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Alberto Savorana: «Don Giussani enseñó al Papa a ser mejor cristiano»
Tras años al lado de una de las figuras más importantes del último siglo en la Iglesia católica y en Italia, recorre en una monumental obra de 1.200 páginas, documentos inéditos incluidos, la vida y obra del fundador de Comunión y Liberación.
Tras años al lado de una de las figuras más importantes del último siglo en la Iglesia católica y en Italia, recorre en una monumental obra de 1.200 páginas, documentos inéditos incluidos, la vida y obra del fundador de Comunión y Liberación.
Sucedió hace apenas ocho años y medio. Alberto Savorana, periodista de prestigio en Italia, cena con un grupo de amigos entre los que está Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación, que le lanza un desafío: escribir la biografía de su predecesor y fundador de la fraternidad, Luigi Giussani, a quien el periodista había servido como estrecho colaborador. «Me preguntó si me atrevía. Para mí fue una sorpresa absoluta, también porque yo me había hecho el propósito de no ocuparme de la historia de Giussani. Si quieres, por pudor y conciencia de mis límites; si quieres, porque 20 años de mi vida personal y profesional los compartí con él», reconoce. Pero aceptó. El resultado es «Luigi Giussani. Su vida» (Ediciones Encuentro), con más de 1.200 páginas, de las que 200 son notas.
–Es una obra monumental. Imagino que fruto de un trabajo ingente...
–Además de todos los documentos que escribió mientras colaboré con él sus libros, tuve que leer otros miles de artículos, intervenciones y conferencias. Hay muchas que son inéditas y me han servido para descubrir momentos de la vida de don Giussani que sólo conocía de oídas. Tuve ante mí documentos que confirmaban todo lo que él me había contado.
–¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
–La primera parte de su vida, que casi nadie conoce. Su vida de familia, la marcha al seminario con diez años, su experiencia allí. De esta etapa encontré un artículo de 1941 que dedica a los jóvenes que van a empezar el Liceo en el que lo narra. Luego fue muy interesante también reconstruir la vida de sus padres. Su padre era un socialista no creyente que tenía dos preocupaciones: la justicia social y que su hijo usara la razón. Fue un hombre con un gran gusto por la belleza y eso se nota después en don Giussani. Nunca le abandonaron esas tres cosas: la belleza, el uso de la razón y el ansia de la justicia.
–¿Le marcó alguna figura en concreto durante esa época?
–Gaetano Corti, su maestro. Le cautivó desde el primer día de clase, cuando le explica el Evangelio de San Juan. Será luego como un padre que lo introduce en la belleza del cristianismo; no como doctrina, teoría o regla, sino en tanto una experiencia de vida. Junto a Corti están sus compañeros, dos en particular: Enrico Manfredini y Luchino Visconti. Con ellos empieza un pequeño movimiento en el seminario para responder a la pregunta de la relación entre Cristo y la literatura o las matemáticas, por ejemplo.
–¿Qué puede aportar Giussani a la sociedad actual?
–Hace un juicio certero sobre el hombre y la fe hoy. Para Giussani, la fe es una respuesta a las preguntas del hombre, ofrece un significado a la vida, una belleza y verdad. Además, sus enseñanzas conmueven a mucha gente, creyentes o no. Durante la presentación del libro en Italia me acompañaron ponentes que no tenían fe ni pertenecían a la Iglesia, personas que podían sentir extrañas las palabras de don Giussani, pero no; todos reconocían que tenía algo que decir y que les había ayudado en su vida personal. Incluso un personaje de la izquierda comunista se descubrió ante el fundador de Comunión y Liberación diciendo que, mientras él había sacrificado todo a la ideología y la organización, Giussani, durante los mismos años, se dedicaba a la persona. «Él había nacido de la luz; nosotros y nuestro partido, no», dijo.
–¿Y para la Iglesia?
–Es un ejemplo de cómo vivir el cristianismo de un modo persuasivo, interesante, atractivo para los hombres y las mujeres, los jóvenes y los adultos de hoy. Al principio, generó tensiones y envidias, pero hoy su propuesta se ha aceptado. Juan Pablo II y Benedicto XVI tuvieron un contacto muy cercano con él. Con Francisco ya no coincidió, pero el hoy Papa había leído todos su libros cuando era arzobispo de Buenos Aires. Incluso reconoció que esos escritos le inspiraron su reflexión, le ayudaron a rezar; en definitiva, le enseñaron a ser mejor cristiano.
–Giussani y Francisco, ¿tienen algún rasgo en común?
–La atención absoluta a la persona concreta y la certeza de que Cristo es la respuesta que busca el hombre. Lo vi en Giussani y lo veo en Francisco. Es el ansia de encontrar el hombre de hoy, pero no en abstracto, sino al hombre.
–Como el Papa, tenía un gran poder de atracción, ¿no?
–Suscitaba un atractivo e interés únicos. Cuando estabas con él, te sentías el centro del mundo, porque, para él, el mundo era lo que tenía delante en ese determinado momento. Cuando veo al Papa que aprieta una mano, abraza o besa a un niño, lo hace a esa persona en concreto, que es Cristo que quiere ser besado y abrazado. Eso les acerca mucho.
–En el libro hay un capítulo dedicado a España. ¿Qué relación tiene con nuestro país?
–Sorprendente. Nace por casualidad, cuando se encuentran en Milán Luigi Giussani y José Miguel Oriol, que queda prendado de él. Luego se suceden las visitas a España, que son la semilla, pues nunca tuvo pretensiones de expansión, de la presencia hoy de Comunión y Liberación.
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