Literatura

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Raquel Sánchez Silva: «Debería erradicarse eso de ‘‘se te va a pasar el arroz’’»

Presentadora, periodista y escritora, acaba de publicar su nuevo libro, «Tengo los óvulos contados» (Planeta)

Raquel Sánchez Silva
Raquel Sánchez Silvalarazon

Dice Raquel Sánchez Silva, con la sabiduría que dan la investigación y la experiencia conjugados, «que los óvulos no son infinitos». Es una verdad de Perogrullo, sí. Pero resulta que las mujeres ni nos la planteamos hasta que suena la alarma del reloj biológico y nos avisa de que se nos acaba el tiempo de concepción. Es entonces cuando, si la vida nos ha hecho retrasar la maternidad, para poder trabajar, para conservar el trabajo o porque no nos ha puesto al varón adecuado en el camino, o si, sencillamente, nosotras hemos querido posponerla, nos damos cuenta de que las posibilidades de concepción empiezan a reducirse a la velocidad del rayo, hasta que desaparecen. «Yo, desde luego, no me di cuenta. Cuando empecé a pensar que se me acababa el tiempo, ya era tarde. Tarde significa mal. Mal significa dolor, presión y angustia. Por lo tanto, hay que pensarlo antes. Eso no significa necesariamente ser madre antes, sino planificar antes». Esa planificación de la que habla Raquel implica prevención. O lo que es lo mismo, que antes de que sea tarde, durante su mejor edad de concepción, entre los 18 y los 35 años, se congelen los óvulos para seguir teniendo posibilidades de ser madre cuando se pase de los cuarenta. «A partir de los 35 todo eso va a peor y a partir de los 40, por decirlo muy gráficamente, se despeña y cae en picado. Pero ni congelándolos a los 18 existe garantía total, porque la fertilidad de tus óvulos sólo se comprueba cuando son fecundados».

- Una historia personal

Raquel supo en propia carne lo que era encontrarse en ese callejón sin salida y decidió tratar de ayudar a quienes, como ella, por una u otra razón ya sea por edad, por incompatibilidad con su pareja, porque querer ser madre en solitario, porque el segundo hijo no llega, porque se quiere salvar a uno enfermo, o por tantas otras cosas, se encuentran en serias dificultades para engendrar una vida. Y para hacerlo escribió, en vez de su historia personal, una novela «Tengo los óvulos contados» (Planeta), en la que se ven casos como el suyo y otros muy distintos. «¿Cuál es el momento más difícil para una madre que quiere serlo y ve que no puede?», le pregunto a Raquel. «Yo creo que tomar la decisión de buscar un medio alternativo para concebir. Sólo la decisión de ir a preguntar ya es asumir que es posible que alguien te diga que te está pasando algo, o que ya no eres tan joven como pensabas, o que ya no tienes tanto tiempo como creías. Ése es un momento muy difícil. Ahora, en ese momento en el que te dicen lo que te pasa, aunque sea por ejemplo que tus óvulos están envejecidos, sientes alivio, porque hasta entonces estás muy perdida, porque no tienes información sobre ti misma, sobre lo que te está ocurriendo. A partir de ese punto todo es construir». Construir porque, por suerte, estamos en el siglo XXI y la ciencia ha hecho posible lo imposible. El tema concierne a todos. Por eso la novela de Raquel Sánchez Silva es un texto con más de cincuenta personajes entre pacientes y no pacientes, aunque apenas media docena lleven la mayor parte de la acción, que gira alrededor de la protagonista, la doctora Miranda Ortega. Ella, su hija, sus pacientes, sus amigos, su jefe... Todos son parte de esta historia a través de la que la autora, tras explicar su propio caso en el prólogo, conduce al lector a un relato de ficción, pero tan minuciosamente documentado a través de horas de entrevistas con el doctor Juancho García Velasco, director del IVI de Madrid, y su asesor en la novela, que despeja muchas de las dudas más frecuentes entre todas aquellas mujeres que buscan desesperadamente ser madres en un momento en el que parece difícil. Le pregunto a Raquel si son igual de felices las madres que lo son por reproducción asistida que las que lo son de manera natural o adoptiva y no lo duda: «No tengo baremo con el que medir la felicidad. Si me sentara al lado de una mamá con mellizos gestados naturalmente y nos miráramos las dos, creo que ambas sonreiríamos igual. Como también lo haría la madre adoptiva». Habla de sus mellizos. Y con ellos recuerdo la cantidad de mellizos y trillizos tras las reproducciones asistidas y me pregunto qué supone una maternidad múltiple, sobre todo si, como suele pasar ahora en casi todas las familias, los recursos no son lo suficientemente amplios.

«Eso empieza a ser un problema serio, me cuenta Raquel. En países como Bélgica llegó un momento en que tuvieron que tomar medidas y empezar a subvencionar todos los tratamientos de reproducción asistida si la mujer consentía con implantarse un solo embrión, porque llegó un punto en el que había tantos mellizos y gemelos que la sanidad pública no lo soportaba. Además está claro que no es lo ideal. Esa es la verdad. Nos gusta mucho eso de «qué bien, dos de golpe» pero... A ver, yo he tenido mellizos y estoy feliz, pero son embarazos más complicados y ya no te cuento cuando alguien, amparándose en la ley, que permite en España implantar tres embriones, tiene trillizos. Un embarazo de trillizos es muy difícil, y compromete mucho a los bebés. No soy médico, pero creo que hay que ser más prudente por salud y por el bienestar de los futuros hijos». Está claro que las ansias de la maternidad llevan a saltar casi todas las barreras. Y parece que está bien que cualquier mujer que quiera ser madre consiga serlo, pero ¿acaso se es menos mujer por no tener hijos? Se lo pregunto a Raquel, ya madre, y después de haber pasado la experiencia de una reproducción asistida y de haber escrito una novela sobre el tema: «La mayoría de mis amigas no tiene hijos por elección. Y son mis amigas y las mujeres que más quiero y admiro. Lo que yo creo es que, llegados a este punto de la historia social, con la mujer incorporada al mercado laboral y a la vida en general, ya nos deberíamos poder ahorrar también que una mujer inteligente mire a otra y le diga: «¿Y tú para cuando?» ¡Yo creo que ya está bien! Eso y lo de «se te va a pasar el arroz» debería quedar erradicado. Porque no es divertido, ni gracioso. Es algo que pertenece al cotilleo y a la inercia. Al cotilleo malvado y a la inercia absurda. Y ambas cosas causan dolor y no se deberían permitir».

Personal e intransferible

Raquel Sánchez Silva nació en Plasencia el 13 de enero de 1973. Está viuda, tiene dos hijos, se siente orgullosa «de resistir», no quiere arrepentirse «de nada», le hacen sonreír y reír permanentemente «mi hijos, mi pareja y mi vida actual» y «procuro no llorar y no quiero tener fijos para llorar: que lo que me haga llorar hoy no me haga llorar mañana». Perdona, pero olvidar... «antes olvidaba todo...». A una isla desierta se llevaría «a mi familia». Le gusta comer «lentejas con una caña fría que ahora (está con la lactancia) no puedo». Es muy ordenada y sólo tiene pequeñas manías caseras «como volver a ver si la puerta está cerrada y eso». De mayor le gustaría «ser buena persona..., o seguir siéndolo» y si volviera a nacer «sería lo mismo que soy. Eso sí lo sé».