Opinión

Su mejor amigo es su mejor medicina

Los perros tienen la capacidad de adquirir las aptitudes necesarias para el acompañamiento, conducción y auxilio de personas con determinadas enfermedades tanto físicas como mentales

Un hombre enfermo abandona a su perro en el hospital donde estaba ingresado
Un perro en el hospital

Cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro», dijo en una ocasión el escrito Lord Byron, dejando claro lo excepcional que puede llegar a ser la relación entre una persona y su perro.

Nuestros amigos de cuatro patas nos aportan compañía, lealtad y un amor incondicional entre otras muchas cosas… Pero si hay algo que demuestra de lo que son capaces, es la capacidad de adquirir las aptitudes necesarias para el acompañamiento, conducción y auxilio de personas con determinadas enfermedades tanto físicas como mentales.

Estos son los llamados perros de asistencia y se clasifican en perros guía, perros señal, perros de alerta médica, perros de servicio y perros de TEA.

Dentro de las patologías psiquiátricas que se ven beneficiadas por el acompañamiento canino están los cuadros depresivos, la ansiedad generalizada, la sintomatología por estrés postraumático y las modalidades del espectro autista o esquizofrénico.

Estos perros de asistencia psiquiátrica reciben una compleja y difícil formación para poder ayudar de la mejor manera posible cuando la persona sufre, por ejemplo, un empeoramiento agudo de su enfermedad.

Se ha observado que aquellas personas que presentan un alto nivel de cortisol (una hormona que aumenta de manera proporcional a los niveles de estrés) sufren un descenso de sus niveles en sangre cuando se encuentran con sus mascotas. También se ha observado una vasodilatación, y como consecuencia, reducción en los niveles de presión arterial descendiendo el tiempo de duración de las crisis de dichos pacientes.

En España se ha producido un cambio en la normativa y ya se permite su acceso en algunos transportes públicos al igual que en determinadas aerolíneas, por lo que ya no resulta extraño coincidir con nuestros amigos peludos en mitad de un avión o en la cafetería del tren.