Auditoría externa

Operación «rescate» en el obispado de Almería: 22 millones de euros en deudas

El nuevo obispo de la diócesis andaluza, Antonio Gómez Cantero, encarga una auditoría externa con el aval de la Conferencia Episcopal y el respaldo de Roma tras constatar una herencia de dispendios económicos

Antonio Gómez Cantero, obispo de Almería
Antonio Gómez Cantero, obispo de AlmeríafotoLa Razón

La catedral de Almería acogió ayer una eucaristía de acción de gracias por los 19 años que ha permanecido como obispo Adolfo González Montes. Una celebración de despedida con un clima enrarecido. Y no por las restricciones de la pandemia. Desde que en enero el Papa enviara como obispo coadjutor al hasta entonces obispo de Teruel, Antonio Gómez Cantero, los decibelios en la tierra del Western se han disparado.

La Santa Sede intervenía esta región eclesiástica después de tramitar denuncias llegadas hace una década y confirmar indicios con emisarios previos de lo que en principio solo parecía un desajuste financiero. Hoy, por hoy, tal y como ha confirmado LA RAZÓN, la diócesis contaría con una deuda de unos 22 millones de euros, lo que algunos consideran como una bancarrota de facto. El dispendio estaría causado, entre otros motivos, por erradas inversiones inmobiliarias de diferente cuño, como la construcción de nuevas parroquias, el colegio diocesano o la reforma del palacio episcopal que algunos tachan de «suntuosa».

Francisco firmó el envío como «apagafuegos» de un cántabro de 65 años, especialista en pastoral juvenil a escala internacional que, como vicario general en Palencia, ya atesoró experiencia como gestor ‘desatanudos’. Su labor se reconoció con un báculo que entrenó en la España vaciada turolense. Quienes le conocen en sus anteriores plazas, aplauden su capacidad de diálogo y mano izquierda, a la par que determinación en materia de gobierno.

«Cuando me fue encomendada esta misión, creí que era necesario hacer un balance de la economía para llevar a cabo un plan de viabilidad y así lo hice, pero ahora veo que no fue suficiente», apunta Gómez Cantero en una carta enviada esta misma semana a los sacerdotes almerienses a la que ha tenido acceso este diario. En ella, anuncia que la Conferencia Episcopal le ha concedido los recursos necesarios para poner en marcha «una auditoría a fondo» con el fin de llevar a cabo «los pasos que sean necesarios, tanto de la contabilidad como de la gestión de bienes».

El obispo «tedax» llega a este punto tras no ser acogido de manera cordial –eufemismo con incienso– por su predecesor. Ya en su misa de «bienvenida» en marzo, su anfitrión desde el altar dejó caer que «los bautizados vivimos en la división constante, con descalificaciones recíprocas, en pugnas por un poder que es efímero». «No podemos sucumbir al engaño de quien quiere dividir a los pastores», expresó al recién llegado.

Tales fueron las dificultades que se topó para llevar a cabo la particular ITV encargada por el Vaticano, que apenas dos meses después de tocar tierra, la Congregación para los Obispos decidió apartar prácticamente de todas sus funciones a González Montes y otorgar al neófito en exclusiva «los derechos, oficios y facultades» para el gobierno de la diócesis. A partir de entonces, Roma también habría confirmado otras incidencias de gravedad en materia pastoral que han acelerado el relevo de mitra.

Así, el 13 de noviembre González Montes cumplía 75 años, la edad preceptiva para presentar la petición de jubilación a Roma que en algunos casos se alarga incluso a los 80. Sin embargo, en apenas dos semanas, el 30 de noviembre, Francisco aceptaba su renuncia. El ya prelado emérito buscó la manera de alargar su pastoreo, con viaje incluido a Roma, desde el convencimiento de haber llevado el timón durante dos décadas de forma eficaz, incluido el cestillo.

En la Santa Sede niegan esta hipótesis y sostienen a LA RAZÓN la pertinencia y urgencia de la intervención en Almería. A pesar de esta contundencia manifestada por Roma, González Montes habría expresado en su entorno ser víctima de los que considera una campaña de calumnias.

Así lo manifestó incluso durante una reciente reunión con los obispos andaluces, tal y como relata un prelado presente en la cita que fue testigo de la tensión vivida durante las sesiones y el guiño que alguno de los participantes hicieron al emérito, a sabiendas de la ruina de la diócesis. En paralelo, en las últimas semanas se ha erigido una plataforma denominada «Católicos almerienses por la verdad» que estaría constituida por 200 personas «anónimas» de los 700.000 habitantes de la provincia cuyas reivindicaciones se alinean con las demandas y tesis mantenidas en voz baja por el ya obispo jubilado a los colaboradores.

Desde el clero almeriense comparten su nula ayuda para dar pistas sobre el déficit de la hucha eclesial y para confirmar la existencia o no de más agujeros negros en las cuentas. «Don Adolfo tiene pleno convencimiento de que no ha hecho nada mal, que ha llevado a cabo una labor ejemplar en Almería», apunta un sacerdote que conoce al dedillo cómo la diócesis ha ido aumentando sus números rojos, a costa de lo que califica, no solo de mala gestión, sino de «caprichos de un príncipe eclesiástico de otra época».

Nada más convertirse oficialmente en el nuevo obispo de Almería, Gómez Cantero escribía una carta a todos los feligreses en la que repasaba su complicado desembarco. «Nueve meses es toda una gestación, a veces dolorosa», admitía, a la vez que les invitaba a construir comunidad «por encima de toda adversidad». En este tiempo, se ha visto obligado a ajustar el cinturón y buscar la manera de refinanciar la deuda, amén de buscar la manera de apacentar un clima enrarecido. Entre otras medidas, ha renovado la Curia y ha optado por cerrar el seminario diocesano al no encontrar alternativas de sostenibilidad a corto plazo, enviando a los futuros sacerdotes a estudiar a Cartagena. No dudó en explicar que tomaba «esta difícil decisión» como consecuencia de «la premura económica» por la que atraviesan.

Este contexto es el que habría llevado a Antonio Gómez Cantero a promover esa auditoría externa que financiarán los demás obispos españoles, más allá de las pesquisas propias, tal y como relata a los curas en la citada misiva, movido tanto «por el desconcierto creado» ante las «distintas interpretaciones de la realidad» que se han ofrecido, así como por «la constante afirmación de Don Adolfo que lo que se dice sobre los asuntos económicos no corresponde a la realidad y que se le está haciendo una gran injusticia».