Astronomía
Una «estrella James Dean» a 11.000 años luz de la Tierra
Puede aportar nuevos datos sobre las estrellas masivas que crecen muy rápido y mueren pronto
James Dean es el mejor ejemplo de una estrella del cine que vivió rápido, deslumbró con fuerza y murió pronto. Pero buscar su equivalente en el universo es más complicado, precisamente porque la observación pausada de los astrónomos en la inmensidad de la galaxia es incompatible con la fugacidad de una estrella.
Por eso ha llamado tanto la atención el hallazgo de un grupo de astrónomos financiados por la Unión Europea, que han descubierto a 11.000 años luz de la Tierra una “estrella James Dean”, que creció rápido y que está condenada a morir pronto, y que puede proporcionar nueva información sobre el proceso de formación de las estrellas más masivas del universo.
Esta rareza astronómica tiene ya un tamaño treinta veces superior al de nuestro Sol, pero es sorprendentemente joven en términos astronómicos, ya que se encuentra todavía en los estadios iniciales de acumular material de su nube molecular matriz. Por eso está en plena fase de crecimiento como estrella, y los científicos del proyecto DISCSIM de la UE, responsables del hallazgo, predicen que se irá haciendo más masiva hasta que alcance su edad adulta astronómica.
En este caso, y debido a que las estrellas masivas se crean de forma similar a otras estrellas mucho más pequeñas, la capacidad de observar el crecimiento de una estrella joven de esta clase a partir de un disco rotatorio de polvo y gas ofrece una oportunidad extraordinaria de contemplar el proceso por el que se creó nuestro propio Sol.
Tal y como destacan los investigadores a través de Cordis, la agencia de comunicación de la UE, no es habitual encontrar este tipo de precoces “James Dean” entre los 100 000 millones de estrellas que contiene la Vía Láctea. Es más, una estrella media como el Sol se forma a lo largo de unos pocos millones de años. En cambio, las estrellas masivas son mucho más rápidas, pues se forman en «apenas» 100 000 años.
Pero esta velocidad tiene una contrapartida, y es que estas estrellas consumen su combustible en menos tiempo; de ahí que sean, según dice uno de los investigadores, «más difíciles de descubrir en su infancia». Y de ahí, también, que se apaguen antes, en lo mejor de su existencia.
Un criadero de estrellas
La estrella estaba dentro de una región fría y densa del espacio denominada nube oscura infrarroja, que se considera un criadero de estrellas ideal, pero que tiene una desventaja: está envuelta en una espesa nube de gas y polvo que dificulta extremadamente observar cuanto ocurre en su interior empleando los telescopios convencionales.
Por eso fue necesario recurrir al telescopio Submillimeter Array (SMA) de Hawaii y el telescopio Very Large Array (VLA) Karl G. Jansky de Nuevo México, ambos en Estados Unidos, que emplean longitudes de onda de luz relativamente largas, por lo que brindan al usuario una visión de rayos X que permite atravesar la nube y ver dónde se forman las estrellas.
Una vez localizada, y empleando las huellas específicas de diversas moléculas en el gas, los investigadores midieron la cantidad de radiación emitida por el polvo frío que rodea a la estrella. De esta manera consiguieron identificar un disco kepleriano, esto es, un disco que gira a mayor velocidad en su centro que en su borde exterior (una rotación similar a la del Sistema Solar), según explica la Unión Europea. De este disco se infiere que las estrellas masivas se forman de manera similar a las estrellas de masa menor, como es el Sol.
Los investigadores de DISCSIM opinan que esta información posee utilidad de cara a obtener respuestas definitivas sobre si pueden formarse planetas durante esta fase inicial y autogravitatoria de la evolución del disco. Dado que el tema de la fragmentación del disco gravitatorio como proceso de formación de planetas se encuentra actualmente en un «estado de crisis» (en palabras de los propios investigadores) a consecuencia de unas simulaciones recientes que pusieron en tela de juicio la teoría establecida, se necesita un enfoque concluyente y cuidadosamente articulado como el aplicado en este caso.
A continuación, los investigadores pretenden observar la misma región empleando el telescopio Atacama Large Millimeter Array (ALMA), siendo éste un objetivo esencial del proyecto DISCSIM. Sus potentes instrumentos, con los que se espera poder contar antes de la conclusión del proyecto, permitirán visualizar más casos similares, y los investigadores confían en que estas observaciones permitan averiguar más sobre la fase inicial de la vida de las estrellas «pesos pesados» de nuestra galaxia.
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