Coronavirus

El peor escenario: el contagio incontrolado de sanitarios

En la zona cero de la transmisión hospitalaria. El Servicio de Medicina Interna del Txagorritxu de Vitoria ha sido el foco de expansión del Covid-19 entre los facultativos. La cuarentena de un centenar de profesionales y la difusión del virus a otro centro de la ciudad ha dejado sin internistas a los pacientes de Álava. Hospitales públicos y privados de todas las comunidades se enfrentan a este desafío

Una enfermera se prepara para evaluar a un paciente en un hospital pediátrico
Una enfermera se prepara para evaluar a un paciente en un hospital pediátricoERIC GAILLARDREUTERS

Vitoria se ha convertido en la zona cero del contagio sanitario del Covid-19 que ya comienza a expandirse por otras ciudades y pone en jaque a la sanidad española. Fue allí, en el Hospital Universitario de Txagorritxu, donde una médico del Servicio de Medicina Interna dio positivo en coronavirus después de llevar varios días en contacto con colegas y pacientes, sin que nadie atisbara la que se avecinaba: la necesidad de dejar en cuarentena a más de un centenar de facultativos y otro centenar en vigilancia, tras confirmar otro positivo entre uno de sus compañeros y haber infectado también a otro internista del vecino Hospital de Santiago de Vitoria.

La «tormenta perfecta» que ha provocado el coronavirus en Txagorritxu ha dejado tocado, herido y prácticamente hundido al colectivo de internistas de Álava, con la mayoría de sus profesionales fuera de juego. Se ha convertido en el primer foco de expansión del virus. De hecho, Osakidetza, el Servicio Vasco de Salud, ha tenido que recurrir a una convocatoria extraordinaria para reclutar a personal especializado que pueda dar respuesta a las necesidades sanitarias del momento ante una situación caótica. «Mientras tanto, de puertas para adentro ahora toca echar mano de la solidaridad interprofesional y los huecos vacantes por culpa de esa cuarentena están siendo cubiertos por compañeros de otras especialidades, así como procedentes de otros centros hospitalarios de los alrededores», confirma Ricardo Gómez Huelgas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna, SEMI.

Sin embargo, en los alrededores no están mucho mejor, ya que el hospital de Basurto, en Bilbao, tiene desde el jueves a cuarenta profesionales sanitarios también en cuarentena, mientras que el cercano hospital de Galdácano, en Vizcaya, mantiene aisladas dos plantas y bajo vigilancia a facultativos del servicio de Urgencias, tras confirmar la muerte de un paciente ingresado en planta y que dio positivo en Covid-19. Por ello, la sobrecarga de trabajo a la que se enfrentan los profesionales sanitarios comienza a resquebrajar su paciencia, «a pesar de que mantienen una conducta ejemplar y están asumiendo un riesgo por intentar proteger la salud de los demás», recuerda el presidente de SEMI.

Pero Osakidetza no es la única fisura por la que el coronavirus está atacando a la sanidad española, pues también hay profesionales afectados en centros públicos y privados de Madrid y de Andalucía donde, por ejemplo, por solo dos pacientes positivos se estudian a cuarenta profesionales, lo que podría hacer colapsar el sistema. El ministerio podría rebajar los criterios para aislar a los sanitarios o, como ya se han hecho en algunas comunidades plantear nuevas contrataciones. Si no se pone remedio «esta situación se extenderá pronto a otras regiones porque el riesgo cero no existe», advierte Gómez Huelgas, quien hace hincapié en que «entra dentro de lo probable que lo sucedido en el País Vasco se amplíe a otros lugares».

Pero, ¿qué es lo que ha fallado y que no debería volver a repetirse? «Hay que adaptarse rápido a las circunstancias para prevenir la expansión del virus entre los profesionales», advierte Juan Jorge González Armengol, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, Semes, «porque eso pone en riesgo la viabilidad de la gestión sanitaria», añade. De hecho, la posición de González Armengol resulta tajante: «Desde el punto de vista clínico y asistencial no podemos permitir que un paciente quede fuera de la sospecha clínica porque haya una restricción sobre la posibilidad de reconocerlo desde el minuto cero, porque si no, te arriesgas a tener dentro del hospital afectados con coronavirus que durante horas o incluso días puedan contagiar a profesionales y a otros pacientes más vulnerables».

La solución pasa por «disponer de circuitos específicos e independientes en los centros sanitarios para los casos de sospecha, antes incluso de tenerlos confirmados», asegura Gómez Huelgas, «con espacios aislados y separados mientras llega la confirmación del test, aunque eso suponga un gasto, porque es «costo-efectivo», matiza González-Armengol. Y eso es lo que no se hizo en el hospital vitoriano de Txagorritxu, tal y como han denunciado los internistas del centro que aseguran que «a su compañera se le realizó la prueba a instancias del propio servicio, a pesar de no estar indicada por las recomendaciones internacionales».

Punto B del protocolo

El temor de las autoridades sanitarias ante el posible contagio exponencial de profesionales quedó reconocido en una de las actualizaciones del procedimiento de actuación frente a casos de infección por el nuevo coronavirus a finales del mes de febrero. En concreto, se trata del punto B del protocolo propuesto por Sanidad, donde se acuerda la definición de casos de infección y se subraya que puede considerarse «caso» cualquier persona «que se encuentre hospitalizada por una infección respiratoria aguda con criterios de gravedad (neumonía, síndrome de distrés respiratorio agudo, fallo multiorgánico, shock séptico, ingreso en UCI o fallecimiento) en la que se hayan descartado otras posibles etiologías infecciosas».

Este apartado ya suscitó la inquietud entre los médicos al considerar que con él se da por hecho que la cadena epidemiológica queda rota, lo que impide conocer el foco de los contagios, y que podría haber infectados en el interior de los centros sanitarios sin que los trabajadores tuvieran conciencia de ello hasta la práctica de pruebas específicas, tal y como se ha demostrado en el País Vasco.