Transmisión de la Covid
«En algunos aspectos la OMS ha ignorado la ciencia. Y lo sigue haciendo»
LA RAZÓN habla con José Luis Jiménez, uno de los primeros expertos que alertó sobre la importancia de los aerosoles en los contagios
En 1860 las investigaciones de Louis Pasteur muestran pruebas inequívocas para la teoría microbiana de la enfermedad, aquella que afirma que los microorganismos conocidos como patógenos o gérmenes pueden provocar enfermedades. Entonces se empieza a investigar cómo llegan a nosotros estos gérmenes. Se habla sobre las aguas residuales o sobre la basura como posibles fuentes.
Es entonces cuando llega Charles V. Chapin, uno de los pioneros en el sistema de salud púbica de Estados Unidos y presidente de la Asociación de Salud Pública de Estados Unidos. En 1910 Chapin publica un libro titulado «Fuentes y Modos de Infección», con el que comienza una nueva era.
«En este libro –explica José Luis Jiménez, científico experto en aerosoles, desde Estados Unidos–, Chapin señala que los gérmenes viven en otras personas, no en la basura, es la infección de contacto, y también habla de las ventajas de la distancia social. Esta teoría es correcta, y él interpreta que las responsables son las gotas, aunque la infección por el aire no se podía medir –porque no había datos–, y añade que si la gente se infecta por el aire no hay forma de saberlo y, como no hay forma de saberlo, si alguien lo quiere probar tiene que demostrarlo con evidencias convincentes.
Así, desde 1910 hasta 2020 esa ha sido la postura pública que tiene la mayoría en la OMS: que es casi imposible que un virus que afecte al sistema respiratorio se propague por el aire. La OMS es la culpable principal de que se haya insistido tanto en las gotas o gotículas. Hay unas pocas enfermedades que sí se consiguió demostrar que se contagian por el aire.
Por ejemplo, desde 1910 hasta 1950 la tuberculosis se pensó que era por gotas, aunque luego se comprobó que se transmite por aire. Lo mismo el sarampión o la varicela. La diferencia entre gotas y aerosoles es básicamente su tamaño. Las primeras son más grandes y actúan como balas: si nos tocan nos hieren. Pero tienen un rango limitado de acción, ya que su peso no les permite viajar más allá de los tres metros. Los aerosoles, en cambio, son gotas mucho más pequeñas y serían como el humo: pueden desplazarse mucho más y permanecen por un tiempo mayor alrededor nuestro. Jiménez es uno de los mayores expertos en el mundo en aerosoles y lleva tiempo, más de seis meses, alertando de esto.
«Cuando aparece la Covid, la OMS se basa en los ejemplos que han aceptado –explica Jiménez en conversación telefónica–, aunque previamente se había demostrado que el SARS, el MERS o el rinovirus se transmiten por el aire, pero la OMS no lo acepta. Este prejuicio es lo que hizo que la OMS sacara el 28 de marzo un comunicado en el que dice que la infección por el aire es un bulo. Y desde entonces nunca lo ha desdicho».
Poco tiempo después de este comunicado del organismo sanitario más importante a nivel global, se reúnen unos 200 científicos para explicar que sí, que los aerosoles son fundamentales a la hora de contagiarse y que hay que adecuar las medidas para ello, muy diferentes a las estrategias de prevención si solo se trata de gotas.
«Poco después de este informe –añade Jiménez –, un grupo de científicos nos comunicamos con la OMS el 6 de abril y nos dieron con la puerta en las narices. No nos escucharon ni tomaron en serio la evidencia sobre los aerosoles que teníamos, que era tanta como la que ellos tenían de las gotas o de la superficies. Y, sin embargo, decían que las gotas y las superficies contagiaban y los aerosoles no, que necesitábamos muchísima más evidencia. Con el tiempo se ha acumulado esa evidencia y se ha formado una montaña con los aerosoles y cero con las gotas. Entonces es escandaloso que la OMS diga aún que la forma principal de contagio son las gotas cuando no hay evidencia».
