Santiago de Chile
«El telescopio ALMA es como estar entre el espacio y la Tierra»
«ALMA es como estar a medio camino entre el espacio exterior y la Tierra», asegura Pierre Cox, el director de este observatorio astronómico, el mayor radiotelescopio del mundo, que este martes anunció la instalación de la última de sus 66 antenas.
«Hay muy poca gente capaz de trabajar con estas máquinas de alta tecnología a 5.000 metros de altitud», afirma este científico francés.
«No creo que existan muchos lugares como éste en el mundo tan elevados, tan secos y que tengan una superficie tan grande para mover las antenas. Hay buenos lugares en el Tíbet, pero no son tan planos», explica en una entrevista concedida a Efe.
Cox sostiene que ALMA (Atacama Large Millimeter/Submillimeter Array), asentado en el norte de Chile, abre una nueva ventana al cosmos que puede descubrir secretos que ni siquiera imaginamos.
«Creo que lo más interesante son las cosas que no esperamos ver y que podemos descubrir de forma inesperada», añade este investigador, convencido de que algún día ALMA será capaz de detectar las primeras galaxias que se formaron en el universo.
Aunque fue inaugurado oficialmente en 2013, ALMA comenzó a construirse en 2003 en el llano de Chajnantor, a 1.500 kilómetros al norte de Santiago.
El observatorio contiene los radiotelescopios más rápidos del planeta y también los más silenciosos. Por eso, «hay que sacar lo máximo de ello, hacerlos eficaces», señala Cox.
Este observatorio escudriña el universo usando radiotelescopios, lo que le permite detectar las longitudes de onda milimétricas y submilimétricas, aproximadamente mil veces más largas que la luz visible.
«Aquí todo se hace de manera digital. Puedes combinar cada antena y receptor de señal en la posición precisa y después combinarlas entre sí» para que operen a modo de interferómetro y puedan escrutar el universo más frío y lejano, subraya.
La construcción de este complejo, que equivale a un telescopio de 14 kilómetros de diámetro con una resolución 100 veces superior a la de cualquier otro, supuso una inversión de 1.400 millones de dólares.
Los científicos pueden así estudiar el origen del Universo, hace unos 14.000 millones de años, cómo se expandió y cómo nacieron las estrellas y galaxias.
«Una observación lleva mucho tiempo. Realmente estás muy poco en la fuente que te interesa estudiar y mucho más calibrando y preocupándote de que todo apunte en la dirección correcta», indica Cox.
«Hay eventos, como la inversión de rayos gamma, que tienes que medir de manera inmediata, porque la intensidad desciende en un periodo muy corto», explica el director del centro astronómico.
«El objetivo es que aproximadamente el 80 % de las antenas estén funcionando al mismo tiempo», agrega.
Un claro ejemplo de que ALMA es el mejor radiotelescopio del mundo en estos momentos es la cantidad de solicitudes que recibe para acceder a su uso, que ronda las 1.200 al año, aunque esta cifra aumenta progresivamente.
En ocasiones, los científicos tienen que saltarse el plan fijado para los trabajos de observación.
«Esto ocurre cuando son cosas urgentes, como la explosión de una supernova o un cometa que no se había detectado. Es una forma de dar flexibilidad al proceso», señala el director.
Pero en ALMA no dan abasto y por eso habitualmente nueve de cada diez solicitudes que les llegan de las universidades y centros de investigación de todo el mundo tienen que ser rechazadas.
«La competencia es atroz», concluye Pierre Cox.
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