Juegos de azar

La ludopatía nos lleva a la ruina

El juego no es divertido. No es lucrativo –al menos para el que juega–, y respecto a sus valores... La ruina física y moral que lleva aparejada crece sin pausa entre los más débiles y con menor formación: los jóvenes

La ludopatía nos lleva a la ruina
La ludopatía nos lleva a la ruinalarazon

El juego no es divertido. No es lucrativo –al menos para el que juega–, y respecto a sus valores... La ruina física y moral que lleva aparejada crece sin pausa entre los más débiles y con menor formación: los jóvenes.

Ni glamuroso ni divertido. Ruinoso y origen de problemas familiares, económicos y sociales. Eso es el juego. Por cierto, también es un negocio boyante. Las personas gastan alrededor del mundo unos 460 mil millones de dólares en casinos, loterías y apuestas de distinto tipo.

Los riesgos de un divertimento que se puede volver vicio. Todo esto llega a colación de la reacción que se está produciendo en numerosos puntos de España contra la proliferación de casinos y pequeños negocios de apuestas, algo que se une al juego «online» con servidores en los lugares más insospechados del planeta. En Madrid, este tipo de negocio ha aumentado un 140%. Por lo general, son los barrios con un precio bajo de alquiler donde más locales hay. Es el caso de Usera, Ciudad Lineal o Vallecas, donde se han abierto más de 40 locales en los últimos tres años.

En España, el 20% de los jóvenes es adicto al juego. Lo que más preocupa es que muchas casas de apuestas están ubicadas al lado de los centros escolares. Y como en todo, también en esto del juego hay campeones. Y en este caso están en nuestras antípodas, al lado de Nueva Zelanda. Australia es el país en el que la gente pierde más dinero en el juego.

En un promedio, el monto asciende a unos 1.100 dólares anuales por habitante. Desde el otro lado, del lado de los que hacen dinero con este negocio, apuntan que, como muchas otras actividades, tiene sus efectos positivos para la sociedad. Crea fuentes de trabajo y le permite al Estado recaudar recursos que luego puede volcar a los más necesitados. Entre los nuevos hábitos de conducta familiar y social que lleva aparejado un menor control de los padres y una mayor autonomía de los menores, el juego se ha colado. Inmaduros y expuestos a todo tipo de ofertas hedonistas, el juego puntúa.

No es casual que los menores de 25 años son el grupo social que más ha aumentado en el registro de ludopatía. Urge una legislación que salvaguarde en primer lugar a esos jóvenes. No es una cuestión de libertad. Es un tema de formación y cultura. De educación. Los «valores» del juego no existen. Sus consecuencias sí. Y demasiados ciudadanos las padecen.