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Susanna Griso: «Los que nos sentimos catalanes y españoles tenemos mucho que decir»

Susanna Griso
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Le molesta profundamente hablar de audiencias o de presumibles «reinas de la mañana» televisivas, pues sólo cree en el día a día y en el trabajo bien hecho. Incluso, ruega, que el «share» no sea motivo de titular... Pero lo cierto es que su «Espejo Público» en Antena 3, después de ocho años acompañándonos cada mañana, sigue siendo líder de audiencia a fuerza de actualidad, noticias, un equipo consolidado y el buen hacer de esta periodista sensata, pragmática y trabajadora.

–Felicidades por arrancar la temporada liderando los índices de audiencia.

–Te lo agradezco, pero siempre digo que esto es una carrera de fondo. Aspiramos a que nos vean, pero lo importante es seguir teniendo buenas exclusivas y buenas historias.

–Tras ocho temporadas en «Espejo Público», no es una mala reválida....

–¡Pero acabamos de empezar! Como decía Guardiola, la liga se juega en cada partido.

–¿No se le indigestan los churros, desayunando cada día con el «share»?

–María Teresa Campos me decía que es duro levantarse cada día con la nota, pero todos tenemos un examen diario: el vendedor, el arquitecto, el taxista...

–¿Es cierto que ha habido muchas comidas con ella, Ana Rosa, Mariló Montero y la fallecida Concha García Campoy?

–¡Y jamás nos pillaron ni hubo fotos! El resto de los comensales nos miraban y alguna vez nos preguntaron: «¿Qué pasa?», «¿Por qué esta cumbre de las llamada reinas de la mañana?».

–Y hace muy poco coincidió un fin de semana en Ámsterdan con Ana Rosa....

–Nos unió un amigo común, Quique Sarasola, que inauguraba un hotel y nos pidió que fuésemos.

–Regresa con un fichaje polémico: Nacho Abad. ¿Por qué era tan importante?

–Tenemos un programa de actualidad. Cuando renuncias a otros géneros sólo quieres sumar información y Nacho la suma con sus fuentes. Refuerza el equipo.

–La mayor parte de su audiencia no está sentada frente a la tele...

–La tele matinal tiene algo de radiofónico: acompaña. Unos te ven desayunando, otros trabajando. Tienes que atraer su atención pero está bien esa función de acompañamiento.

–La crónica social está pegada a la actualidad. ¿Dónde están sus límites en el «colorín»?

–El cotilleo por el cotilleo no me interesa porque no juzgo a nadie y menos a quien no conozco. ¿Quién soy yo para decirle a alguien que se divorcie? Ése es mi límite.

–Tiene una carrera muy consolidada para alguien que soñaba con ser espía....

–¡Y tengo señales de guerra en las rodillas, de mi infancia! Pero no me he desviado tanto: los periodistas somos «bastante» espías. La curiosidad, con sus límites, la tenemos en todo. Dudaba entre ser espía o psicóloga y son vasos comunicantes. Al final soy una mezcla.

–Se levanta a las cinco de la mañana y aborda lo que se le pone en medio, ¿es por las vitaminas o lleva traje de «superwoman»?

–(risas) Soy un motorcillo, y me viene de los genes, porque mis padres eran igual. Mi madre, con 90 años, sigue viajando, tiene sus partidas de cartas, está abonada a espectáculos culturales... ¡Te mueve la pasión por lo que haces!

–¿Una de sus entrevistas más perseguidas podría ser a Soraya Sáenz de Santamaría?

–Está pedida, aunque la entrevisté la temporada pasada. Se me resiste Montoro... y me gustaría rescatar a Rajoy, aunque le entrevisté ya.

–Le encanta Lluis Llach, ¿cómo vivió su participación activa el la jornada de la Diada?

–No me sorprendió. Siempre ha sido independentista. La tolerancia a la que aludía con el «colorín» la llevo a todos los terrenos. Lo bueno aquí es aceptar todas las posturas y dialogar. Entender por qué hay personas que deciden encadenarse y hacer esa demostración de fuerza. Los que nos sentimos catalanes y españoles tenemos mucho que decir.

–Pertenece a una familia dedicada a la industria textil, por la rama paterna, y a la del cava, por la materna (Codorniu). Pero a los 16 años se financió el COU en EE UU...

–Mi madre a los 16 años nos decía que los «caprichos» nos los pagábamos. Empecé a trabajar haciendo traducciones, de azafata de congresos y me pagaba viajes, ropa, salidas. Con lo del COU fui muy catalana: en cumples o Navidades mi abuelo nos daba un dinerillo, que fui guardando hasta que llegó la posibilidad de invertirlo en ir a estudiar a Colorado.

–Su hija dijo en el cole: «Mi madre es capaz de frenar el viento y de encender las estrellas»... ¡Si lo dicen de mí, me da un perrengue!

–Mi hija es muy poética. Me tiene muy sorprendida su creatividad. Está en esa fase en la que me ve como una persona mágica. Esta etapa va a durar poquito y el espejismo va a terminar, pero déjame que lo disfrute... Luego, sólo verá mis defectos.

–Es reconocida culé. ¿Contenta o expectante con el Tata Martino?

–Expectante. Es un aspecto de vida en que no soy ponderada: me vengo rápido arriba y a la mínima me pongo pesimista... Con el fútbol soy ciclotímica porque es víscera pura.

–¿Desmentimos su pasión por el budismo, los ovnis y otras trascendencias?

–¡No sé de dónde sale! Me interesa el budismo como todas las religiones y los ovnis me atraen sin pensar que puedan ser extraterrestres.

–Tiene casi 300.000 seguidores en Twitter... ¿Qué le aportan los «followers»?

–En parte, un «feedback» de los temas que abordamos en el programa, pero también me llevo disgustos, porque las redes son muy reduccionistas, sin matices y un poco cainitas. Me molestan los linchamientos. Así, paso mis épocas: o las veo muy positivas o me pesa más lo negativo.