Pornografía

El porno está en el aire

Unos datos han encendido las alarmas. Estaba ahí pero eran difíciles de obtener e incómodos de estimar

El porno está en el aire
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Unos datos han encendido las alarmas. Estaba ahí pero eran difíciles de obtener e incómodos de estimar. Niños afrontando involuntariamente escenas pornográficas y adolescentes adeptos, cuando no adictos, al género.

Unos datos han encendido las alarmas. Estaba ahí pero eran difíciles de obtener e incómodos de estimar. Niños afrontando involuntariamente escenas pornográficas y adolescentes adeptos, cuando no adictos, al género. Son cosas de las que no gusta hablar en profundidad, no vaya a ser que nos toque remangarnos.

El porno está en el aire, en cada conexión wifi, al alcance de cualquiera y de cualquier edad. Y si bien la pornografía no es recomendable a determinadas edades, el problema mayor es que hay cierta pornografía que no es recomendable a ninguna edad. Y de esa pornografía también, y mucho, consumen nuestros hijos, varones, adolescentes. Y en ella las mujeres son objetos sexuales destinados a la satisfacción del hombre, violencia por medio si es preciso. Ahí, las y los protagonistas tienen un aspecto mundano, casual, como cualquiera de nosotros, y ello nos traslada la idea de que podemos ser nosotros quienes podemos estar, como ellos ahora, en una pantalla. Y lo extraordinario se convierte en ordinario, traspasando las pantallas del online al offline. Y en estas estamos, muy malamente.

Y no es buena noticia que la sociedad y las familias pidan, solícitas, acabar con el problema regulando lo ingobernable y poniendo a funcionar un software de control parental. Lo siento, no, no existe el botón PornOFF. Toca sí, aumentar la regulación de las páginas web y el tráfico de nuestros terminales, pero sin duda el porno, lo porno, se colará por el whatsapp del vecino. Debemos afrontar, sin dilación, una revisión urgente de la educación afectivo sexual, si es que la hubo, en los tiempos que nos toca vivir.

¿Qué podemos hacer en las familias?

Es claro que depende de las edades y los contextos, pero centrándonos en la preadolescencia:

1) Conocer bien cómo es la amenaza. Puede ser tan desagradable como efectivo. Conviene navegar siquiera una vez en algunas páginas con este tipo de contenido. Obtendremos una buena dosis de motivación, y realismo, para luchar contra él.

2) Reconsiderar a la hora de proporcionar móviles o tablets a nuestros hijos ¿es el momento? ¿vamos a dedicar el tiempo necesario para la supervisión necesaria?¿sabemos cómo hacerla?

3) Utilizar herramientas de control parental que ayuden a la labor de control y supervisión.

4) Cuidar la seguridad de los dispositivos e inculcar buenos hábitos respecto a la prevención de amenazas de malware.

5) Prestar atención a la educación afectivo-sexual desde edades tempranas.

6) Motivar a pedirnos ayuda cuando un contenido sexualmente explícito se cuele en sus pantallas.