Melilla

Huir a ninguna parte: el drama de un niño marroquí de 12 años sólo en Melilla

“Mi padre ha muerto, mi madre está en Marruecos y mis dos hermanos en una casa de acogida”

Imagen de Mohammed
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“Mi padre ha muerto, mi madre está en Marruecos y mis dos hermanos en una casa de acogida”

Es la vida de Mohammed. Con 12 años y huérfano de padre, sus comienzos y sus primeros pasos en la vida no están siendo ni mucho menos fáciles. Mohammed podría ser uno más de los muchos niños que transitan por las calles de Melilla sin otro propósito que el de huir escondidos de cualquier forma en alguno de los barcos que unen el norte de África con el sur de Europa, pero no lo es. Aunque sólo sea porque los amigos con los que trama cada semana su huida le sacan una o dos cabezas de estatura cada uno. Nadie en el puerto salía de su asombro a su llegada. “Hay un niño muy pequeño durmiendo desde hace días en el puerto”, comentaban perplejos los trabajadores de la zona a medida que iban conociendo a Mohammed.

Querer que se pueda

Siendo aún un niño, este pequeño de origen marroquí, supo que el desmoronamiento de su hogar por la muerte de su padre y la entrega de sus hermanos a un centro de acogida, le obligarían a ser más fuerte que el resto de niños de su barrio natal, en el lado marroquí de la frontera sur de Europa con Marruecos. Tendría que luchar por trazar, en soledad, un camino y un futuro en unas condiciones mínimas de estabilidad que no eran las que se preveían en su casa. Así, desde entonces, Mohammed ve cómo pasan los días, las semanas, tratando de encontrar un resquicio en la seguridad del puerto que le permita llegar hasta la costa sur de España y alejarse de la miseria y la incertidumbre a la que parece estar avocado. La Guardia Civil y la Policía Portuaria se esfuerzan para evitarlo, salvando en muchas ocasiones sus vidas y poniendo en riesgo las propias. Pero Mohammed sólo quiere un futuro mejor y, como el resto cuando les preguntas, se muestra convencido de estar en su derecho de no dejar de buscarlo hasta encontrarlo. “Mi padre ha muerto, mi madre está en Marruecos y mis dos hermanos en una casa acogida. Yo quiero llegar a Málaga y de ahí ir a un centro de menores”, cuenta cabizbajo Mohammed en un español que va mejorando con el tiempo mientras encuentra un resquicio de luz al final de este túnel en el que se ha convertido su vida.

Entre los objetivos que desde la Dirección General del Menor y la Familia se han propuesto desde la Ciudad Autónoma de Melilla, el primero es el de facilitar la evolución y maduración del menor para que pueda integrarse en la sociedad desde su medio de procedencia. Mohammed no quiere, sin embargo, oír hablar de procedencia. Por eso no duerme en el centro de menores en el que debe dormir cada noche. Por eso y porque le pegan, asegura. Por eso sólo habla de lo siguiente, de lo que está por venir. Y por supuesto no contempla volver hacia atrás a un entorno familiar desestructurado y sin apenas recursos para él y para sus hermanos.

Los derechos del niño son claros, inalienables e irrenunciables

Marruecos hasta el momento no está dando muestras de capacidad para hacerse cargo de una situación que a simple vista le sobrepasa como es la de los menores. España, atada por la reciente crisis y obligada por lo moral, trabaja para ofrecer una oportunidad a los niños que hoy colorean en gris un panorama desolador en las calles de algunas de sus ciudades. Muchas son las preguntas que no tienen fácil ni rápida respuesta para nadie. ¿Es España responsable del futuro de todos los niños sin hogar del mundo? ¿Sólo de los de países vecinos como Marruecos? ¿Qué opina el Rey de Marruecos y su gobierno de un problema creciente al que, más pronto que tarde, tendrán que mirar de frente y resolverlo desde su raíz?

La esperanza no se pierde

La huida sin rumbo, entre tanto, continuará para muchos niños como Mohammed. Niños que al despertar cada mañana, protegidos del frío por los cartones de los que han ido haciendo acopio, buscarán algo que ofrecerle a su estómago, permanentemente haciendo ruidos propios del vacío en el que se encuentra. Eso sí, sin olvidar que su objetivo no es otro que escapar de la mala vida y encontrar la buena algún día, en otro lugar y con otra gente. Lejos de aquí. Ojalá sea así, aquí o en su huida a ninguna parte. Pero que así sea.

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