Francisco, nuevo Papa
«Si has estado alejado de Jesús: da un paso, te acogerá»
En su primera Vigilia Pascual como Pontífice, invitó a no creyentes a acercarse al Resucitado: «Acepta arriesgar, no quedarás decepcionado»
El Papa Francisco vivió anoche uno de los grandes momentos de la Semana Santa y también de todo el año litúrgico, la Vigila Pascual, la ceremonia en que se recuerda la victoria sobre la muerte de Jesucristo. En la basílica de San Pedro del Vaticano y ante miles de fieles, el Papa presidió una misa más breve y sencilla que en años anteriores, concelebrada por los cardenales presentes en Roma.
La celebración, que supone el cúlmen del Triduo pascual, tuvo como símbolos principales la luz, que representaba a Cristo, y el agua. La primera venía del cirio pascual que encendió el Papa. A continuación, la llama fue pasando a todos los presentes en la basílica. El agua era la que se utilizó para bautizar a los neófitos, los nuevos miembros de la Iglesia. Tras la liturgia de la Palabra y antes del bautismo y de la eucaristía, el obispo de Roma pronunció su homilía, en la que profundizó sobre el significado que tenía para los católicos de hoy la lectura que se acababa de realizar del pasaje del Evangelio de San Lucas donde se cuenta cómo las mujeres descubrieron el sepulcro vacío de Jesucristo.
Recordando el impacto que causó en aquellas mujeres no encontrar el cuerpo sin vida de Jesús, Francisco subrayó que «la novedad» asusta al hombre y a la mujer, incluso aquella que Dios «nos trae y nos pide». «Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre». A los fieles, comentó, les pasa lo mismo que les ocurrió a los propios apóstoles: «Muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado».
No hay que quedarse sólo en este recuerdo y en la seguridad aparente, no hay que «cerrarse a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas». Aunque haya ocasiones en las que a los católicos el «peso de sus pecados», el «cansancio», la «decepción» o la «tristeza» les hacen más difícil abrir las puertas a Jesús, deben superar estos impedimentos y «no encerrarse» en ellos mismos. «No perdamos la confianza; nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él», dijo Francisco, ahondando una vez más en la fuerza de la misericordia de Dios, para él uno de los puntos principales de la fe cristiana.
En una homilía, estructurada en tres puntos, como acostumbraba a hacer Jorge Mario Bergoglio en sus quince años como arzobispo de Buenos Aires y como también está haciendo en sus primeros compases como obispo de Roma, la segunda parte estuvo dedicada a explicar el significado de la resurrección de Jesucristo. «La novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y éste es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano».
Los problemas de la vida tienden a que las personas «nos encerremos en nosotros mismos y es ahí donde está la muerte», advirtió el primer Papa latinoamericano, invitando a las personas a que acepten a Jesús «como un amigo, con confianza», pues Él «es la vida». Con una gran capacidad comunicativa y utilizando frases cortas que eran estupendos eslóganes para la nueva evangelización, dijo a continuación: «Si hasta ahora has estado lejos de Él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos». Ésa era la cita para los alejados. Luego dijo la destinada a aquellos que se han olvidado de ser cristianos: «Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado». Y, para terminar, dedicó un sentencia a los que no se sienten con fuerzas para creer: «Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en Él; ten la seguridad de que Él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como Él quiere».
En el último punto de su homilía, el Papa invitó a «hacer memoria de lo que Dios ha hecho por nosotros», pues al rememorar el «camino recorrido» se abre el corazón «de par en par a la esperanza para el futuro». «Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas», dijo. Para terminar, rogó a Dios que haga partícipes a los hombres de su resurrección, para que «nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y en la del mundo».
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