Deberíamos consumir unos 25 gramos al día, que equivale a seis terrones o a tres sobres de ocho gramos de azúcar, según la OMS

¿Eliminar el azúcar de la dieta es un error?

El consumo ocasional no supone riesgo para la salud. De hecho, la glucosa es indispensable en el funcionamiento del organismo

Inmersos en plena pandemia del coronavirus, resulta complicado apartar el objetivo mediático de la Covid-19 y del SARS-CoV-2 para poner el acento en la otra gran pandemia del siglo XXI, la obesidad. Sin embargo, el exceso de kilos en España es un serio problema de salud que ya afecta al 40% de la población, cifra que supera el 23% cuando se trata de los más pequeños de la casa. Con ese escenario como telón de fondo, el azúcar se ha convertido en el enemigo público número uno del Ministerio de Consumo, liderado por Alberto Garzón, quien ha alzado la bandera de la lucha contra la obesidad infantil para anunciar el aumento de los impuestos a las bebidas azucaradas, pasando del 10% al 21% con la consigna de que #elazucarmata.

Sin embargo, son muchos los expertos que ponen en tela de juicio la estrategia de sembrar la política del miedo como herramienta para conseguir el gran reto de reducir las tasas de obesidad infantil: «El consumo ocasional y/o moderado de azúcar no supone ningún problema para la salud. No hay evidencia científica para decir lo contrario. Las posturas radicales son absurdas porque en Nutrición no todo es blanco o negro, hay una amplia gama de matices de grises», asegura Ramón de Cangas, doctor en Biología Molecular y Funcional y miembro del Comité Asesor del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas (Cgcodn).

Y no sólo eso, ya que, tal y como afirma María Lourdes Samaniego, profesora de Nutrición de la Universidad CEU San Pablo, «hay ejemplos de países que han optado por aumentar los impuestos a estos productos pero lo han retirado al poco tiempo por no resultar una medida efectiva. Desde el punto de vista científico, no hay duda de que interesan más los patrones alimentarios en su conjunto que el efecto individual de determinados alimentos y bebidas. Sería más oportuna la promoción en positivo, o incluso a través de subvenciones, de algunos alimentos representativos en nuestro modelo de dieta mediterránea, y que los vamos abandonando, como las legumbres, frutas y verduras, el pescado o el aceite de oliva».

Demonizar un alimento por sí mismo y desterrarlo de la dieta puede convertirse en un grave error. En este sentido, De Cangas se muestra rotundo: «En los últimos tiempos el mensaje de moderación ha sido desplazado por la idea radical de “prohibición” total al azúcar y de su equiparación al tabaco e incluso a las drogas. Es más, el Ministerio de Consumo ha llevado a cabo una campaña donde literalmente se dice “el azúcar mata” y se presenta una foto de azúcar simulando un cigarrillo. Obviamente un solo cigarrillo tiene un efecto perjudicial, mientras que un terrón de azúcar consumido en todo un día no. En realidad este modelo de mensajes no deja de ser una “técnica populista” del miedo detrás de la cual subyace algún tipo de conflicto de intereses económicos o sesgo político».

¿Por qué es necesaria la glucosa?

De hecho, lo cierto es que la glucosa generada por el azúcar es un elemento necesario para el cuerpo. «Entendiendo “azúcar” de manera global, es un combustible imprescindible para nuestro organismo, y por ello existen diferentes vías metabólicas cuyo producto final es la glucosa. Para asegurar su suministro y mantenimiento de niveles constantes (en situación normal) en sangre», afirma Javier Escalada, director del departamento de Endocrinología y Nutrición de la Clínica de Navarra.

