La sucesión de Benedicto XVI
«Soy un simple peregrino»
«Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia católica; hasta las ocho aún lo seré, luego ya no», apuntaba Benedicto XVI ante miles de personas.
«Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia católica; hasta las ocho aún lo seré, luego ya no», apuntaba Benedicto XVI ante miles de personas que le esperaban en la plaza principal de la localidad romana de Castel Gandolfo, a unos 45 minutos en tren de la capital italiana. El Santo Padre, sin embargo, llegó en sólo media hora. Un helicóptero le recogió en el Vaticano. Entre aplausos, lloros y gritos de «¡Gracias!», el que hasta ahora ha guiado a los millones de católicos de todo el mundo, se despedía: «Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinación en esta tierra», aclaraba para insistir en su retiro total.
«El Papa nos ha dado otra lección: nos ha hecho mirar al cielo para que dejemos de pensar siempre en lo terrenal». Éste es el último aprendizaje que se lleva Gonzalo Moreno, un sacerdote madrileño que, «por mi cumpleaños me he regalado este viaje, quería darle las gracias a Benedicto». A pesar de su escasa estatura, consiguió colocarse a las puertas del Palacio Apostólico. No era el único que acudía temprano, a coger sitio en la plaza central del pueblo, en la que se encuentra la residencia de verano del Papa y el lugar que ha escogido el Santo Padre para pronunciar sus últimas palabras como guía de la Iglesia. Aunque se retire, «él no nos abandona, por eso venimos a decirle que le queremos mucho y que su humildad va a ser nuestro mejor recuerdo», afirman las hermanas clarisas Cecilia y Berta, que portan una gran pancarta y que reconocen que «le vemos cansado». «Me siento muy apoyado por vuestra simpatía», respondería Benedicto XVI dos horas después, a las 17:35 de la tarde, alzando los brazos para intentar abarcar a todas las personas presentes.
Acontecimiento histórico
Castel Gandolfo, situado en una colina entre dos lagos, no cuenta con más de 8.500 habitantes y, en la «plaza sólo caben 4.000», explica uno de los camareros del bar más cercano a la residencia papal. Sin embargo, el alcalde del pueblo afirma a varios medios que esperan unos 10.000 peregrinos. Y no va desencaminado. Desde el miércoles la localidad se prepara para un acontecimiento histórico y, por ello, han adornado las calles con carteles de agradecimiento al que a partir de ahora será Papa Emérito. Lo que no se ha producido, como era de esperar, es que las tiendas y bares de la zona elevaran sus precios en previsión de la oleada de peregrinos. «El café nos ha costado lo mismo que el año pasado cuando estuvimos de visita», cuenta una pareja de asturianos, Luis Ángel y Elvira Paz, que llevan desde las diez de la mañana esperando que el Papa asome por la ventana principal que da a la calle. «Ni nuestras familias saben que estamos aquí. Creíamos que teníamos que estar», insiste Luis Ángel. Una de las tiendas por las que ha pasado la pareja la regenta Ana María Vici, argentina de padres italianos que lleva las riendas de una tienda de artículos religiosos, reconoce que la afluencia del público se ha disparado: «Sólo entra tanta gente en la temporada estival. Cuando se retira aquí en verano apenas le hemos visto, salvo una o dos veces que no salió por la puerta principal para dar uno de sus paseos y se encontró con un montón de niños que se acercaron a saludarle. Él respondió muy afectuosamente».
Pasadas las cuatro de la tarde cuesta andar, no paran de llegar peregrinos, sacerdotes, monjas, familias con niños... Para ir preparando la llegada del Sumo Pontífice, un grupo de jóvenes reparte servilletas de papel blancas entre la gente. «¿Para qué son?», les preguntamos. Con un gesto rápido, suben la mano y elevan el pañuelo: «Para despedir a "Benedetto"todos juntos», responden entre risas. También alegres y disfrutando de un helado minutos antes de que el Papa abandone su residencia en el Vaticano, un grupo de españoles se hace notar entre el público. Tres de ellos pertenecen a un grupo más numeroso: «Hemos venido a un congreso de familias cerca de Castel Gandolfo. Nos hemos reunido unas 1.200 personas», aclara Pedro que, como el resto del grupo, lleva una tarjeta identificativa, «españoles sólo somos siete». Mari Carmen y David, dos de ellos, han dejado a su cuatro hijos en España: «Queremos que ellos recuerden la humildad de este Papa. Ése es el gran ejemplo que nos ha dejado».
Un almuerzo ligero y la siesta antes de dejar el Vaticano
El último día de Benedicto XVI en la Santa Sede ha sido prácticamente igual a cualquier otro de estos ocho años de pontificado, aunque era por todos conocido que se trataba de un día histórico para la Iglesia y sin precedentes. El Pontífice almorzó, como de costumbre, en torno a las 13:00, para después irse a descansar antes de su camino hacia la oración; es decir, hacia la Villa Pontificia de Castelgandolfo. El Papa se quitó el anillo del Pescador antes de salir del Vaticano para entregárselo al camarlengo, el cardenal Tarcisio Bertone, quien lo rayó a las 20:00 de la tarde, cuando se proclamó la sede vacante. A partir de la entrega del anillo, el Centro Televisivo Vaticano retransmitió en directo para todo el mundo la marcha del Santo Padre desde su salida de los apartamentos pontificios. Alrededor de las 17:00 de ayer Benedicto XVI se despidió en el patio de San Dámaso de sus colaboradores de la Secretaría de Estado y del cardenal Tarciso Bertone para subirse al automóvil que lo trasladó hasta el helipuerto vaticano. Benedicto XVI estuvo siempre custodiado por un piquete de honor de la Guardia Suiza. El Papa se mostró sonriente y sereno ante los aplausos de los cardenales y niños que allí se encontraban para despedir al primer Papa Emérito de la historia. En el helipuerto, antes de subir al helicóptero que lo trasladó a Castelgandolfo, el Papa saludó al cardenal decano, Angelo Sodano. El secretario de Benedicto XVI, Monseñor Georg Gaenswein, fue su sombra en todo momento. Mientras sobrevolaba la ciudad eterna, todas las campanas de Roma repicaron en homenaje al Santo Padre. Al igual que todas las campanas del mundo, en este día agridulce para la Iglesia, pues se va el Papa de la razón y la verdad, para dejar el camino al futuro pontífice. Fueron un total de 15 minutos, desde que salió al patio de San Dámaso hasta que el helicóptero inició el vuelo, de enorme emoción, tanto para todos los allí presentes, como para todos aquellos que lo estaban siguiendo sin pestañear a través de la televisión.
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