Religión

«¡Dejen de asfixiar a África! No es una mina que explotar»

Francisco arranca su viaje a República Democrática del Congo con un rejonazo a «la avaricia» occidental

Francisco a bordo del papamóvil en su llegada a Kinshasa
Francisco a bordo del papamóvil en su llegada a KinshasaVATICAN MEDIA HANDOUTAgencia EFE

Francisco no es amigo de andarse con paños calientes. Lo demostró nada más aterrizar en Kinshasa, su primera parada dentro de su cuarta gira africana que arranca en la República Democrática del Congo y que le llevará también a Sudán del Sur. Lejos de lanzar una plegaria abstracta en favor de la paz, reivindicó que «África sea protagonista de su propio destino», ante las autoridades, el cuerpo diplomático y representantes de la sociedad civil en el Palacio de la Nación. «Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear», sentenció un Papa que ha hecho de la Doctrina Social de la Iglesia un báculo de referencia en su pontificado.

El pontífice argentino no dudó en tomar la realidad congoleña como reflejo de todo el continente negro, «golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago». Una expresión tan coloquial como dura, reflejo de que se trata de un discurso escrito de puño y letra por Jorge Mario Bergoglio. Echando la vista atrás, reclamó que «el mundo recuerde los desastres cometidos a lo largo de los siglos en detrimento de las poblaciones locales y no se olvide de este país y de este continente».

Y no se detuvo en una queja superficial, sino que desarrolló su propia tesis del ocaso de este país «abundantemente depredado»: «Tras el colonialismo político, se ha desatado un ‘colonialismo económico’ igualmente esclavizador». Bajo la mirada del pontífice argentino, «se ha llegado a la paradoja de que los frutos de su propia tierra lo conviertan en ‘extranjero’ para sus habitantes». A renglón seguido, clamó ante «un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca».

Resultaba inevitable que en el país que acoge el 80 por ciento de las minas de coltán del mundo, el mineral indispensable para fabricar los móviles, Francisco se quejara de que «el veneno de la avaricia ha ensangrentado sus diamantes». «No podemos acostumbrarnos a la sangre que corre en este país desde hace décadas, causando millones de muertos sin que muchos lo sepan», expuso con rostro serio.

A esta denuncia sobre el saqueo internacional al que es sometido el país, animó a la población congoleña a empoderarse: «Levántate, vuelve a tomar en tus manos, como un diamante puro, lo que eres, tu dignidad, tu vocación de proteger en armonía y paz la casa que habitas». «Su país realmente es un diamante de la creación; pero ustedes, todos ustedes, son infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda brotar de este suelo fértil», añadió.

Ante el presidente, Félix Antoine Tshisekedi Tshilombo, se compadeció de una nación «atormentada por la guerra» que «sigue sufriendo, dentro de sus fronteras, conflictos y migraciones forzosas, y continúa padeciendo terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación». Consciente de este complejo contexto en el que se mueve, Francisco planteó que «la violencia y el odio no tengan ya cabida en el corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y anticristianos que paralizan el desarrollo y hacen retroceder, hacia un pasado oscuro».

En esta misma línea, planteó como vías de salida la apuesta por «una diplomacia del hombre para el hombre», por la educación de las nuevas generación y por «que los procesos de paz que están en marcha, los cuales aliento con todas mis fuerzas, se apoyen en hechos y que se mantengan los compromisos».

En medio del rapapolvo global, Francisco también tuvo palabras de agradecimiento para «los países y organizaciones que proporcionan una ayuda sustancial en este sentido, contribuyendo a combatir la pobreza y las enfermedades, defendiendo el estado de derecho y promoviendo el respeto de los derechos humanos».

No se olvidó en esta primera alocución de reivindicar el cuidado de la tierra. El primer Papa que convirtió la conversión ecológica en magisterio católico, reclamó «ayuda para combatir el cambio climático y el coronavirus», a la par que «modelos sanitarios y sociales que respondan no sólo a las urgencias del momento, sino que contribuyan a un efectivo crecimiento social».

Con esta primera toma de contacto en República Democrática del Congo, hoy Francisco comenzará con su agenda propiamente pastoral con una misa multitudinaria que se celebrará en el aeropuerto de Ndolo. Por la tarde tendrá lugar el encuentro con las víctimas del oriente del país, castigado por una inseguridad tal que hizo que se borrara del plan de visitas del Papa, cuando sí estaba previsto en su intento frustrado de viajar el pasado verano.

Esta cita tendrá lugar en la nunciatura apostólica, al igual que el encuentro con representantes de organizaciones benéficas que colaboran en el país. «A mí también me hubiera gustado ir a Goma, pero con la guerra no se puede ir. Solo serán Kinshasa y Juba», se lamentó el Papa sobre el destino frustrado en el saludo a los periodistas con los que compartió vuelo desde Roma.