En este sentido, «la principal función del azúcar es proporcionar la energía que nuestro organismo necesita para el funcionamiento de los diferentes órganos, como el cerebro y los músculos, funcionalidad esencial a lo largo de la vida y situaciones fisiológicas. Sólo el cerebro es responsable del 20% del consumo de energía procedente de la glucosa, aunque también es necesaria como fuente de energía para todos los tejidos del organismo. Si ésta desciende, el cuerpo empieza a sufrir ciertos trastornos: debilidad, temblores, torpeza mental e incluso desmayos (hipoglucemia)», detalla la profesora Samaniego, quien recuerda que «la glucosa puede obtenerse por distintas vías metabólicas y no es necesario consumirla a través de la dieta».

Prueba de la importancia de la glucosa para el cerebro es que diversos estudios muestran cómo la alteración de sus niveles es fuente de enfermedades. «Por ejemplo, en el caso de patologías neurodegenerativas como el alzhéimer, uno de los signos más tempranos es la reducción del metabolismo de la glucosa cerebral», advierte De Cangas.

Con moderación

Pero, si hay algo en lo que coinciden todos los expertos es que el peligro está en el exceso. Por ello, desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, SEEN, Francisco Pita nos recuerda que «se recomienda que los niveles de glucosa se midan en un análisis de sangre, y no en controles capilares en los dedos. Hay discrepancia en algún límite, pero podemos decir que unos niveles de glucosa entre 70 y 100 mg/dL corresponderían a unos valores normales para la inmensa mayoría de la población».

¿Y eso cómo se traduce en nuestro día a día? Pues según aclara Pita, «se recomienda un consumo de al menos 50 gramos de hidratos de carbono, siendo recomendable sobre 130 gramos. En cuanto al azúcar o azúcares libres, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que represente, a poder ser, menos del 5% de las calorías totales consumidas, contando con los azúcares naturalmente presentes de las frutas, almíbares o miel. Como el azúcar tiene cuatro calorías por gramo, y se estima que un consumo medio calórico sería sobre 2.000 calorías, deberíamos consumir como máximo unos 25 gramos al día, que equivale a seis terrones o a tres sobres de ocho gramos».

Dispuestos a cumplir con esas recomendaciones, es posible alcanzar la ingesta de azúcar de una forma adecuada. «Los alimentos recomendados son aquellos que contengan azúcar intrínseco, como las verduras y hortalizas que lo tienen presente en las paredes celulares, así como en las frutas o en la leche y los productos lácteos, donde se encuentra de manera natural la lactosa, evitando todos aquellos alimentos ricos en azúcares añadidos, como los ultraprocesados», asegura Escalada. Y no hay que caer en la trampa de los alimentos «bajos en azúcar», «ya que no tienen porqué ser más saludables, pues pueden ser mucho peor para el colesterol o para el sobrepeso», recuerda Pita, quien concluye que «el abuso de azúcar puede llevar a la obesidad, lo que aumenta el riesgo de diabetes, síndrome metabólico, hipertensión, hígado graso y patología cardiovascular».

¿Cuándo se necesita más glucosa?

Tal y como explica Ángela Quintas, química y máster en Nutrición, existen varios momentos en los que el aumento de glucosa es necesario: «Durante la gestación se produce un aumento de la disponibilidad de la glucosa por parte del feto, constituyendo este azúcar un sustrato imprescindible y preferente. Por su parte, en el recién nacido, como consecuencia de la deficiencia de amilasa pancreática, se recomienda que las fórmulas lácteas infantiles incluyan lactosa como principal hidrato de carbono y también se permite la incorporación de glucosa. Además, en el caso de los niños y adolescentes, su etapa de desarrollo y crecimiento exige requerimientos energéticos aumentados y, además, se requiere de un aporte muy significativo de glucosa para los procesos de atención y aprendizaje. Sin embargo, la sobreexposición continua a ultraprocesados y el sedentarismo han hecho que el sobrepeso y la obesidad infantil se disparen, por lo que no es necesario aumentar el consumo de alimentos azucarados, sería suficiente llevar una alimentación completa y variada que contenga todos los grupos de alimentos. Por último, en la práctica deportiva van a permitir mantener la glucemia durante el ejercicio y recuperar el glucógeno muscular lo más rápidamente posible después del ejercicio».