Opinión

Parejas abiertas

Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoirlarazon

En estos días donde la prensa del corazón anda llena de celos, maremágnums emocionales, infidelidades y perdones, no son pocos los españoles que se han preguntado a sí mismos: ¿Perdonarías una infidelidad? ¿Dos? ¿Tres?

Dicen los expertos que si las parejas establecen unas reglas y son aceptadas por ambos, luego no se pueden pedir explicaciones; pero también que son muy pocas las personas que pueden soportar las relaciones abiertas.

En el caso paradigmático de Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, parece que ella tardó cierto tiempo en asimilar eso de los «amores esenciales» y los «amores tangenciales» que le proponía el filósofo.

También que, aunque luego cogió carrerilla en eso de la «tangencialidad», nunca soportó del todo la perpetua necesidad de su amado de trasladarle todos y cada uno de los detalles de las relaciones que mantenía con las otras mujeres, y sin escatimar el más ínfimo. «¿Es que me lo tienes que contar todo?», preguntaba ella tratando de evitar el relato pormenorizado.

Pero él se empeñaba en hacerlo y en convencerla de que precisamente la «grandiosidad» de su «amor esencial» residía entre ellos en compartir hasta la última minucia respecto a todo lo que cada uno de ellos hacía «tangencialmente».

Amar bien es muy difícil. Y hay parejas como la de Allen Ginsberg y Peter Orlovsky que demuestran que, a veces, las parejas abiertas funcionan.

Su caso, además, siendo el primero homosexual y el segundo heterosexual, ambos con relaciones fuera de la pareja, pero también dentro de la suya, y una historia de amor que duró toda la vida y estuvo llena de inspiración de ida y vuelta, demuestra que no se puede juzgar lo que hace el otro (bastante tenemos con lo nuestro) y que se ama a las personas y no a los sexos.