Programas espaciales
La misión fallida con la que China trató de enviar perros al espacio
Seleccionaron a dos canes entre un centenar de mascotas entrenadas en un circo
Little Leopard y Shan Shan, de tres años, fueron sometidos a durísimas pruebas, que un humano no habría superado, para tratar de obtener datos sobre cómo afectaba el despegue al organismo de los tripulantes. ambos sobrevivieron.
La perra Laika fue el primer ser vivo en orbitar la tierra. Fue lanzada a bordo de la nave espacial soviética Sputnik 2 el 3 de noviembre de 1957. El can murió por sobrecalentamiento por un fallo en la nave. En ese momento, China se puso a trabajar para intentar lograr con éxito enviar a dos perros al espacio en 1966. Con motivo del año del perro, la Academia de Ciencias de China reveló el contenido del proyecto, que ha sido recogido por el diario "South China Morning Post", y que ha revelado los detalles de la operación, en la que Little Leopard y Shan Shan aspiraban a lograr lo que no pudo hacer Laika, sobrevivir al lanzamiento.
Para ello, las autoridades chinas comenzaron a trabajar en el proyecto en una base militar secreta. En primer lugar, había que seleccionar a los candidatos. Así, más de 100 perros criados y entrenados en circos comenzaron a pasar una serie de pruebas muy selectivas. Una de ellas, la más importante, es que fueran perros bonitos. El resto fueron más duras, entre ellas, encerrarlos en una habitación con ruido de más de 100 decibelios para comprobar si serían capaces de superar el sonido de la explosión de los cohetes para el despegue. Pocos lograron superar la prueba. Little Leopard y Shan Shan, de tres años y de raza mixta, demostraron ser los más duros inteligentes y valientes del grupo.
Uno de los problemas con los que se encontraron durante las pruebas fue el miedo a las alturas de Little Leopard, que comenzó a entrar en pánico cuando fue colocado en la cápsula en un cohete el 15 de julio de 1966. Su entrenadora dijo que era muy complicado lograr llevar al animal asustado y tembloroso a la escotilla y que veía el miedo en sus ojos. La cápsula estaba situada a gran altura, como si fuera un edificio de 20 plantas, una situación a la que el animal no se había enfrentado antes. A base de tranquilizarlo y de hablar con él, logró convencerlo y Little Leopard despegó abordo de un cohete de una tonelada lleno de sensores, para observar los cambios en su respiración, circulación, frecuencia cardíaca y temperatura corporal en varias etapas del vuelo. Además, se le insertó un sensor en la arteria principal del cuello para obtener lecturas precisas del suministro de sangre al cerebro. El cohete no estaba preparado para portar a ningún ser humano, por lo que el perro sufrió un dolor indescriptible y un ruido ensordecedor durante 20 minutos.
La fuerza de aceleración era hasta 12 veces mayor que la fuerza de la gravedad (fuerza G), que impedía que el corazón del perro bombeara suficiente sangre a la cabeza. La mayoría de los humanos se habría desmayado de la escasez de oxígeno a cuatro o cinco Gs, y ningún astronauta ha experimentado más de ocho G durante un vuelo espacial.
A unos 20 km antes de alcanzar la órbita terrestre baja, la cápsula fue expulsada por el cohete a una altitud de 80 km y aterrizó en paracaídas en una montaña a unos 40 km del lugar de lanzamiento. A pesar de que los datos obtenidos no fueron buenos porque estaban distorsionados (por la fuerza G, las sacudidas violentas de la cápsula o el propio miedo del animal) Little Leopard fue recibido como un héroe.
Dos semanas más tarde, Shan Shan tuvo que sufrir la misma "tortura", pero su viaje fue peor y tampoco se pudieron obtener datos. Shan Shan también sobrevivió y ambos perros fueron devueltos a Beijing donde altos funcionarios del gobierno les otorgaron premios honoríficos. No se sabe qué pasó con los perros después de eso, cuando todo el país cayó en el caos y la violencia durante la Revolución Cultural (1966-76).
Un investigador involucrado en el programa espacial chino dijo que el país había utilizado muchos menos animales que Rusia o Estados Unidos en sus experimentos espaciales. Después de lanzar una docena de ratones y ratas y los dos perros al espacio, las autoridades decidieron no enviar más animales grandes porque los datos no eran confiables. "Se puede ver la fluctuación de los datos, pero no se puede identificar la causa exacta", dijo el investigador, que prefirió mantener oculta su identidad. "Los animales no pueden hablar, no pueden decirnos si sienten dolor o si están entrando en pánico".
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