Lenguaje
El «jet lag social» nos come el tiempo
El cambio de la hora es una mínima alteración del sueño comparada con los trastornos generados por el ritmo de trabajo
Vivimos a contracorriente. Es más, el ritmo de vida que llevamos está lejos de nuestro reloj biológico. La sociedad occidental está tan condicionada por el ámbito social que nos olvidamos de vivir acorde con nuestro cuerpo.
Vivimos a contracorriente. Es más, el ritmo de vida que llevamos está lejos de nuestro reloj biológico. La sociedad occidental está tan condicionada por el ámbito social que nos olvidamos de vivir acorde con nuestro cuerpo. Como afirma el profesor alemán Till Roenneberg, del Instituto de Medicina y Psicología de la Universidad Ludwig-Maximilians de Munich, en Alemania, «nuestro reloj interno no trabaja al mismo ritmo que nuestra agenda social». Así, en un artículo publicado en la revista científica «Current Biology» incluía el término «jet lag social», muy propio de los países más desarrollados en los que el amanecer y el atardecer dejan de ser las guías de cada día. Han dejado paso al despertador y a la vida social. Dos aspectos que marcan el devenir de nuestro día a día. Así, el cambio de hora que se ha producido esta madrugada no afecta a las personas sanas ya que, por el ritmo actual, una hora no marca una clara diferencia. De todas formas, «es posible que durante uno o dos días estemos algo más cansados, pero esos 60 minutos se acaban recuperando. Es más, cuando en otoño se gana una hora, terminamos madrugando más», sostiene Julio Bobes, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo. Él ha estudiado en profundidad los ciclos del sueño y asegura que «hay gente que tiende a desplazar las horas dedicadas a descansar y puede afectar a su bienestar».
El estudio que presentó Roenneberg va más allá del cansancio que se acumula cuando una persona duerme menos de siete horas, durante diez años ha estado recopilando datos para realizar un mapa del sueño que explique cómo nos afecta. «Ya no dormimos en consonancia con lo que nuestro cuerpo necesita, sino que nos guiamos por los horarios laborales y escolares», explica el experto en su análisis. «A nuestro sueño ahora le guían alarmas y medicamentos específicos que amoldan las horas de descanso con nuestras obligaciones sociales», añade. El resultado de este cambio forzado de ritmo «es la falta de sueño crónico» a la que se ve abocada la sociedad. Bobes prefiere adaptar a nuestro lenguaje el término «jet lag social» y habla de «dormilones cortos por causas sociales». «Cada vez tendemos más a acortar nuestro ritmo de sueño-vigila –prosigue– porque combinar el ocio y el trabajo nos obliga a ello». Los jóvenes no salen muy perjudicados de estos cambios, pero «con la edad suele acarrear más problemas porque confundes al cerebro», añade el catedrático.
Lo que recomiendan los expertos es que se regulen todos los ritmos ya que la parte del cerebro que regula el sueño es una de las más antiguas. Se denomina archicerebro y en él se sitúan los ganglios de la base, responsables de gestionar esta parcela biológica. Todos los seres vivos lo tienen y, como demuestran algunas aves, se puede invertir. «Los búhos, por ejemplo, llevan diferente ritmo circadiano (regula las 24 horas que componen un día) y el rendimiento de su actividad cerebral es mayor durante la noche. Lo contrario sucede con las alondras, aves completamente diurnas», dice Bobes. Entonces, ¿también existen personas que rinden más de noche que de día? «No», responde con rotundidad el psiquiatra, aunque es cierto que algunas personas «tienen el vicio del sueño desplazado y se incorporan a la vigilia antes que otras que empiezan a encontrarse cansados cuando la noche está más avanzada». «Hoy los ritmos obligan a trabajar durante 24 horas y, por tanto, a realizar turnos nocturnos. Los primeros años el trabajador lo puede llevar bien, pero con el paso del tiempo no se recomienda ya que afecta directamente a la cognición y en el estado emocional. Es más, superado el umbral de los 50 años, es recomendable que abandone los turnos».
La obesidad también está ligada al «jet lag social», sugiere el estudio que publicó el experto alemán. Los cambios de horarios nocturnos también obligan a alterar los tiempos de las comidas e incrementar el picoteo y las comidas con altos contenidos en grasa. «Durante estos diez años recopilando datos hemos comprobado que el Índice de Masa Corporal (IMC) aumenta a medida que se reducen el número de horas de sueño. Es más, la falta de descanso fomenta la obesidad», concluye. Bobes también relaciona el exceso de grasa con dormir menos de ocho horas al día, pero hay más. «La combinación de xantinas como la cafeína o la nicotina también actúan como estimulantes y no ayudan a conciliar el sueño. No es sólo que cueste dormirse, sino que no duermen del tirón». De ahí que el descanso no sea total y te sientas con falta de energía durante el día. Por eso es muy importante una buena «higiene del sueño para que nuestro cuerpo funcione. De este modo, deben respetarse las horas para comer y no abusar de xantinas», insiste el psiquiatra.
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