Opinión

La familia, ¿por qué?

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Desde 1994 los papas – Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco- convocan cada tres años una Jornada Mundial de la Familia. La última ha sido clausurada ayer por Bergoglio con una Eucaristía celebrada en la Plaza de San Pedro y tenía como lema “El amor familiar, vocación y camino de santidad”.

El lanzador de la iniciativa el santo papa polaco, acuñó esta afirmación: “en la familia se fragua el futuro de la humanidad”, sintetizando una verdad que la historia y la sociología confirman. Siguiendo este razonamiento Bergoglio ha asegurado que no estamos viviendo una época de cambios sino un cambio de época.

Y es lo que está sucediendo en el ámbito familiar. La familia ya no es, como lo fue en el pasado, la tradicional unión de un hombre y una mujer que se casan, procrean, alimentan y educan a hijos y nietos. Hoy esa realidad es multiforme, plural, adjetivada de formas muy distintas que reflejan concepciones diversas de la institución familiar.

Nadie podrá discutirle a la Iglesia el derecho a tener y defender su propia visión de la familia. La sintetiza así el Catecismo de la Iglesia Católica: “Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia…creando al hombre y a la mujer Dios ha instituido la familia humana y le ha dotado de su constitución fundamental”.

Pero la Iglesia no puede cerrar los ojos y no ver que muchas parejas cristianas han entrado en crisis, se han separado o divorciado e incluso han vuelto a casarse civilmente. En los dos sínodos convocados por el papa argentino se planteó el problema de la actitud de la Iglesia ante estos casos a veces muy dramáticos. La solución aceptada es que hay que acoger y acompañar fraternalmente a esas familias; el tema más discutido fue su acceso o no a los sacramentos. Y en su Exhortación Apostólica “Amoris laetitia” Bergoglio apostó por un discernimiento caso por caso.