Premios Alfonso Ussía

Esfuerzo, patriotismo, decencia y valor

La Razón
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Se celebra esta tarde-noche invernal la ceremonia de entrega de los Premios Alfonso Ussía, que concede LA RAZÓN, en su novena edición. Es decir, que tengo la sensación de que se cumple el noveno aniversario de mi fallecimiento, con la fortuna de que puedo agradecer personalmente su presencia a los amigos que han acudido a expresarme sus sentidas condolencias. Porque esto de dar el nombre a unos premios tan importantes en España es ciertamente propio de difunto. Ya lo dijo, dejándolo muy claro, el gran psicólogo lituano Valdemaras Broskas: «Divaras pocius, lamesas difunas». Considero innecesaria la traducción.

Agradezco en nombre de mi periódico la colaboración del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, que generosamente dota estos premios y se hará responsable de la factura de los canapés que se servirán a continuación. Y como siempre, mi gratitud infinita a Mauricio Casals, José Creuheras, Joaquín Parera, Santiago Barreno, Francisco Marhuenda, a Rosa Díaz y a todos los que llevan más de dos meses ocupándose de estos premios y de su buen fin. Y lo mismo a los miembros del Jurado, a los que agradezco las horas que han invertido en este asunto que hoy nos concierne.

Se ha adelantado un poco la hora, porque casualmente, y como ya va siendo habitual, nuestro periódico vecino ha organizado la entrega de sus premios, que eran estivales, esta misma noche, con la presencia de SS MM. los Reyes, que no han podido venir aquí, entre otras razones, porque no se lo hemos solicitado. De haberlo hecho, con seguridad estarían presidiendo este acto, que es mucho más divertido y más corto que el de la competencia. Sí se lo pedimos a S.M. El Rey Padre, pero en su secretaría perdieron nuestros teléfonos, y ya se sabe lo que sucede cuando no funcionan bien las comunicaciones.

Los premiados de esta edición no son otros que los que proclamo. María Vázquez y Jaime Redondo, a los Estudiantes del Año. Héroes del Año, a las Unidades Caninas de las Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad del Estado. Trayectoria Ejemplar, al gran empresario Antonio Brufau, y Personaje del Año a la maravillosa Ruth Beitia, la mejor atleta española de todos los tiempos, que a sus 37 años se ha traído hasta Santander la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Mucho esfuerzo, mucho trabajo, mucho patriotismo, mucha decencia y mucho valor reunidos en estos premios.

María Vázquez ha conseguido de nota media para acceder a la Universidad un 10, puntuación que comparte con Jaime Redondo. Dos dieces sobre diez, lo cual tiene su mérito. El que les habla consiguió en cierta ocasión otro diez. El único y solitario diez de mi vida. Pero era un diez sobre cincuenta en el examen del carné de conducir, y sorprendentemente fui suspendido. María será ingeniera aeroespacial, y Jaime, físico y matemático. De estudiantes como ellos nos sentimos todos orgullosos, y felicitamos a sus familias de corazón por el ejemplo de sus hijos, y no me creo lo que han afirmado, en las ocho anteriores ediciones, sus antecesores premiados. «También tenemos tiempo para salir y divertirnos», lo cual se puede interpretar como una acusación indirecta de que el resto somos algo torpes. Gracias y enhorabuena de corazón a María y a Jaime, que ya han triunfado en la vida.

Unidades Caninas de las Fuerzas de Seguridad y de las Fuerzas Armadas. Los perros convertidos en héroes, en salvadores, en amigos, en colaboradores contra el crimen y el tráfico de drogas, en centinelas de nuestra seguridad y nuestra paz. Y ello, gracias al empeño y la dedicación de los Ejércitos, la Guardia Civil y la Policía Nacional. A ellos, a los perros y especialmente a sus instructores, mucho les debemos. Y me refiero a los soldados, guardias civiles, policías nacionales, porque los premios son para ellos. Nuestros queridos perros no van a valorar esta distinción. Ruth Beitia sabe mucho de eso. En los diarios cántabros, El Montañés y Alerta, se festejan con entusiasmo y espacio los premios de ganadería. Y los premiados son los toros y las vacas, en lugar de los ganaderos, que son los responsables de su calidad y presentación. Y se lee bajo la fotografía. «La Vaca Pituca, de Ruiloba, ganadora en la Feria de Torrelavega». Pero Pituca muestra una indiferencia absoluta, mientras el ganadero se queda con la copa, casi siempre muy aparente y fea, y con la sonrisa del agradecimiento. El premio es para los perros, y sobre todo, para los que han convertido a estos animales bellísimos en ciudadanos ejemplares.

Antonio Brufau, excepcional empresario catalán que tanto ha hecho por su tierra natal y el resto de España. La Caixa, Gas Natural y Repsol. Cuando Repsol compró la argentina YPF, a la señora Fernández, peronista, montonera y bastante fresca, expropió a Repsol la joya argentina. Brufau peleó con la Ley en la mano, pero la Ley estaba por aquel entonces de vacaciones en Argentina, como en Venezuela. Entonces Antonio Brufau adquirió la canadiense Talismán, duplicando el tamaño de la multinacional española. Inteligencia, trabajo, ética y valor siempre al servicio de sus trabajadores, de sus accionistas y de España.

Y Ruth, mi Ruth Beitia, psicóloga, madre, atleta excepcional, con más medallas nacionales, europeas, mundiales y olímpicas que ninguna otra atleta. Cada año que cumplía, saltaba dos centímetros más. Mujer querida y admirada en toda España, y no digamos en Santander y Cantabria, su tierruca. Beitia proviene de la hermana Vizcaya, de Lequeitio, según Isaac López Mendizábal en su estupenda obra «Etimología de los Apellidos Vascos». En la Montaña de Cantabria abundan los apellidos vascos, como en las Vascongadas los cántabros, y ahí está Setién, el apellido del obispo emérito de San Sebastián al que con tanto cariño he tratado en mi artículo de la contraportada de LA RAZÓN de hoy. Beitia, es curioso, significa en vascuence el «situado abajo» en oposición a «goitia», el «situado arriba». Así que Ruth es Beitia cuando toma impulso, Goitia cuando salta y Beitia de nuevo cuando cae sobre el lecho elástico y, al ver el tablón en su sitio, brinca de alegría mientras le acompañamos todos los españoles, brincando también, por supuesto. Ruth es orgullo de España y los españoles, exceptuando a Miguel Ángel Revilla, que no le perdona que sea diputada autonómica por el Partido Popular. Pero hasta Revilla sabe, en su fuero interno, que Ruth es mucho mejor que él, y no sólo saltando por encima de los dos metros. El mejor árbol de Cantabria y la más impetuosa, cariñosa y educada ola de la playa de La Magdalena.

Gracias a todos por estar aquí con nuestro períodico, con los premiados, con el jurado y conmigo. Es costumbre, ya tradicional, que el discurso de los Premios Ussía finalice en un idioma exótico. Podríamos elegir el tagalo filipino con el que Ada Colau ha sustituido de los carteles publicitarios al idioma común, el de todos, el español, en Barcelona. Porque el idioma es el español, no el castellano. El castellano, según Cela, que sabía de qué iba la cosa, es el «bellísimo español que se habla en Castilla». Bueno, pues en esta edición, procedo a finalizar el discurso, en honor de Ada Colau, en un idioma que hablan más de seiscientos millones de personas en el mundo y que al paso que vamos con las estupideces aldeanas, puede convertirse en exótico en Cataluña, nordeste de España, en unos pocos años. Voy a terminar en español. Gracias de corazón a todos.