Ciencias humanas
Edición Genética: Cuando la ciencia se teme a sí misma
La eliminación de enfermedades gracias al «corta y pega» de genes es la noticia científica del año. Pero, ¿cuáles son los límites a traspasar? Una de las propias creadoras de la técnica ha expresado sus dudas
La eliminación de enfermedades gracias al «corta y pega» de genes es la noticia científica del año. Pero, ¿cuáles son los límites a traspasar? Una de las propias creadoras de la técnica ha expresado sus dudas.
Jennifer Doudna es una de las «madres» de la técnica CRISPR de edición genética. Junto con otros científicos mejoró la tecnología imaginada antes por biólogos como el español Francisco Mojica para convertirla en una herramienta capaz de «cortar y pegar» genes. Anteayer, esta tecnología dio a conoce al mundo su mayor avance, un hito histórico, al demostrarse que permite corregir los defectos de un gen implicado en la miocardiopatía hipertrófica dentro de un embrión humano. Es la primera vez que se logra algo similar con las tasas de éxito que anteayer se reportaron. La noticia, ya saben, dio la vuelta al mundo. Jennifer Doudna debería estar feliz.
Pero no lo está tanto. Doudna es una de las muchas personalidades de la ciencia que han arrojado sus dudas sobre el avance de las técnicas de edición genética. «Me pregunto si, llegados a esta fase de desarrollo, debemos seguir utilizando CRISPR en esta dirección», ha declarado. «Es una cuestión con demasiadas aristas, demasiados debates abiertos. ¿Cómo debe usarse? ¿Cuáles son los límites que no debemos superar? ¿En qué circunstancias debe prohibirse?». Doudna tiene muchas dudas: «Necesitamos respetar las recomendaciones de los comités de ética: hay que abstenerse de manipular la línea germinal de un ser humano hasta alcanzar un consenso sobre la verdadera dimensión de esta ciencia».
La Academia de las Ciencias de Estados Unidos debatió sobre el uso de la edición genética en vía germinal a principios de año. Los avances como el presentado esta semana suponen la modificación de la información genética de un individuo para siempre y para que sea traspasada a todas las generaciones descendientes de él. Los cambios son irreversibles de manera espontánea. La Academia estadounidense prefirió recomendar que no se avanzara en los ensayos clínicos en línea germinal humana hasta que el debate haya sido más profundo. «Hace falta una tremenda cantidad de investigación aún antes de proceder en pasos como la creación de embriones o la gestación de individuos modificados».
Pero la ciencia sigue avanzando inexorablemente. Existen muchos obstáculos técnicos que nos mantienen aún lejos de que el debate esté resuelto. El primero, quizás el menos grave, es la aplicabilidad de la tecnología. Lo que acaba de anunciarse al mundo es una futura solución para un limitado número de personas: aquellas que presentan heterocigosidad, en las que el embrión porta una copia correcta del gen que quiere modificarse. Eso reduce mucho las expectativas de curación. Los expertos creen que, en casos de homocigosidad –cuando el embrión porta dos copias defectuosas–, la técnica se vuelve mucho más compleja. De hecho se ha detectado que, en estos casos, los mecanismos de reparación celular responden de manera diferente, lo que convierte la técnica en una fuente considerable de incertidumbre.
Las dudas técnicas son grandes. Pero no insalvables, al fin y al cabo, si algo sabemos a ciencia cierta es que la tecnología avanzará para resolverlas tarde o temprano.
Más complicado parece saldar las dudas éticas. Primero, porque para llegar a mejorar la tecnología habrá que seguir trabajando con embriones humanos. En España, por ejemplo, está prohibido «fabricar» embriones con fines experimentales. Y no hay otro modo conocido de lograr que la tecnología CRISPR en línea germinal mejore. Hay que fertilizar miles de células sexuales humanas, estudiar con ellas y, luego, desecharlas.
El segundo factor de incertidumbre es el propio concepto del trabajo. Modificar la línea germinal supone intervenir en el destino genético de una estirpe: la del primer individuo que nazca mediante esta técnica y el resto de sus descendientes. La Unesco ha pedido limitar esta posibilidad. La Convención para la Protección de los Derechos y la Dignidad del Ser Humano, en la Convención de Oviedo, especifica que «la intervención que busca modificar el genoma humano sólo debe llevarse a cabo con fines preventivos, diagnósticos y terapéuticos y sólo si esa modificación no se continua en la descendencia del individuo». Más tarde, el International Summit on Human Gene Editing confirmó: «La edición en línea germinal sería irresponsable a menos que se haya garantizado la eficacia y la seguridad de la técnica de manera inequívoca».
Nada de eso está garantizado aún. Por eso, nadie piensa en que los embriones obtenidos esta semana, libres del gen de la miocardiopatía hipertrófica, pudieran ser implantados en una mujer y concebir seres humanos. Pero, entonces ¿por qué se siguen desarrollando estas investigaciones? ¿Ha llegado el momento de echar el freno y reflexionar? Posiblemente, estamos ante el caso de avance científico que más controversia genera entre los propios científicos... ¿quién va a ponerle el cascabel de la ética al gato del desarrollo?
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