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Alejandra Andrade: «No me metería en una guerra por nada»

Alejandra Andrade / Periodista. Acaba de terminar la temporada de «En tierra hostil», que presenta junto a Jalis de la Serna, con audiencias inéditas para un espacio de información en «prime time»

Alejandra Andrade
Alejandra Andradelarazon

Acaba de terminar la temporada de «En tierra hostil», que presenta junto a Jalis de la Serna, con audiencias inéditas para un espacio de información en «prime time»

Es la imagen de la dureza periodística camuflada detrás de una gran sonrisa y una inquebrantable determinación. Se ha adentrado en algunos de los lugares más peligrosos del mundo para su profesión y su condición de mujer, pero no duda cuando se trata de dar a conocer al mundo realidades que nos son ajenas. Hoy, con la temporada acabada, se dedica a ella y a los suyos.

–¿Hay vida para Alejandra Andrade antes de «Callejeros»?

–Sí. Estudié en el CEU y empecé a trabajar muy pronto. Estuve en Eurosport París, aunque no tenía ni idea de deportes. Luego tuve suerte y me cogieron de becaria en segundo de carrera en El mundo Televisión para hacer «Al descubierto». Después me ofrecieron quedarme contratada para el siguiente proyecto con Telemadrid y Juan Ramón Lucas, «Todo Madrid». Se terminó éste y me fui a trabajar para «Diario de», y cuando llevaba allí un mes me llamaron de Antena 3 para hacer «7 días y 7 noches», y de ahí a «Callejeros».

–Al igual que a su compañero Jalis de la Serna, ¿le pierden los reportajes de denuncia social?

–Siempre. Me remito a «Callejeros» porque estuvimos ocho temporadas. Hemos hecho reportajes denunciando algo o mostrando una realidad que la gente no ve o que no se puede ver fácilmente. Más que apostar por los Derechos Humanos se trata de reflejar injusticias, situaciones que hay que cambiar y que quizá enseñándolas se pueda conseguir.

–Parte importante de su trabajo son las consecuencias, ¿son conscientes de que cambian cosas?

–En «Callejeros» íbamos a un barrio y mostrábamos lo mal que estaba, y luego el Ayuntamiento decidía que no podía estar eso así. O casos de personas que vivían en unas casas infrahumanas, y las autoridades decidían acabar con esa barriada. Nunca pensamos que gracias a «Encarcelados» pasasen cosas como las de Lola, que fue liberada, o que trajeran presos a España, cosa que siguen haciendo por el programa.

–Pero, ¿es suficiente?

–No, deberían cambiar más cosas. Es verdad que es un triunfo que de 10 reportajes que hagas con uno consigas modificar injusticias. Pero hay realidades que siguen ahí. Por ejemplo, hice mil grabaciones de la Cañada Real hace ocho años y está exactamente igual.

–Por lo que podemos ver en sus reportajes, ¿es la droga el gran negocio ilegal que mueve el mundo?

–Vivimos en una sociedad bastante hipócrita; parece que son temas que nos tocan muy de lejos, cuando España es, después de EE UU, el mayor consumidor de cocaína del mundo. Los fines de semana, a cualquier discoteca que vayas, ves a gente que va al baño a ponerse rayas. Y para que la droga entre en nuestro país pasan cosas tan dramáticas como que en México se estén violando los Derechos Humanos o que en Colombia haya sicarios asesinándose entre ellos. Me parece uno de los mayores problemas del mundo.

–¿Y piensan analizar esa conexión entre España y los países conflictivos?

–A mí me gustaría. Es verdad que «En tierra hostil» tres de los reportajes están enfocados al narcotráfico: Colombia, uno de los mayores productores del mundo y México, que está en medio de EE UU, el mayor distribuidor. El formato es buscar a los españoles en lugares conflictivos y a través de ellos se cuenta la realidad, la acercamos a nuestro país. En la pieza posterior de las claves sí que se analiza más ese vínculo.

–Visto lo visto, ¿dónde se compraría una casa de veraneo?

–(Ríe)En Río de Janeiro sí me atrevería.

–Siempre expresó su deseo de conocer Tijuana. Después de conseguirlo, ¿qué es lo siguiente?

–Ahora hay un montón de temas que me gustaría hacer siguiendo la línea de la denuncia social. Quiero centrarme en historias concretas de personas; porque es verdad que en «En tierra hostil» son reportajes muy globales y muy sociales, pero queremos incidir en lo particular. Hay un montón de casos: en Colombia entramos en el Bronx de la ciudad, llamado Las ollas, que es uno de los mayores supermercados de droga de América Latina, y había un español, Dani, de Murcia, que nos costó tiempo encontrar y está enganchado al basuco (cocaína mezclada con bicarbonato sódico, agua, ladrillo, arena y otros productos tóxicos). Nos gustaría saber qué vida tenía este chico en nuestro país y de repente me escribió una amiga suya, impactada porque siempre fue un niño con camisa de rayas y jersey de angora, raya en el pelo y mocasines, y le habían perdido la pista hasta que le vieron en el programa.

–¿Se atrevería a ir a Siria o Irán?

–No, eso se lo dejo a Jalis. Corea se planteó para los dos, porque no es un sitio que me dé miedo; es como una visita turística. Pero yo sí que marco unos límites, por ejemplo, el Congo: me da mucho miedo África. A Siria no iría desde luego. A Irán me lo pensaría mucho, tengo dos niños.

–¿No ha pensado en aprender defensa personal?

–Estuve una temporada haciendo boxeo, pero creo que no hace falta.

–¿Se atrevería con una guerra?

–Jalis ha ido a Ucrania. Yo hice un capítulo en Venezuela, donde los índices de muertes son equiparables a un conflicto bélico. Por ejemplo, Afganistán me da bastante miedo; que me puedan poner una bomba en el hotel. En Brasil en mitad de una favela también me pueden pegar un tiro, pero creo que eso lo puedo controlar yo más. En una guerra no me metería por nada del mundo.

–¿Qué opina de la polémica con el programa sobre Corea?

–Creo que nos hemos sorprendido un poco por la repercusión que ha tenido. Estamos flipando con la audiencia que ha hecho; es increíble que un reportaje documental en «prime time» consiga esos datos en una cadena nacional. En el tema es mejor no entrar: lo que se ve es lo que hay. La única manera de entrar era a través de Alejandro, fuimos a Tarragona a hablar con él y le contamos un poco lo que queríamos hacer. Pero ya se sabe que dentro de Corea del Norte lo que se podía hacer era una visita como la de Disneyland.

–¿Qué hace ahora cuando no graba?

–Aprovecho para disfrutar de los niños estando en Madrid. El trabajo es muy concentrado los meses de grabación, aunque intento ir y venir y no hacerlo todo seguido. Es muy agradecido porque paso mucho tiempo en casa. Y entonces soy una madre normal, que hace vida normal: me voy con mis hijos al parque, cocino...

–Después de sus experiencias, ¿cómo le explica a ellos cómo funciona el mundo?

–No les digo que es maravilloso, pero sí intento transmitirles la suerte que tienen por nacer en la parte buena del mundo.