Benidorm
Mario Vaquerizo: «Benidorm es lo más parecido a Las Vegas que hay en España»
A punto de estrenar la cuarta temporada de su «reality» con Alaska, llega con las pilas bien cargadas a la televisión. Ni se aburre ni para un momento. Da vértigo
El verano, si se entiende como sinónimo de descansar, no ha existido para Mario Vaquerizo que, junto a Alaska, se define como una «working girl», con la diferencia de que les gusta lo que hacen, que no es poco, y la televisión, uno de sus medios naturales –cuando quieren–, se aprovecha. Mario Vaquerizo empieza el curso mediático en «El hormiguero 3.0» y en la cuarta temporada del «reality» «Alaska y Mario», que se estrena el domingo en la MTV. Se abre el telón...
–Por lo que veo, un estío muy currado.
–Sí, porque la temporada del «reality» va a ser nuestras vacaciones. A ver, nos queríamos ir un mes y desaparecer, pero por fechas no pudimos coger la casa. Con lo cual nos fuimos con Elena Benarroch a una granja escuela.
–¿Alaska y Mario en una granja escuela?
–Cariño, en la vida hay que ser feliz. Desgraciadamente aunque seas muy transparente, la gente tiende a quedarse con los estereotipos. Yo no me quiero retirar a vivir en el campo, pero sí que lo necesito de vez en cuando. Me gustan mucho los animales, la vida campestre, irnos a la casa del siglo XIX que unos amigos pintores tienen en Ávil... Nos vamos al río, nos llevamos la ensaladilla rusa... ¡Hija, es que todo ni es blanco ni es negro, somos muy transversales! Nos gusta y nos viene todo muy bien.
–También han estado en Benidorm, tan denostada por tantos.
–Pero, ¿por qué? ¡Si es un conjunto arquitectónico precioso! Es la expansión en vertical, lo más parecido a Las Vegas que tenemos en España. En invierno son 64.000 habitantes y en verano llegan a 400.000 y toda la población mezclada, que si los ingleses y sus cervezas, los pescadores o las nuevas ricas con esa arquitectura tan artificial y a la vez tan real. Las personas se creen que decimos que somos fans de Benidorm como una «boutade» pero es real. Una vez al año actuamos en el Benidorm Palace, que es maravilloso, ahí lo han hecho Boney M, Raffaella Carrá y tú estás en el escenario mientras la gente se come unos calamares a la romana. ¡Eso es maravilloso! El problema es que la gente es muy dogmática.
–Este verano también fueron invitados a la boda de Alejandro Amenábar con su novio. Por cierto: ninguno contó nada. ¡Qué buenos amigos tiene!
–Ni siquiera yo, que cuando me dicen te voy a contar un secreto digo: «No, porque ya me conoces y lo suelto». Fue la unión de dos personas que no querían que su enlace fuese un circo. Fue un motivo de alegría y hay que proclamarlo a los cuatro vientos. Lo que sucede es que hay personas más tímidas y les cuesta transmitir sus sentimientos. En la boda de Amenábar estaban los que tenían que estar: su familia de sangre y la elegida, que éramos el resto. Disfruté un montón y el colofón fue un concierto de mi grupo, las Nancy Rubias. El regalo nos lo hicieron ellos por compartir ese momento con nosotros.
–Cuarta temporada del «reality» «Alaska y Mario». ¿Es por gusto, por ego...?
–Es un ejercicio de autorreafirmación, de seguridad y hasta de vehemencia, porque estoy tan contento de mi vida, de lo feliz que estoy con mi chica, con mis familiares y con mis amigos. Y como encima soy generoso, lo quiero compartir con los demás, de la misma forma que otras personas que admiro lo hacen conmigo. Y si me pongo más incisivo... mira, soy más listo que los demás porque otros famosos exponen su día a día en las redes sociales, ponen vídeos cutres y lo ven personas que son unas criticonas. Yo al menos tengo una gran producción. Es como un recuerdo de boda o de la luna de miel a lo grande, y encima me pagan. Estas cosas no se hacen si no te divierten. Además, somos dueños de lo que sale en pantalla. Lo que quiero que se sepa de mi vida sale; lo demás, no.
–Me acuerdo de una escena en el «reality» que empezaban a decirle «Ma...» y usted se creía que le iban a llamar «maricón».
–¡Ay, dios mío! Que mal lo pase cuando lo que me decían es «máquina». De todas formas para mí no es un insulto, es un halago, porque muchos de mis amigos y amigas son homosexuales. Yo uso mucho esa palabra y hablo en femenino porque creo que hay que normalizar esa situación. Además lo paso mal por las madres, que a lo mejor no lo entienden muy bien y sufren por sus hijos. A eso no hay derecho. Yo es que de todas formas soy muy «madrero» y sé lo mal que lo pueden pasar los padres. ¡Más educación, señores!
–¿Cuál es su opinión del romance del año entre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa?
–Yo me mojo ante el racismo, las injusticias, la homofobia, pero, ¿ante el amor?... Me parece perfecto que quieran compartir su vida. No opino. Nos cuestionaron tanto a Olvido y a mí cuando decidimos ser pareja sin saber cuánto duraría nuestra relación: si dos días o 16 años, que es lo que está sucediendo. Me divierte que la gente sea feliz y si Isabel y Mario lo son... Tienes que vivir ese momento «teenager» tengas quince años o 60, porque el amor es lo que tiene, que te vuelve la vida del revés. Los que opinan mal de esta relación son unos retrógrados, son como las que criticaban en corrillo en los pueblos.
El lector
A Vaquerizo le interesa prácticamente todo lo que sucede a su alrededor: escucha, lee y mantiene los ojos bien abiertos. «No soy nada cerrado. Me gusta leer toda la Prensa, incluida la del corazón, hay que estar bien informado para después tener tú tu propia opinión. Me acuerdo del Gobierno de Zapatero: hizo cosas que no me gustaron, pero también legalizó el matrimonio gay... Y con Esperanza Aguirre pasa lo mismo: hay cosas que me gustan y otras que no, pero nunca ha perdido la educación y siempre me ha saludado», asegura. Y por si quedaba alguna duda de su discurso nos regala esta frase para poner el punto final: «Leer la Prensa nos tiene que hacer más abiertos de mente, no cerrárnosla». Queda dicho.
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