Medio Ambiente
Cruzar a nado el Pacífico para limpiarlo de plásticos
Ben Lecomte comienza hoy en Tokio ocho meses de travesía que terminarán en San Francisco. En el trayecto se analizará el estado de salud del océano
Ben Lecomte comienza hoy en Tokio ocho meses de travesía que terminarán en San Francisco. En el trayecto se analizará el estado de salud del océano.
Nunca un ser humano ha conseguido un reto parecido. El nadador Ben Lecomte recorrerá a partir de hoy 9.000 kilómetros a nado, los que separan la costa de Japón de Estados Unidos, para concienciar sobre la contaminación de los mares. Su nombre pasará a las páginas de oro de la historia del deporte con una gesta digna de dioses griegos.
La vida de Ben Lecomte está ligada a la natación. Fue el primer hombre en cruzar el Atlántico con sus propios brazos, allá por el 1998. Esta titánica travesía duró 72 días y tras ella, Lecomte, forjó una fuertísima alianza con el mar y un gran compromiso con el medioambiente. Hoy, 20 años después y con 55 años de edad, quiere conquistar el Océano Pacífico, no sólo por el récord, sino para concienciar a todo el globo sobre la situación crítica por la que está pasando el Océano Pacífico. Cuando Ben Lecomte consiguió llegar a tierra firme americana tras su expedición por el Atlántico, nació una leyenda, miles de personas tomaron interés por él y cientos quisieron imitarle, expandiendo así la cultura deportiva de la natación de larga distancia. Pero esta vez no busca la gloria, sino que quiere concienciar a todo el mundo sobre un problema que puede ser irreversible.
Un viaje titánico
El viaje tiene previsto hoy su inicio. Lecomte y un grupo de 10 personas van a embarcarse en una travesía que tiene como objetivos estudiar la salud del oceáno, demostrar el impacto negativo del plástico en el mar y conseguir que un hombre cruce el Pacífico a nado.
Un recorrido gigantesco que será completado entre 6 u 8 meses, sin más ayuda que un traje de neopreno, un tubo de buceo, unas gafas y unas aletas. Las jornadas de viaje serán de ocho horas, divididas según el estado anímico y físico de Lacomte.
Durante las noches, descansará en la embarcación «Discoverer», lugar donde la tripulación trabajará en tareas de estudio tales como calcular el nivel de cesio en las aguas tras la tragedia de Fukushima, analizar las consecuencias de la ingravidez en el cuerpo humano o comprobar los efectos del deporte extremo en el cuerpo de un varón de 51 años.
Otra de las funciones del yate «Discoverer» se encontrará en la cocina. La dieta de Ben estará formada casi en su totalidad por alimentos hipocalóricos y ricos en proteínas para facilitar su buen estado físico. Consumirá 8.000 calorías al día, cási 4 veces más que la dieta recomendada a un hombre de su edad.
Existe otro peligro a la hora de cruzar el océano entero a nado, un peligro grande, con aleta y 3.000 dientes. El tiburón blanco es uno de los depredadores más grandes del mundo y el recorrido de Ben pasa uno de los estrechos migratorios más concurridos por este animal. Para evitar ser devorado, contará con un equipo de pulseras repelentes de tiburones. Estas muñequeras generan un pequeño campo eléctrico que disuade a los escualos sin causarles daño.
El verdadero motivo
Aún así, no son los tiburones el mayor miedo del nadador. La preocupación que ha empujado al equipo y al propio Lecomte a lanzarse a tal reto tiene tres veces el tamaño de la Península Ibérica y es el mayor vertedero del mundo. Hablamos de la conocida como «la gran mancha», una constante corriente marina formada por toneladas de plástico, millones de redes de pesca y restos de antiguos tsunamis. Esta mancha, visible desde el espacio, está formada en su mayoría por restos de plásticos grandes. Esto sucede porque el plástico tarda entre 500 y 1.000 años en degradarse. Los datos arrojados por la expedición sobre esta gran mancha serán de gran valor y refescarán los actuales. «Nunca antes ha habido una concentración de plástico tan grande en el océano», advierte Lecomte. «El 80% de residuos que hay en el mar proceden de la Tierra y solo el 20% restante de la propia actividad marítima. De esta forma podemos encontrar residuos de plástico en todos los mares y océanos del mundo».
Las consecuencias de esta contaminación oceánica pasan factura a la biodiversidad marítima con millones de muertes provocadas por asfixia, desnutrición o estrangulación. Las microparticulas de plástico que quedan en el organismo de estos animales pueden permanecer a lo largo de la cadena alimenticia y llegar a nuestor plato.
Las miles de toneladas de basura que vertemos están acabando con la biodiversidad marina y los tratados internacionales no están dando los resultados deseados. Lacomte puede o no conseguir su reto, pero el verdadero logro serán los datos arrojados por el estudio y el buen ejemplo dado a todo el mundo. Debemos cuidar más nuestros océanos y mares, antes de que sea demasiado tarde para reaccionar.
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