Roma
Los trapos sucios
El cónclave ha comenzado. Ha estado precedido, como es habitual, por la Misa pro eligendo Pontífice, que ha sido presidida por el cardenal decano, Angelo Sodano, y concelebrada por todos los cardenales presentes en Roma, electores y no electores. En 2005, en el anterior cónclave, el decano era el cardenal Ratzinger y fue a él a quien le correspondió presidir esa misa y, por lo tanto, pronunciar la homilía. En aquella ocasión ya se rumoreaba con insistencia en la posibilidad de que Ratzinger fuera elegido Papa y aunque la práctica totalidad de los «vaticanistas» lo descartara –debido a la edad que tenía, 78 años, resultó al final el elegido. Por si acaso, el cardenal Ratzinger quiso dejar claro ante sus colegas cuál iba a ser su línea de gobierno, en caso de que optaran por su candidatura. En la homilía de la Misa pro eligendo Pontífice habló de lo que consideraba prioritario para la Iglesia: hacer frente a la «dictadura del relativismo» y limpiar la Iglesia para que su mensaje no pudiera ser desvirtuado por el mal ejemplo de algunos, de sus pastores. No se puede decir, a la vista de lo que ha sucedido en estos ocho años, que Ratzinger no intentara cumplir lo prometido, en ambos aspectos.
Pero entonces, en 2005, la disyuntiva en la elección se planteó entre la derecha (Ratzinger) y el centro izquierda (Martini). El entonces cardenal de Milán fue proponiendo nombres como rivales a Ratzinger en los días previos al cónclave, hasta que a última hora planteó la candidatura de un compañero de institución, jesuita como él, el cardenal Bergoglio, el cual por otro lado no era precisamente de centro izquierda. Pero tanto miedo le tenían a Ratzinger los progresistas que preferían lo que fuera antes que a él, incluso alguien que también era de derechas. Se esperaba con impaciencia la homilía de Sodano. Aunque él no está en las quinielas –no es elector y no está en el interior de la Capilla Sixtina–, ha sido un «gran elector» y ha apostado fuerte por la candidatura del cardenal Scherer, de Sao Paulo. Quizá para la mayoría de los analistas, la homilía de Sodano haya sido «plana», pero en realidad ha sido muy inteligente y ha ido dirigida a golpear la sensibilidad de los cardenales en un punto crítico. Porque de lo que ahora se trata no es de la disyuntiva progresismo-conservadurismo, sino de si se sigue hasta el fondo la limpieza de la Iglesia o se echa una capa de silencio por encima de una parte de la basura. Por eso Sodano ha hablado de misericordia –la verdadera palabra clave de su mensaje–. Es decir, para él no se puede pedir a los obispos que se conviertan en denunciantes de sus sacerdotes –salvo casos excepcionales como la pederastia– porque lo mejor es aplicar aquello de que los trapos sucios se lavan dentro de casa. Ahí, en este punto, es donde se va a dirimir la sucesión de Benedicto XVI. El resultado lo sabremos pronto.
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