Reforma de la Ley del Aborto

Hacer caso a la realidad

La Razón
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Resulta un tanto sorprendente, cuando se examina la cuestión por primera vez, el sesgo de las ideologías progresistas en la protección de los derechos humanos. Se suele aceptar que la filosofía ilustrada en que se basan fue una abanderada de las libertades individuales y los derechos básicos de la persona (a un proceso con las adecuadas garantías jurídicas, la libertad de conciencia, etc.). Esta defensa de los derechos parece que debía ser total, omniabarcante, y llegar a todos los extremos pertinentes: tan defendida debería ser la vida del no nacido como la del nacido, joven o anciano; tan protegida debía ser la conciencia del ateo como la del creyente, cristiano o de otra confesión; tan valiosa debería de considerarse la defensa de la naturaleza como la defensa de las personas que viven de cultivarla.

Sin embargo, es patente el sesgo actual: la vida del no nacido, para este planteamiento liberal, debe ceder ante la libertad individual de la mujer; el creyente no debe «imponer» su visión en sociedad; la naturaleza se encuentra en situación de prepotencia, y somos nosotros quienes hemos de limitar la natalidad; y no entremos en el sexo: pretenden libertad total, pero que luego no haya pornografía, prostitución, etc. (una ingenuidad). Supongo que el problema que les aqueja, que me desveló un catedrático de Derecho, es que no miran a la realidad. Quieren un mundo perfecto, en el que todo ciudadano pueda hacer lo que le dé la gana, con independencia de otros factores: los derechos de los demás y la naturaleza de las cosas. Pero el mundo no es perfecto, ni puede serlo: está compuesto por seres imperfectos como somos todos. Una colección abrumadora de leyes (como la que ya «disfrutamos») no puede cambiar eso.

Para construir la vida a su aire, la realidad estorba. Las personas que se hacen estos planteamientos de fondo, de un modo u otro, prefieren vivir en un mundo irreal construido por sí mismos y pisotear, de modo consciente a veces o inconsciente las más, los derechos de los demás que la realidad les muestra.

*Unidad de Educación Médica y Bioética, Universidad de Navarra