Accidentes de tráfico
Las «otras» víctimas de los accidentes de tráfico
El 23 de marzo de 2006 María Ángeles perdió a su hijo en un accidente de tráfico. Su marido no soportó la pérdida y se produjo una nueva tragedia.
El 23 de marzo de 2006 María Ángeles perdió a su hijo en un accidente de tráfico. Su marido no soportó la pérdida y cinco años después se suicidó. Es tan solo un ejemplo de las otras víctimas de la carretera, de las miles de personas que arrastran las consecuencias de una tragedia que no protagonizaron. Informa Clara Hernández/Efe.
María Ángeles Villafranca es la delegada en Andalucía de Stop Accidentes, la asociación en la que fue atendida tras las muertes de su hijo y su marido y en la que ahora presta ayuda legal y psicológica a otros afectados para que no den los "pasos de ciego"a los que ella se vio obligada.
A pesar de que este colectivo presta ayuda psicológica con especialistas en duelo, luto y catástrofe, María Ángeles confiesa que son muchos los padres de fallecidos en accidentes que prefieren hablar con ella, porque es "víctima directa". Se sienten más identificados, subraya.
Perdió a su único hijo, de 20 años, cuando un conductor que hablaba por el teléfono móvil invadió el otro carril y chocó con el coche que conducía su primogénito.
Una mera "falta"en ese momento, por lo que "no tuvimos derecho ni a juicio", rememora aún con rabia contenida esta madre, que decidió iniciar su particular lucha no solo para asimilar la pérdida de su hijo, sino para clamar justicia.
No soportó la falta de su hijo
El trabajo de su marido le obligaba a viajar continuamente al extranjero, pero, cinco años después de la muerte de su hijo, se quedó en paro. Tenía que estar más tiempo en casa y, por tanto, era más evidente la falta de su hijo. No lo aguantó y se quitó la vida, relata María Ángeles.
Divorcios y separaciones, depresión crónica, adicción al alcohol o a las drogas, abandono escolar... Son las secuelas que deja en las "otras"víctimas la pérdida de un ser querido en la carretera. Una muerte imprevista para la que nadie está preparado.
Y es a ellas a las que atienden asociaciones como Stop Accidentes, Aesleme, DIA o el Teléfono de la Esperanza, además de a las víctimas directas de los siniestros.
No solo ellas ofrecen este servicio. La Dirección General de Tráfico (DGT) puso recientemente en marcha la Unidad de Víctimas de la Accidentes de Tráfico (UVAT), que con 52 oficinas en cada una de las provincias españolas también brinda asistencia psicológica a los familiares de las víctimas para sobrellevar la tragedia, así como ayuda sanitaria y legal.
Con el tiempo, el número de atendidos en estas unidades ha ido en aumento y, así, en 2014 pasaron por sus 52 oficinas 10.187 personas, tanto víctimas directas como allegados, de las que sólo 156 centraron su petición en la ayuda psicológica.
Mientras, en el primer semestre de este año, la cifra total ya había superado con creces la del año pasado y alcanzado las 15.098 víctimas, de las que 376 precisaron asistencia psicológica, según datos facilitados a Efe por la jefa de la Unidad de Coordinación en materia de Víctimas de Accidentes de Tráfico, María José Rodríguez de Armenta.
Gracias a un convenio con la DGT, explica esta responsable, la atención psicológica se ha empezado a prestar en toda España a través de las delegaciones de la organización no gubernamental Teléfono de la Esperanza.
Antes de este acuerdo, algunas provincias ya lo hacían con esa ONG a través del teléfono o, si el caso era grave, de forma presencial.
Rodríguez de Armenta indica que el servicio de las oficinas de la UVAT, que es gratuito, está atendido por voluntarios y psicólogos clínicos con formación especializada en catástrofes, aunque ya se están formando específicamente en víctimas de tráfico.
Búsqueda de consuelo
Familias desestructuradas, angustiadas, desilusionadas, que no encuentran salida y no pueden dejar de llorar. Es el perfil de las "otras"víctimas de la carretera que recurren al Teléfono de la Esperanza para hallar consuelo y buscar una solución a su estado anímico, subraya a Efe Carmen Muñoz, una de las coordinadoras de esta ONG.
Como gráficamente describe Muñoz, un accidente es como una bomba que se expande y que, en muchos casos, es el detonante de una situación que la familia arrastraba ya y que la tragedia hace explosionar.
Aunque en menor medida, también los testigos del accidente acuden en busca de ayuda, sobre todo aquellos que, sin tener vínculos familiares, conocían a las víctimas fallecidas. El pánico se apodera de ellos y les lleva incluso a no volver a ponerse al volante nunca más.
Quizá la pena por la pérdida del ser querido no desaparezca nunca, pero las asociaciones, como señala el presidente de una de ellas, DIA, Francisco Canes, pueden contribuir a aliviarla y, sobre todo, a evitar males mayores.
Los síntomas son claros: si el proceso de duelo dura ya demasiado, las bajas laborales por depresión se suceden y de lo único que tiene ganas es de acostarse, lo mejor es acudir a un especialista, aconseja Canes.
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