice jesuita de la historia. ¿Cambiará en algo la situación de la Compañía? «No debe ser objeto de especial preocupación», dice Sánchez-Girón. «No tenemos ningún precedente en el que poder apoyar las especulaciones en torno a este tema», añade. ¿Más atención mediática? «Es posible por un tiempo», responde. Así lo ve Guillermo Rodríguez Izquierdo, superior provincial de los jesuitas en la provincia Bética: «Lo importante es que sea cercano a las nuevas iglesias que se encuentran en continentes como Asia, llenas de vida, autóctonas, y que ya no son países de misión. La Compañía de Jesús lo va a sentir cercano. Pero Francisco es de toda la Iglesia».
«Una vida entregada por entero al servicio»
El padre general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, envió una carta al Papa Francisco nada más conocer su elección como nuevo Sumo Pontífice, ya que se trataba del primer jesuita que accede al Pontificado. Además de tener un encuentro personal en el Vaticano, el Papa Francisco le respondió y el sábado se pudo conocer el contenido de la contestación de Francisco que rezaba así: «Le agradezco cordialmente esta muestra de aprecio y cercanía, a la que correspondo complacido, pidiendo al Señor que ilumine y acompañe a todos los jesuitas con el testimonio de una vida enteramente entregada al servicio de la Iglesia, Esposa de Cristo, buscando infatigablemente la gloria de Dios y el bien de las almas».
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