Benedicto XVI

«Yo menos»

La Razón
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El Papa habló claro. Se va. y sin embargo, mañana también saldrá el sol dentro y fuera de la Iglesia Católica. Ésta es su enseñanza: todos necesarios, nadie imprescindible. Una palabra poco conjugada en el lenguaje común de los mortales, «renuncia», sobresaltó ayer otra jornada espesa, cargada de las acciones y reacciones rutinarias, ordinarias, que acompañan a diario a los que se quedan; a unos más que otros. Del injusto «todos son iguales», o del cómodo y cínico «y tú más», ayer triunfó una expresión infrecuente que hizo sonar las campanillas de los teletipos: «Yo menos». El Santo Padre ha decidido ceder el testigo para que alguien con el mismo ánimo, pero con más fuerza, se ponga al timón de la Iglesia. En ocasiones se ha empleado el término «saber latín» aplicado a aquellas personas que se aferran a cualquier circunstancia para no ver tambalear su tinglado vital. Ayer, el Papa quiso utilizar este lenguaje secular, raíz de otras tantas lenguas, para lo contrario: para pedir el relevo. Su decisión no es neutra. El Papa es un referente moral, intelectual, religioso, social. Sus palabras, sus acciones, nunca pasan desapercibidas. Cinco siglos de «santa» tradición saltaron ayer por los aires, en un ejercicio de inteligencia, humildad y generosidad. El pasado, la tradición que acompañó los Papados de los últimos seiscientos años hasta la tumba, no ha servido de refugio, ni parapeto para Benedicto XVI. Frente al «y tu más», el Papa ha entonado un generoso y sorprendente «yo, menos». Establecer paralelismos de la renuncia del Santo Padre en otras sacristías es tan desatinado como ridículo querer eludir las enseñanzas. En su directo y breve comunicado sorprenden sus palabras; argumentaciones tan sencillas, tan claras, son inusuales en otros ámbitos de la vida, de ahí que su decisión tenga un valor añadido. Quizá sirva de ejemplo y guía para muchas personas. A lo largo de mi vida, la sombra y la luz de la Iglesia me han acompañado, como a tantos millones de españoles. Mi actividad pública me supuso críticas de quienes, de los lados más extremos de la religión o del socialismo, me vieron como intrusos en las dos estancias. Las soporto sin ira. Desde ambos campos, me congratulo con la decisión del Papa que, por cierto, me ayuda a aumentar mi fe.