La respuesta de los principales organismos sanitarios a toda esta evidencia ha sido interesante… La OMS ha comenzado a señalar que es posible que los aerosoles tengan algo que ver, pero muy poco probable… aunque sí señalan que hay que ventilar sin explicar el motivo. «Si tienes un poco de información –afirma Jimenez–, sabes que la ventilación no afecta a las gotas pero sí a los aerosoles. Es decir, la OMS lo acepta pero no de una manera explícita».
Por su parte, los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos han señalado que la principal forma de contagio es la inhalación. No habla de gotas o aerosoles pero, como decíamos antes, las gotas son balas y los aerosoles son el humo y solo este último se inhala. Otro organismo más que ha comenzado a aceptar la importancia de los aerosoles… sin nombrarlos.
«En esta situación hay mucha confusión –confirma Jiménez–. España, con el informe del Ministerio en donde se señala que los aerosoles son la forma más frecuente de contagio, se ha convertido en uno de los países más avanzados, junto a Alemania, el Reino Unido, Canadá, Estados Unidos. La OMS es muy importante y me duele criticarla. Es necesaria pero creo que se debe reformar. Ha hecho cosas bien, pero se ha mostrado poco ágil y ha ignorado la ciencia y sigue ignorando la ciencia. Es muy estrecha de miras, no escucha a otros campos de la ciencia. El Comité de Protección y Control de Infecciones de la OMS, que decide que los aerosoles no son importantes, no cuenta entre sus miembros con nadie que haya hecho jamás un estudio sobre aerosoles. Esto es escandaloso. La OMS necesita una reforma y dar espacio a campos más abiertos de la ciencia y que se pueda considerar la evidencia de otros campos», asegura.
Pese a que en términos estrictamente biológicos los virus no están vivos, sí muestran debilidades: algunos sobreviven poco tiempo en el aire, otros necesitan ir en «grupos» muy numerosos para ser eficaces… Y el SARS-CoV-2 también las tiene.
«El talón de Aquiles de este virus –confirma Jiménez– es que se propaga principalmente por eventos de supercontagio. Es un virus que no es muy contagioso, el 80% de la gente no lo transmite, pero hay un 10-20% de la gente que contagia al 80% de los nuevos infectados. Estos casos se llaman de superpropagación, como el del coro, que pasó en Cataluña y en La Zarzuela, que una persona contagió a 52. Es como un fuego a cámara lenta que de pronto explota.
¿Cómo cortarle el gas? Analizando los casos de superpropagación, que son todos iguales: hay mucha gente compartiendo aire en espacios cerrados durante más de media hora, sin mascarillas y con poca ventilación. Y eso es lo que hay que evitar. No hay ningún solo caso de superpropagación que yo sepa que se haya vinculado a gota o superficie».
Las medidas de prevención que señalan los expertos incluyen ventilar durante el evento, para que ese «humo» se vaya. Esto no significa que las ventanas deban estar abiertas de par en par, solo lo suficiente para que el CO2 no exceda las 700 partes por millón. Esto garantiza que haya menos de un 1% de aire que ya haya respirado otra persona en esa habitación.
Obviamente, usar la mascarilla de forma correcta es un requisito, pero también ayuda hablar en voz baja para expulsar menos aire. Como señala Jiménez: «Hay dos formas de no contagiarse. Una es quedarse en casa pero el coste es tremendo para la salud mental. La otra es reunirse al aire libre con distancia y mascarilla bien ajustada, esto hará que sea muy difícil contagiarse. En cines o bibliotecas donde la gente no habla no se han visto casos. En gimnasios sí porque la gente respira más fuerte y toma más aire.Habría que saltarse una Navidad para salvar las siguientes. No viajar, ver a la gente por internet, nos podemos reunir al aire libre, ir a pasear juntos, pero la cena, que sería lo peligroso (un sitio cerrado, no ventilado, sin mascarilla) habría que dejarla. Quizás disfrutas esta Navidad a costa de infectar a mayores. Si la gente se empeña y se va a reunir de todas maneras, evitar pasar tiempo hablando sin mascarilla, sin ventilación y sin distancia, si no se lo ponemos muy fácil al virus».
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