Ciencia

Coleccionista de pieles

Un artista y un investigador se unen en un proyecto para crear una piel universal en la que estén presentes todas las razas del planeta. Tratan de averiguar si el problema racial que sobrevive en las sociedades se da también en las células. Su abordaje puede ser el comienzo de infinitos proyectos científicos.

Jesús Espada y Eugenio Marchesi junto al «pielario» que alberga muestras de piel de una mujer blanca y otra negra
Jesús Espada y Eugenio Marchesi junto al «pielario» que alberga muestras de piel de una mujer blanca y otra negralarazon

Un artista y un investigador se unen en un proyecto para crear una piel universal en la que estén presentes todas las razas del planeta. Tratan de averiguar si el problema racial que sobrevive en las sociedades se da también en las células. Su abordaje puede ser el comienzo de infinitos proyectos científicos.

Che abre una caja ovalada, de hierro, con aspecto futurista. Unas pequeñas luces de Led se iluminan, parpadean al son del latido de un corazón. En su interior, cuatro pequeños círculos albergan muestras de piel de dos mujeres diferentes, una blanca y una negra, a modo de relicario. El artista lo llama el «dermitransportador», sin embargo el científico del equipo le corrige con tono jocoso: «Es un pielario», dice Jesús Espada, del Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria, dentro del Hospital Ramón y Cajal. La unión de una mente artística y otra científica han conseguido crear un proyecto de bioarte, pero que busca tener repercusión en la investigación de Espada y en la de su grupo de Dermatología Experimental y Biología Cutánea. Ahora tienen un objetivo común: crear una piel universal en la que estén presentes todas las razas del planeta.

«Los planteamientos desde el arte y la ciencia son parecidos. Los dos buscan innovar», afirma Eugenio Marchesi, que en el mundo del arte y entre sus amigos se le conoce como Che. Su relación con la Dermatología surgió en un viaje a Senegal, a dónde va con asiduidad desde entonces. Allí comprobó como, al igual que en Occidente existe una obsesión por el bronceado, allí las mujeres quieren ser blancas, níveas. «Me enteré de que utilizan productos muy agresivos para blanquearse, una moda que es completamente incompatible con la vida de una mujer africana, que se pasa gran parte del día en la calle, al sol». A esta obsesión se sumó la situación social que existe en todo el mundo en la que blancos y negros aún no son iguales en algunos países y el problema de la inmigración ha abierto nuevas grietas y rechazos raciales. Fue así como nació el proyecto «Transracionalismo» mediante el que Che quería comprobar si, al margen de los melanocitos (mucho más numerosos en las pieles más oscuras), las pieles de las dos razas se diferencian en algo más. Gracias a dos voluntarias, Leire y Aigné, que permitieron que se les extrajera una pequeña muestra de la dermis, Espada pudo cultivar en su laboratorio las dos pieles y compararlas bajo el microscopio. Pero no sólo eso, también incluyeron en el muestreo la piel ennegrecida con bronceador y otra enblanquecida con productos que sólo se venden en algunos países africanos. «Se tardan entre 10 y 15 días para que un pequeño ‘punch’ de unos 4 milímetros de piel crezca en un trocito pequeño y que sea semifuncional», sostiene Espada.

Pero la idea de estas dos mentes no era sólo crear más piel, una técnica con la que el científico, que ha publicado prometedores avances en «Nature» relacionados con la calvicie, está muy familiarizado, sino ver si el problema racial que sobrevive en muchas sociedades, también se da entre células. «Comprobamos que las dos pieles, bronceadas o no, son exactamente iguales y funcionales. Es una cuestión del entorno. Durante el proceso de evolución, los grupos que se fueron al norte perdieron rapidísimo los melanocitos, algo que ocurriría de forma similar hoy», explican Espada. «Sabes, el corazón de cualquier persona no es ni negro ni blanco», añade Che. Tras el éxito de este primer proyecto de conservación de muestras de pieles que ha ayudado tanto al artista como al investigador, quieren dar un paso más y «cultivar células de tantas diversidades étnicas y raciales como podamos conseguir», dice Che con una sonrisa. Saben que es una idea mucho más ambiciosa que la primera, sin embargo, «ya tenemos a ocho voluntarios que quieren participar», insiste Espada. Y es que, a todas las personas que ceden un «cachito» de su dermis -se la suelen extraer de un lateral del abdomen, de una zona poco visible- reciben algo a cambio. «Guardamos su muestra congelada en nitrógeno por si, en un futuro, la necesitaran para algo, sobre todo con el avance que se está produciendo con las células madre», explica el investigador del Ramón y Cajal. Lo cierto es que la piel se ha convertido en una gran fuente para la creación de células madre. Hace menos de un año, un grupo de investigadores crearon una serie de fármacos que son capaces de reprogramar las células de la piel y convertirlas en células madre. Éstas, a su vez, eran capaces de diferenciarse en neuronas y miocardiocitos (células características del cerebro y el corazón respectivamente).

Para crear esa piel interracial este tándem de expertos ya tiene elaborado un protocolo de trabajo con el que podrían viajar alrededor del mundo recopilando muestras, aunque aún les falta la financiación adecuada para lograrlo. «Lo propio sería que fuera itinerante y que no sólo se recogieran pieles en cada lugar, sino también las opiniones de la gente, su visión de la diferencia de razas», afirma Che. Ya tiene en mente el itinerario perfecto: «Podríamos empezar en Bombay, luego a Hong Kong para tomar muestras asiáticas; saltar a Australia donde se mezclarían muestras de aborígenes y de la colonia inglesa, luego volar a Perú... y así por todo el mundo». Todo ello sería posible gracias al protocolo ya mencionado que Espada ha ideado para poder guardar muestras. «Antes del planteamiento de Che, no existía porque no habíamos tenido la necesidad de almacenar muestras y su proyecto artístico nos impulsó a crearlo. Es una contribución del arte a la ciencia».

Pero, una vez tengan todas estas muestras, ¿cuál sería el siguiente paso? «Plantearíamos una serie de cuestiones que, con los experimentos científicos que realice el equipo de Espada, podríamos responder», sostiene el artista. «Podríamos marcar con diferentes colores las células de cada raza, de cada género, y comprobar si, al igual que ocurre en nuestra sociedad, existe una competición celular y si hay un comportamiento extrapolable». «Nuestro objetivo es crear la piel de la Humanidad», dice tajante Che que ha creado, con anterioridad, varios proyectos de bioarte, siempre con la colaboración de Espada o de algún otro científico como Carlos López Otín, con cuyos ratones hizo una seríe fotográfica. «Si lo conseguimos, me gustaría ponérmela», dice el artista emocionado. Espada le mira con recelo, de esa parte del experimento no está tan convencido. «Sé que de este abordaje se pueden sacar infinitos proyectos científicos, podemos ver cómo se modifica una célula si le cambiamos el núcleo y demostrar un protocolo que he creado de regeneración cutánea que, si es tan efectivo como parece en las primeras pruebas, se podría utilizar para cicatrizar grandes heridas, e, incluso, para quemados”, argumenta Espada. Ya están list