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Pablo Ibar, pendiente de la libertad bajo fianza
Mientras el Estado de Florida vuelve a pedir la pena de muerte, los abogados del reo español vuelven a pelear por un nuevo juicio
Por fin llegó el día que esperaba después de más de dos decenios. Pablo Ibar quería un juicio nuevo con una representación legal que defendiese su caso.
Por fin llegó el día que esperaba después de más de dos decenios. Pablo Ibar quería un juicio nuevo con una representación legal que defendiese su caso. De momento, el próximo 1 de julio, su equipo de cinco abogados pedirá ante el juez del Condado de Broward la libertad bajo fianza para Pablo Ibar, que lleva 16 años en el corredor de la muerte y 22 años en la cárcel en total, condenado por triple asesinato. «Si el juez acepta nuestra moción, sería la primera vez que Pablo estaría fuera de la cárcel sin custodia desde 1994», explica a LA RAZÓN uno de los abogados de Pablo Ibar, Joseph E. Nascimento. Una noticia que contrastaba ayer con la notificación, ya esperada, del Estado de Florida: la solicitud, una vez más, de la pena de muerte para el reo español. Algo ya previsto, después de que el pasado 10 de junio, durante la primera de las conferencias de seguimiento («status conferences») de las muchas que se van a realizar para organizar la repetición del juicio ordenado por el Tribunal Supremo de Florida, la Fiscalía lo notificara por escrito.
«Está deseando presentarse ante el juez y pelear por su caso y demostrar que no es culpable. De una vez por todas. No creo que sea necesaria una gran suma para la fianza. Pero no sabemos qué va a hacer el juez», reconoce a este periódico Nascimento.
LA RAZÓN contactó con Cándido Ibar, padre de Pablo, que considera que la notificación del Estado, en sí, «no cambia nada». «Hasta ahora, siempre habíamos perdido y no teníamos nada. Desde que se anunció la anulación de la pena de muerte, por fin tenemos una oportunidad de demostrar su inocencia», añade Cándido, afincado en EE UU desde hace décadas
«El día clave va a ser el próximo 1 de julio», afirmaba el progenitor, en referencia al día en que los abogados presentan la moción. En total, van a ser siete peticiones al juez. «El fiscal dijo que necesitaba entre dos o tres semanas para estudiar cada moción, pero el juez dijo que no, que esperaba que se aclararan todos los puntos y en poco tiempo», explica. ¿Las sensaciones? «Es imposible saberlo, pero, al menos, el juez parece bastante interesado en los argumentos de la defensa». Del mismo modo, tampoco saben con certeza cuándo se podría celebrar el nuevo juicio. «Supuestamente, tendía que ser 90 días desde que salió del corredor de la muerte, el pasado 9 de junio», dice. También están a la espera de contar con el dinero necesario para costear una nueva defensa, que, para este nuevo proceso, ascendería a 1,3 millones de dólares. «La mitad ya la hemos conseguido», asegura.
La pesadilla de Pablo Ibar empezó en 1994, cuando se encontraron en casa de un dueño de un club nocturno los cuerpos sin vida de dos modelos: Sharon Anderson y Marie Rogers, ambas de 25 años, así como del mismo propietario, Casimir Sucharski, de 48. Muy preocupado por su vida, Sucharski había hecho instalar una cámara de seguridad que fue determinante en el caso contra Ibar.
Su miedo no fue infundado. La cámara grabó, en imágenes en blanco y negro, los asesinatos. Se ven a dos individuos matar a las tres víctimas después de atarlas y golpearlas durante 20 minutos.
Después, los asesinos le quitaron las botas al dueño del club, donde la Policía calcula que podía guardar hasta 20.000 dólares. Cuando uno de ellos se quitó la camiseta, fue captado brevemente por la cámara. De ese momento se extrajeron dos fotos de un rostro borroso, que parece llevar bigote. Además, el sudor de esa prenda de vestir proporcionó un perfil de ADN. Durante la investigación, los oficiales de Policía recogieron casquillos de nueve milímetros, la marca de una pisada formada con la sangre de las víctimas, huellas dactilares y pelos de los que se pudo conseguir otras muestras de ADN. Pero las imágenes eran la pista principal de la Policía. Distribuyeron el rostro borroso y, tres semanas más tarde, un agente creyó reconocer a uno de los individuos. Era Pablo. Le acababan de detener en el marco de una investigación por robo. El propio Pablo Ibar reconoció a LA RAZÓN, cuando fue entrevistado en 2009 desde el corredor de la muerte, que «he hecho cosas que no están bien. Pero yo no maté a esas personas».
Salir del corredor de la muerte fue la mejor –quizá la única buena– noticia que ha recibido Pablo Ibar en los últimos 16 años. Pero precisamente, el hecho de no haber conocido otro «hogar» desde el año 2000 no le ha hecho más fácil la adaptación en el penal de Broward County. «Han sido muchos años solo en el corredor de la muerte. El primer día estaba asustado por el cambio, por el hecho de tener que compartir pabellón con otros presos. De hecho, presentamos una petición para que pudiera estar solo», explica Cándido, su padre. Con todo, también hay una serie de ventajas. «Ahora nos puede llamar todos los días por teléfono y podemos verle dos veces por semana», dice. Eso sí, los contactos son a través de sendos monitores, sin posibilidad de tocarse. No hay que olvidar también que quedaron atrás las siete horas de coche para verle al penal de Raiford; ahora es sólo una.
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