Sociedad
Impuesto al azúcar: para las empresas, los “influencers” son la caña
Compañías de alimentación pagan a niños influyentes para promocionar alimentos y bebidas no saludables en sus vídeos
Pregunta rápida: ¿basta con un impuesto a las bebidas azucaradas? Respuesta corta: no. Casi tres años atrás, en mayo de 2017, Cataluña se convirtió en pionera en España a la hora de imponer un impuesto a las bebidas azucaradas. Esta comunidad aplica dos impuestos diferentes dependiendo de la cantidad de azúcar presente en las bebidas, pasando de 8 a 12 céntimos más por litro. El impuesto se aplica a los refrescos pero también a los zumos, bebidas deportivas, bebidas vegetales, aguas con sabores, leches endulzadas… toda bebida que lleve más de 50 gramos de azúcar adicional por litro está sujeta a este impuesto. Recientemente el gobierno de España ha decidido seguir estos pasos aumentando el IVA de este tipo de productos, que pasará del 10 al 21%. El objetivo es favorecer hábitos más saludables y reducir las cifras de obesidad infantil.
Pero esta política, por sí misma, no es suficiente. Un estudio publicado en la revista «Pediatrics», y realizado con el apoyo de institutos nacionales de salud, y la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención Médica de Estados Unidos, las compañías de comidas y bebidas se gastan en publicidad más de 1.500 millones de euros por año en canales de YouTube dirigidos a menores. Y protagonizados por menores en su mayoría. Esto equivale a unos 3.000 euros por minuto. «Es posible que los padres no se den cuenta de que las empresas de alimentos suelen pagar a los niños influyentes para que promocionen alimentos y bebidas no saludables en sus vídeos» – señala Marie Bragg, líder del estudio–. «Nuestro informe es el primero en cuantificar cuánto aparecen los anuncios de productos de comida chatarra en los vídeos de YouTube de niños influyentes».
El equipo de Bragg identificó a los cinco niños influyentes más populares en YouTube de 2019, cuyas edades oscilaban entre los 3 y los 14 años, y analizaron sus vídeos más vistos. Concentrándose en una muestra de 418 vídeos de YouTube registraron si se mostraban alimentos o bebidas en las imágenes, qué artículos y marcas se mostraban y evaluaron su calidad nutricional. Los resultados mostraron que casi la mitad de los vídeos promocionaban alimentos y bebidas. Esto no sería grave si se hablara de frutas, alimentos saludables o agua, el problema es que más del 90% de los productos mostrados eran alimentos, bebidas o comida rápida o comida basura, la más frecuente, seguida de los dulces y los refrescos. Solo unos pocos vídeos presentaban artículos no saludables sin marca como perritos calientes (4%), artículos saludables sin marca como frutas (3%) y artículos saludables tipo yogur (2%).
YouTube es el segundo sitio web más visitado del mundo (detrás de Google) y es un destino popular para los niños que buscan entretenimiento. Más del 80% de los padres con un hijo menor de 12 años permiten que su hijo mire YouTube y en España, según la web Statista, entre los 4 y los 15 años se pasan una media de 75 minutos al día en esta app.
«Los menores ya ven varios miles de comerciales de alimentos en televisión cada año» – añade Bragg –, «y agregar estos vídeos de YouTube puede hacer que sea aún más difícil para los padres y madres conseguir que sus hijos mantengan una dieta saludable. El atractivo de YouTube puede ser especialmente fuerte en 2020 ya que muchos padres están trabajando de forma remota debido a la Covid-19 y tienen que hacer malabarismos. Necesitamos un entorno de medios digitales que apoye la alimentación saludable en lugar de desalentarla.
A favor de más medidas
Pero, ¿tanto se ven los vídeos de estos pequeños influencers como para condicionar la dieta? El youtuber mejor pagado es un niño de 8 años llamado Ryan (Ryan’s World). Tiene 27 millones de suscriptores, ha creado 7 canales en YouTube y el año pasado ganó 23 millones de euros. Uno de sus vídeos tiene más de 2.000 millones de reproducciones.
Y, de acuerdo con los responsables del estudio, los vídeos con publicidad de comida basura se vieron más de mil millones de veces. Y obviamente la gran ventaja que tiene este emplazamiento de productos no saludables es que los menores que los ven pueden tener acceso a esa publicidad cuando quieran y la presencia de estos productos en pantalla es casi eterna.
«Es una tormenta perfecta para fomentar la mala nutrición» – concluye Bragg –. «Las investigaciones muestran que las personas confían en los influencers porque parecen ser personas comunes y cuando vemos a estos niños comiendo ciertos alimentos no necesariamente parece publicidad, pero sí es publicidad. De hecho, la Academia Nacional de Medicina y la Organización Mundial de la Salud identifica el márketing de alimentos como uno de los principales impulsores de la obesidad infantil. Esperamos que los resultados de este estudio alienten a los organismos responsables a centrarse en este tema e identificar estrategias para proteger a los niños».
Las estrategias que menciona Bragg pasan por penalizar este tipo de vídeos, que aporten más impuestos y/o que deban contar con un asesor en nutrición si van a hablar de alimentos y es un programa dirigido a menores de edad. Lo que está claro es que centrarse solo en los fabricantes no tiene sentido ya que en muchos casos, lo que pagan de más en impuestos lo recuperan por este tipo de publicidad perfectamente dirigida.
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