Suecia
Irene Villa: «Mi novela puede ser un buen Prozac sin acudir a las drogas»
Presenta el libro «Nunca es demasiado tarde, princesa», siete historias de superación
Siempre dibuja en su rostro una sonrisa. Con 12 años ETA quiso arrancarle la vida, le amputó las dos piernas pero no sus ganas de vivir y de luchar. Deportista, periodista, psicóloga, escritora... Dice que su vida ha sido siempre una aventura, una carrera de obstáculos que también ha tenido recompensas. Presume de su pequeño Carlos y enseña su foto en el móvil con orgullo de madre. Está convencida de que si se le sonríe a la vida, ésta te devuelve la sonrisa.
– Su tercer libro lleva por título: «Nunca es demasiado tarde, princesa». Para Irene Villa, ¿qué no es demasiado tarde?
–No es tarde para encontrar el amor, yo lo encontré con 30 años, y a mi hijo lo tuve con 33. Nunca es tarde para curarse, me ha costado lo mío, han sido 20 años de cambio de prótesis y lucha, una operación, luego otra que se complicó, bacterias, problemas... Acabo de venir ahora de Suecia con el tornillo del fémur recuperado, sin bacteria ni infección. Mi marido dice que nuestro hijo ha sido nuestro talismán. Este libro va de eso, de que a veces la vida nos pone en lugares muy terribles para aprender algo.
–¿Lo de «princesa» es porque la dedican cada mañana ese «Buenos días, princesa» como en «La vida es bella»?
– Mi marido es muy romántico, pero eso no me lo ha dicho. Quería hacer también un guiño a Sabina porque este libro tiene también algo del toque canalla suyo. Tiene mucho de callejeros porque uno de los protagonistas, Hugo, es un pieza o Lucas, que vende pastillas... Tiene ese toque de la vida misma, de cómo se puede torcer todo. Que no espere la gente leer a la Irene Villa santa, y buena –que parece que soy y lo soy–, porque creo que la bondad es el mejor camino, pero también hay muchas cosas que se va a sorprender a la gente al leerlo: adiciones, erotismo, superación, lágrimas, emoción, ganas de vivir...
–Dígame cuál es la bruja de su novela.
–El orgullo, la vanidad y la falta de humildad y el maltratar a las personas. Hay varias escenas de maltrato en la novela que son una denuncia.
–¿Ha llorado escribiéndola?
–Sobre todo con los padres de Lucía, porque es un amor que se resquebraja por culpa de la enfermedad, he llorado con Dani, que es álter ego de mi amiga Mar. La editorial pensó que era mejor que todos los personajes fueran ficticios, ella iba a ser la única real porque ha sido la persona que más me ha influido e impactado y que me hace pensar todos los días que cómo me voy a quejar.
–Para arrancar risas y sonrisas mezcla un José Mota en la presentación de su libro con alguien de altura como Romay. ¿Cómo se les ocurrió esta combinación?
–Porque quiero transmitir en el libro valores: familia, amistad, generosidad... Mamen Sánchez para mí es un reflejo de todo ello. Mota porque el libro también tiene mucho sentido del humor, porque si tú te ríes, la vida te sonríe. Entonces hay que reírse hasta de uno mismo y contagiar la felicidad por donde vayas. Y Romay porque siempre habla del buen rollismo. Él lo ha bautizado así y a mí me encanta, eso es lo que tendríamos que transmitir todos.
–¿España necesita más sonrisas y buen rollismo?
–Sí. Son ingredientes fundamentales. Mota ha conseguido que millones de españoles que están pasándolo francamente mal y se desternillen de risa.
– No me diga que quiere que el libro se convierta en el nuevo Prozac...
–Ojalá, porque va con esa intención. Este libro es también para jóvenes, estudiantes, gente que se pierde, que luego se encuentra, que no halla un motivo para vivir... Sí que puede ser un buen Prozac sin acudir a las drogas ni a nada. Hay muchas herramientas positivas dentro.
–¿Es usted buena cocinera?
–No, la verdad es que tengo una suerte increíble con mi marido que hace unos asados increíbles.
–Hablando de cocina y de su parte canalla... ¿Cree que la venganza se sirve en plato frío?
–La verdad es que... como nunca me he preocupado de la venganza no lo sé. Siempre he pensado que si quieres ser feliz un día, véngate. Pero si quieres ser feliz toda la vida, perdona.
–¿Cómo le va a contar a su hijo Carlos ese capítulo del atentado que sufrió?
–Le contaré que un día muy lejano, había una vez en España gente que mataba para conseguir algo. Y espero que mi hijo se sorprenda y que le parezca algo de otro planeta. Eso significará que las nuevas generaciones ya no tendrán que sufrirlo.
–Si mañana le dice su hijo, con la que está cayendo, que de mayor quiere ser político o juez ¿qué le diría?
–No le voy a condicionar, pero le apoyaré en todo lo que decida, quiera y haga.
– Usted que además de periodismo estudió psicología... , ¿cree que los magistrados del Tribunal de Estrasburgo se han vuelto locos?
–La verdad es que no he querido hablar mucho de política, ni de este debate antiterrorista... Yo creo que no tienen ni idea de lo que significa y el dolor que ha significado aquí el terrorismo, los violadores en serie... Sus motivos tendrá, pero ha sido duro.
–Si tuviera que hacerle una dedicatoria en su libro a Mariano Rajoy, ¿qué le pondría?
–Es que en política no me quiero meter, pues como a todo el mundo. No sé...
–¿Y a un lector de LA RAZÓN?
–Que nunca es tarde para conseguir lo que quiera y que ojalá se identifique y que haga suya la consecución de una meta, un sueño por lograr, algo que superar.
–Practica el esquí alpino... ¿qué montaña le queda por escalar ahora?
–La maternidad es la que más me está gustando y para la que hay que emplear mucho trabajo de fondo. Y como queremos tener más hijos, esa es la montaña más alta y más interminable.
– ¿Cuál es la receta del éxito?
–Esfuerzo, entrenamiento y compromiso. Y las tres «P»: paciencia, prudencia y perseverancia.
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