Opinión
Derechos de los hijos
En las concepciones de los hijos muchas veces se pierde de vista al ser humano que nueve meses después llegará al mundo
Ahora que Gabriela Guillén se ha quedado embarazada de Bertín Osborne y vuelve el debate sobre la edad de los progenitores (no olvidemos que no se puede ser madre añosa naturalmente y sí padre añoso, por cuestiones estrictamente biológicas), no puedo evitar considerar que, en las concepciones de los hijos, muchas veces se pierde de vista al ser humano que nueve meses después llegará al mundo y al que le corresponden unos derechos incuestionables. En el caso de esta pareja de 68 y 36 años, no es tan importante la edad de él, porque ella tiene otra muy distinta que, caprichos del destino aparte, le permitirá acompañar al vástago que gesta en su vientre hasta que sea adulto. Sí resulta inquietante, en cambio, que cuando ese niño crezca, sepa que fue un hijo «no buscado ni deseado», «un accidente de los que pasan en las relaciones» como ha asegurado su padre. Y lo sabrá porque no se ha protegido su intimidad, a la que tiene el mismo derecho que cualquiera. Que el futuro padre haya declarado también que «no soy irresponsable porque si lo fuera, me hubiera quitado de en medio» resulta tan antiguo como ingenuo. En el siglo XXI, un hijo puede reclamar las obligaciones que se derivan de una paternidad, aunque el padre pretenda no reconocerlas. Es más, si no aceptara hacerse la prueba pertinente, sus responsabilidades quedarían adjudicadas al instante. Hay un deber no escrito, que es la del respeto al propio hijo, que obliga a pensar en él cuando aún no ha nacido y a valorar que, aunque se tenga notoriedad, hay que evaluar bien lo que se dice, porque sólo somos dueños de nuestros silencios y las palabras no siempre se las lleva el viento…
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