Salud
¿La comida es una droga?
Un estudio de la Universidad de Granada demuestra que los alimentos pueden producir síndrome de abstinencia, una sensación más propia de sustancias fuertemente adictivas.
¿Se puede ser adicto a la comida? En realidad, la ciencia no lo ha tenido muy claro hasta ahora. Es cierto que la humanidad experimenta un fenómeno inédito en la historia: nunca antes el número de personas excedidas de peso había superado al número de personas desnutridas. Tenemos un claro problema de reparto de la comida y, en las sociedades opulentas, comer es algo más que una función fisiológica. Pero ¿es una adicción?
Un reciente estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Granada parece demostrar que sí: que comer en exceso puede considerarse un actividad adictiva y que limitar la ingesta de comida, en algunos casos, conduce a experiencias similares al síndrome de abstinencia. De hecho, la investigación ha hallado que la abstinencia nutricional activa diferentes zonas del cerebro según el sujeto afectado sea más o menos obeso.
Es decir, que la tendencia a querer comer más puede que esté más arraigada en las personas que tienen sobrepeso que en las que no lo padecen, convirtiendo el hábito de comer en una suerte de círculo vicioso: como más, tengo más sobrepeso, afloran más las ganas de comer...
Quizás eso pueda explicar por qué la obesidad es una de las patologías más difíciles de controlar en las sociedades contemporáneas. A pesar de los empeños de las autoridades sanitarias en tratar el sobrepeso como una prioridad y la evidencia incontestable que relaciona esta condición con el aumento del riesgo de padecer un montón de patologías, ninguna política preventiva ha logrado que se invierta la curva de crecimiento del número de obesos en el mundo. ¿Será que comer de más es una droga?
Lo cierto es que conocemos todavía muy poco sobre los secretos mecanismos neuronales de la pulsión de comer. Pero estudios muy recientes y controvertidos han sugerido que algunas partes de nuestro cerebro que nos impulsan a alimentarnos compulsivamente son las mismas que se activan cuando se consumen algunas drogas.
Y eso quizás indique que la terapia utilizada para dejar de comer pudiera ser similar a la que se usa en adicciones como el alcoholismo. Para tratar de aclarar este asunto, un equipo de científicos de la Universidad de Granada y de la Universidad Monash de Australia han diseñado un interesante experimento. Se reclutó a 39 personas obesas y a 42 personas sin sobrepeso y se les dio de comer una comida tipo buffet. Tras la comida, todos pasaron por un aparato de Resonancia Magnética donde se analizó su cerebro mientras veían fotos de alimentos muy apetecibles. La idea era estimular de nuevo el apetito, generar una especie de síndrome de abstinencia de la comida. Las pruebas demostraron que la visión de las imágenes estimulaba diferentes partes del cerebro en las personas obesas y en las personas con peso ideal.
En el caso de los sujetos con exceso de peso, se les activaban las conexiones neuronales de núcleo caudado dorsal y del córtex somatosensorial. Estas dos áreas cerebrales están íntimamente relacionadas con los mecanismos de recompensa neuronales. En el otro grupo, estas regiones no se activaban tanto. Tras varios meses de estudio, durante los que se midió el índice de masa corporal de los sujetos, se descubrió que hasta el 11 por ciento del incremento de este índice puede ser predicho mediante el estudio del cerebro de los pacientes. Es decir, analizar la conectividad neuronal de las regiones citadas podría ser un dato predictor del riesgo de que una persona sea obesa en el futuro.
Hasta ahora, se había estudiado el efecto de algunos neurotransmisores relacionados con el sistema de recompensa de cuerpo humano en la adicción a la comida. La dopamina es uno de ellos. Un estudio del Instituto Nacional de Drogas de Estados Unidos descubrió que las personas con mayor debilidad hacia el chocolate presentaban más actividad en los receptores de esta sustancia.
Pero catalogar la alimentación excesiva como una adicción sigue siendo problemático. El trabajo de los científicos de Granada podría ayudar a que la comunidad científica termine de decidirse.
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