Opinión
Vivir sin confiar
Cuando somos niños y tenemos una familia, nuestros padres son los que nos ofrecen un lecho fundamental para la vida tranquila, ellos nos dan la confianza. Ellos son los que ante un miedo, un dolor, un accidente, un aprieto… nos tomarán en sus brazos y resolverán nuestro mal. Por eso los críos suelen ser felices. Después crecemos y descubrimos que hay todo un sistema organizado que en situaciones de normalidad va a responder a nuestras complicaciones. Hasta hace un año, cuando estábamos enfermos podíamos ir serenamente al ambulatorio. Si estábamos muy enfermos, iríamos al hospital por urgencias y allí nos atenderían con entrega. Desde la pandemia eso dejó de ser así. Infinidad de enfermos, incluso de coronavirus, solo fueron atendidos por teléfono. Y a los mayores se les recomendó no salir de casa; muchos murieron en ella. De pronto, perdimos la confianza en nuestra Sanidad. Vimos que no daba abasto, vimos a los propios sanitarios llorando de impotencia. También veíamos por televisión cómo nuestras autoridades políticas, científicas e intelectuales se contradecían cada día y en directo. Nos encerraban en nuestras casas, nos multaban si nos movíamos, nos engañaban. Vimos que el padre Estado no era digno de nuestra confianza. La perdimos. ¿Y cómo vivir tranquilos sin tener en quién confiar? Ellos, a través de los medios, pertinaces hasta el ahogo, nos siguen transmitiendo cosas diferentes cada día. En un mismo programa unos expresan que vamos mejor y las vacunas funcionan, poco después sale un epidemiólogo y nos sobresalta anunciando una nueva ola terrorífica. Contradicciones que nos perturban. Ellas, las autoridades, nos confinaron a lo bestia sin pensar lo que eso significaba para ancianos, niños, adultos vulnerables, para todos. Porque finalmente todos estamos sufriendo ya un trauma colectivo. Hemos visto morir a familiares y amigos, hemos pasado pánico, hemos perdido nuestras rutinas y nuestro trabajo, hemos sentido la incompetencia total de unos gobernantes enzarzados. Estamos peor que agotados, estamos aletargados y enfermos. Desorientados y tristes. Como somos fuertes los humanos, saldremos de esta. Saldremos. Pero nos costará infinito recuperar la confianza.
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