Agencia Espacial Europea

Europa ya puede ir y volver del espacio

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Jorge Alcalde. La Agencia Espacial Europea lanza su primer vehículo capaz de regresar con éxito a la atmósfera

Con algo de retraso (casi tres cuartos de hora más tarde de lo previsto), el Vehículo Experimental Intermedio IXV de la Agencia Espacial Europea despegó ayer desde la plataforma de lanzamiento de Kouruo en la Guayana Francesa. No habían dado las tres de la tarde en la Península Ibérica. 40 segundos después del lanzamiento, la responsable de la misión confirmaba que la trayectoria de la nave era la correcta. Europa había cumplido la primera fase de su próximo y ambicioso proyecto en exploración espacial: contar con su propio vehículo de transporte al cosmos que pueda reentrar de nuevo a la atmósfera y regresar a la Tierra con cargamento o tripulación humana a bordo. Con él, el Viejo Continente pretende dejar de ser dependiente de Rusia o Estados Unidos en el menester de enviar seres humanos a misiones más allá de la atmósfera.

La misión de ayer sólo era una prueba. Se trataba de situar al IXV a 420 kilómetros del suelo, la altura a la que vuela la Estación Internacional, y dejar que regresara a nuestro planeta rompiendo la barrera de la atmósfera para posarse en algún lugar accesible del océano Pacífico. Y el objetivo se cumplió.

La nave despegó correctamente impulsada por el lanzador Vega, un cohete de 30 metros de longitud y 138 toneladas de peso, y a 348 kilómetros de la Tierra se separó de su nodriza para seguir viaje en solitario de 100 minutos de duración.

El vehículo IXV es especial. Al contrario de lo que ocurre con otras propuestas como la estadounidense Orion, éste no tiene alas. Es el propio fuselaje de la nave, con una curiosa forma de supositorio con aletas, el que sirve de sustentación en vuelo. Pesa cerca de 2.000 kilos, se extiende a lo largo de cinco metros y tienen una capacidad de maniobra inédita hasta ahora en este tipo de vehículos previamente diseñados por estadounidenses, rusos y chinos.

El propio director general de la Agencia Espacial Europea, Jacques Dordain, recordaba hace unos días que nuestro continente llega tarde a la carrera de los vehículos de transporte espacial. Ser los cuartos en la materia no es para vanagloriarse. Sin embargo, las peculiaridades del IXV pueden compensar la tardanza. No es probable que se utilice para llevar a seres humanos a otros lares (quizás Europa no esté a corto plazo en esa guerra), pero es idóneo para visitar otros cuerpos celestes como la Luna o Marte, recoger muestras de ellos y traerlos de vuelta a los laboratorios en tierra firme.

En el programa que ayer culminó su primer paso con éxito participan siete países, incluido España, que han invertido 150 millones de euros. Todos los inversores siguieron con la respiración contenida algunos de los momentos críticos de la prueba.

Por ejemplo, el lapso de 40 minutos en el que el contador de tiempo previo al lanzamiento se detuvo en rojo. Ciertas dudas sobre el funcionamiento de algunos elementos de telemetría aconsejaron detener la ignición. Los ingenieros de la ESA tenían una ventana de lanzamiento de algo más de una hora y 40 minutos, el tiempo en el que las condiciones son las adecuadas para colocar la nave en órbita. De haber superado ese tiempo, la misión tendría que haberse pospuesto. No fue así.

Otro momento crítico del viaje fue la reentrada a la atmósfera. En esa fase, el aparato fricciona contra los gases de nuestro manto protector a una velocidad de 7,5 kilómetros por segundo (unos 27.000 kilómetros a la hora), lo que genera temperaturas de cerca de 1.700 grados. En esas condiciones, las aletas y los propulsores del aparato debe orientarlo hacia el punto de recogida, en el océano Pacífico, a unos 3.000 kilómetros al oeste de las islas Galápagos. La operación se realizó sin problemas aparentes y dentro de algo más de un mes conoceremos los datos obtenidos por más de 300 sensores sobre ese momento culminante de la reentrada.

En palabras del jefe de proyecto de la misión, el italiano Giorgio Tumino, «la reentrada era nuestro principal quebradero de cabeza». Europa ha demostrado ser muy buena enviando naves al espacio, tenemos las mejores lanzaderas y un gran conocimiento de cómo operar sistemas en órbita. Pero estábamos algo menos preparados para lidiar con la vuelta a casa. El vuelo de prueba de ayer era fundamental para mejorar en ese aspecto. Las simulaciones por ordenador y los cálculos físicos en laboratorio no son suficientes: si se quiere aprender a reentrar a la atmósfera, es necesario probarlo en la propia piel de un vehículo no tripulado. Aunque cueste 150 millones el intento.

El IXV llega en un momento complicado. La NASA ya probó hace unos meses su propio vehículo de ida y vuelta, el Orion. China compite duramente por monopolizar los viajes espaciales con la cápsula Shenzhou y empresas privadas como SpaceX ya tienen avanzados sus proyectos en la misma línea. Para colmo otros actores como Japón (con su nave Hayabusa para recoger muestras de asteroides) o India (que el año pasado probó el vehículo orbital ISRO) buscan su parte de pastel.

Desde ayer, Europa ha dejado claro que también cuenta para el juego de ida y vuelta. Aunque quizás ya haya demasiados tahúres en la mesa.