Astronomía

Una mancha en el sol tan grande como cinco tierras

La NASA publica las impactantes imágenes de una «superllamarada» que se registró a millones de kilómetros de distancia. ¿Estamos preparados para la gran erupción solar?

Una mancha en el sol tan grande como cinco tierras
Una mancha en el sol tan grande como cinco tierraslarazon

La NASA publica las impactantes imágenes de una «superllamarada» que se registró a millones de kilómetros de distancia. ¿Estamos preparados para la gran erupción solar?

¿Recuerda qué estaba haciendo usted el pasado 17 de abril? Es fácil. Fue domingo, probablemente estuviera descansando en su destino de fin de semana, visitando a la familia, haciendo deporte. Quizá usted trabaje los domingos... ¿Estaba de guardia en el hospital? ¿Conduciendo su taxi? Sea lo que fuere, justo en ese momento, a millones de kilómetros de distancia, el Sol estaba generando una llamarada gigantesca. Ocurrió nada más comenzar el día y nadie se dio cuenta de ello. Salvo los científicos del Observatorio de Dinámica Solar de la NASA, que acaban de hacer públicas las pavorosas imágenes de la deflagración. A pesar de su tamaño gigantesco, los expertos han catalogado el suceso como «moderado». En concreto, le han otorgado la categoría de M6,7 en una escala que registra este fenómeno desde la B (los más débiles) hasta la X (los más fuertes). El del domingo pasado fue la décima parte de intenso que uno de clase X máxima.

La llamarada procede de un área de actividad magnética compleja del astro rey: la región activa 2529, donde desde hacía días se había generado una característica mancha solar, una especie de punto negro gigante que es heraldo de una erupción posterior. En la mancha podrían haber cabido cinco Tierras.

Una vez generada la erupción, de ella se expulsan miles de millones de partículas que cubren el espacio circundante y bañan nuestro planeta. Son partículas dañinas que, afortunadamente, no penetran el escudo magnético que nos protege. A lo sumo generan pequeñas perturbaciones en la emisión de ondas de radio. En la mayoría de los casos, el efecto más llamativo de la actividad del Sol son las bellas auroras boreales, producto de la interacción de las partículas eyectadas con el campo magnético terrestre. Pero, de vez en cuando, el fenómeno es suficientemente virulento como para causar algo más de daño.

Los astrónomos temen de la existencia de «superllamaradas» solares, 10.000 veces más potentes que la llamarada más grande que hayamos registrado. Saben que pueden ocurrir al menos en otros soles que no son el nuestro. Hace poco, los datos del Telescopio Espacial Gou Shou demostraron que el 10% de las estrellas que emiten «superllamaradas» tienen un campo magnético similar o más pequeño que nuestro Sol. Es decir, la misma estrella que nos da calor podría tener capacidad para achicharrarnos si se produce un evento de dimensiones gigantescas.

Si nuestro astro generara una «superllamarada», es muy probable que todas las comunicaciones de GPS y de radio del planeta se vinieran abajo y que las redes de suministro eléctrico dejaran de funcionar. Por fortuna, las condiciones necesarias para que se genere este cataclismo no son fáciles de repetir. De hecho, el estudio de isótopos radiactivos en los anillos de los árboles ha demostrado que en la historia reciente de la Tierra sólo se han producido dos «superllamaradas» de tal calibre: en 775 y 993 de nuestra era. En aquella época es evidente que no existía luz eléctrica ni GPS, así que los habitantes del planeta ni se dieron cuenta de lo que había pasado. Pero hoy en día, dependientes como somos de la tecnología: ¿qué efecto tendría una tormenta solar tan violenta?

Podemos hacernos una idea mirando algunos otros registros. En 1989, una tormenta solar colapsó durante unas horas el sistema de suministro eléctrico de la provincia de Quebec, en Canadá. Y eso que su virulencia fue decenas de veces menor que la de una «superllamarada». El mayor azote solar de la era moderna tuvo lugar en 1859, conocido como Evento Carrington. Aquella vez las comunicaciones telegráficas de todo el planeta se vieron afectadas y pudieron contemplarse auroras en el cielo de los trópicos.

No es fácil predecir cuándo volverá a ocurrir algo similar. Un reciente estudio de la Universidad de Nuevo México cree haber encontrado patrones de conducta regulares en los momentos previos a una llamarada. Se trata de corrientes magnéticas concretas que atraviesan el Sol como anticipo de una erupción. Quizás fuese un primer paso para lograr un sistema de detección precoz de estos acontecimientos. Mientras llega, nos debemos conformar con observar su fatídica belleza una vez ya han ocurrido e imaginar qué ocurrirá cuando la próxima «superllamarada» nos deje durante horas o días sin internet, teléfonos, televisión, radio, GPS, microondas...