Europa

Roma

Un Papa de la libertad

La Razón
La RazónLa Razón

La renuncia del hoy emérito Papa Benedicto XVI fue una sorpresa para todos, creyentes y no creyentes. Para elegir al nuevo obispo de Roma, el mundo ha asistido durante estos días al Cónclave de los Cardenales. El Papa Francisco I tiene ahora el reto de recordar que los valores cristianos, en estos tiempos de tribulación, contienen la respuesta a la crisis de ideas y de valores que atravesamos. La defensa de la vida, de la libertad y de la dignidad personal forman parte de estos principios ineludibles. Además, estoy convencida de que el pontífice fortalecerá su compromiso –que debe ser también el nuestro– con los marginados, con los enfermos y con los ancianos. En definitiva, con los más débiles, que corren el riesgo de quedarse al margen de la sociedad.

Los anteriores Papas –especialmente el beato Juan Pablo II y Benedicto XVI– nos recordaron que la Iglesia no es ajena a los desafíos del mundo. Sin embargo, afrontar estos retos no significa desvirtuar el modelo pastoral que tan buenos resultados ha dado en la asistencia social.

El nuevo Papa es, además, el líder espiritual de la Iglesia Católica. Como tal, está llamado a arrojar luz sobre algunas de las preguntas más profundas de la condición humana. Al mismo tiempo, debe tomar las decisiones pertinentes para asegurar que unas pocas conductas inapropiadas no empañen la encomiable tarea y el compromiso ejemplar de la Iglesia.

Francisco I tiene ante sí una exigente labor de servicio a la Iglesia y al mundo que requiere un enorme compromiso pastoral e intelectual. También está llamado a ser un líder espiritual y moral, porque el mundo necesita un testimonio de libertad y de valores. En esa tarea, estoy segura de que Madrid, una de las archidiócesis más importantes de Europa, y punto de encuentro de todas las naciones iberoamericanas, le dará todo su apoyo.