Asuntos sociales

«Japón nos ha quitado a nuestros hijos»

Siete padres españoles se unen por WhatsApp para recuperar a los hijos que tuvieron con mujeres niponas

Fernando habla con el resto de padres desde su floristería de Piedrahíta (Ávila)
Fernando habla con el resto de padres desde su floristería de Piedrahíta (Ávila)larazon

«Hijos en Japón» es el nombre que siete padres españoles le han puesto al grupo de WhatsApp por el que cada uno va anunciando sus noticias. Son Iñaki, Pedro, Fernando, Juanjo Antonio, José y Jacobo. No suena muy a menudo y es que, como comenta Maribel de la Fuente, hermana de Fernando –uno de los padres afectados– «es muy duro recordar lo que están pasando y sólo lo usamos para transmitir noticias», afirma. Ella es la administradora del grupo y uno de los grandes apoyos de Fernando que, desde septiembre de 2011 no ve ni a Mauro ni a Simón, los dos hijos que tuvo con YH –prefiere omitir el nombre de la que fuera su esposa–.

La relación con esta mujer de origen japonés comenzó de forma natural. «Vino a hacer un intercambio en el instituto de bachillerato de Piedrahíta (Ávila)» y se convirtió en su amiga durante diez años. La relación amorosa empezaría mucho más tarde, en 2008. Ella se dedicaba a realizar traducciones on-line mientras Fernando se hacía cargo del negocio familiar en el que trabaja desde 1998: la floristería del pueblo donde ya no sólo vende flores sino que también reparte pan y Prensa. Es un sitio de referencia en Piedrahíta y eso le obliga a pasar muchas horas atendiendo. YH siempre evitó hablar de sus padres. Se había ido de Japón por la mala relación que mantenía con ellos. Es más, no asistieron a los nacimientos de ninguno de sus hijos. Como reconoce Fernando, «nuestra relación era normal, como la de cualquier pareja, aunque ella siempre me reprochaba que no pasaba suficiente tiempo en casa». Tanto Fernando como Maribel apuntan a que «tras los dos embarazos el carácter le cambió. Se volvió muy arisca», «un ogro», recalca Maribel.

En 2010, tras nacer Mauro, ella decidió viajar a su país para que su familia conociera al pequeño. A pesar de que hacía más de cuatro años que YH no veía a sus padres, a Fernando le pareció normal. Al volver, consiguió una plaza en la Universidad de Salamanca, «la había aceptado y estábamos muy contentos». Acababa de nacer Simón, pero «contábamos con el apoyo de mis padres para que nos ayudaran con su cuidado».

Sólo seis meses después de que naciera su último hijo ella decidió que quería volver a visitar a sus padres, aunque la situación aún no estaba muy estable tras el terremoto. «A pesar de todo, la apoyé para que fuera». Fue la última vez que tuvo cerca a los dos pequeños. Él no lo sabía, pero en septiembre ya no volverían. Ella fue aplazando el viaje hasta que interrumpió toda comunicación con él. No contesta sus llamadas, ni sus mails. Como el mismo define: «Ahí empezó mi pesadilla».

Como muchos otros padres, Fernando se resistía a denunciar a la que había sido su mujer y que, «sin yo saberlo, ya había solicitado los servicios de un abogado para tramitar la custodia de los niños». Sólo ha podido ver a sus hijos en contadas ocasiones, «siempre cuando ella quiere y sin tener en cuenta mis horarios» y ellos a penas le reconocen –no ha podido viajar a Japón para intentar dar con ellos porque «tengo fobia a volar». Está diagnosticado–. «Sólo hablan japonés y mi hermano les saca cromos de animales para enseñarles palabras en castellana». Maribel se emociona al recordar la imagen. Ahora están a la espera de que se ejecute la sentencia que se dictó en marzo de 2014 por la que YH está obligada a poner en contacto a sus hijos con su padre, al menos, una hora al día. Ella no lo cumple. «Quiero que Japón me devuelva a mis hijos», dice angustiado.

El dolor de la familia De la Fuente también lo comparte José Cacho que desde 2007 lucha por recuperar a su hijo que desapareció años después de finalizar su relación con su esposa japonesa. Ella nunca acudió al punto del encuentro de Valdemoro (Madrid) donde debía entregárselo. En 2009, Cacho decidió viajar a Japón, quería ver a su hijo y dejó una pintada en la pared de un vecino para poder comunicarse con él. Le pudo ver al día siguiente, pero también tuvo que entrar en prisión 22 días por acoso. El caso de Jacobo Rodríguez varía un poco, es de los últimos en incorporarse al grupo y el único que cuenta con el respaldo del Convenio de La Haya que determina la sustracción internacional de menores. Hasta abril de 2014 Tokio no lo había suscrito. Él ha estado en huelga de hambre para que la Justicia española le de información sobre el paradero de sus hijos Cris y Leo. Juanjo vive en Pamplona, aunque conoció a su esposa en Japón donde tuvieron dos hijos. Tras el terremoto de 2011, volvieron a España. La pareja se rompió y ella volvió a Japón con su hija de cuatro años. Los hermanos vivieron separados durante un año, hasta que la Justicia española le dio la custodia a ella. Desde entonces, sólo disfruta de ellos en verano.

Iñaki y Pedro prefieren no rememorar sus historias, pero sus casos son dos mas de los cientos que existen repartidos en el mundo. Así lo confirma a LA RAZÓN, a través de Skype, John Gómez, un padre estadounidense que vive en Japón y que ha creado una asociación, Kizuna, para ayudar a todos estos padres. Vive en la misma casa que compartió con su ex mujer y con su hija, «aunque ella la vació», recalca. Su asociación calcula que «Japón retiene a unos 400 niños norteamericanos. Los tribunales nunca los devuelven». Gómez explica que, a pesar de haber suscrito el convenio de La Haya, «el país sigue sin cumplir porque para ellos quedarse con nuestros hijos forma parte de su cultura. Se ha convertido en un paraíso para el secuestro». Y es que en el país nipón «no hay una buena ley que proteja a los menores. Tras un divorcio el 58% de ellos no ve nunca más a su padre».