Tribunales

Los fallos del abogado de Ibar, su condena y «salvación»

El abogado de oficio que le asignaron a Pablo Ibar fue detenido durante el juicio tras ser acusado de agredir a su pareja embarazada, en un caso flagrante de violencia de género.

Los fallos del abogado de Ibar, su condena y «salvación»
Los fallos del abogado de Ibar, su condena y «salvación»larazon

El abogado de oficio que le asignaron a Pablo Ibar fue detenido durante el juicio tras ser acusado de agredir a su pareja embarazada, en un caso flagrante de violencia de género.

Como cada sábado, Tanya puso el despertador a las tres y media de la mañana pero, en esta ocasión, la mujer de Pablo Ibar no sabía si podría dormir. Estaba demasiado nerviosa. «Vemos luz al final del túnel», explica Tanya a LA RAZÓN, que conduce todos los fines de semana desde Fort Lauderdale durante cuatro horas hasta la cárcel donde está Pablo Ibar. «Quiero estar ahí a las siete de la mañana porque todos los familiares van muy pronto para hacer fila. Nos dejan entrar a las nueve de la mañana y estamos hasta las tres de la tarde. Mañana (por ayer) habrá mucho lío porque todos quieren ir a ver a Pablo. Y sólo podemos entrar de cinco en cinco», dice con cierto nerviosismo por los preparativos. Esta ocasión «es diferente, es la primera vez que voy a ver a Pablo desde que el tribunal anunció su decisión», explica en referencia a la decisión del jueves cuando el Tribunal Supremo de Florida –hizo saber la anulación de su sentencia de muerte dicatada en 2000, condenado por triple asesinato–. Es un paso en su lucha para demostrar su inocencia desde el corredor de la muerte. Pablo Ibar, sobrino del boxeador Urtáin, es el único español en Estados Unidos que quedaba hasta ayer esperando la pena capital. «Ahora hay que repetir el juicio. Esto es una herida abierta por lo que pasó. Pero, ahora las cosas son diferentes», indica Tanya Ibar en referencia al abogado del sobrino del boxeador Urtáin Benjamin Waxman, su último abogado.

La pesadilla empezó para Ibar en 1994 cuando se encontraron los cuerpos sin vida en casa de un dueño de un club nocturno de dos modelos: Sharon Anderson y Marie Rogers, de 25 años, y el mismo propietario, Casimir Sucharski, de 48. Muy preocupado por su vida, había hecho instalar una cámara de seguridad, que fue determinante en el caso contra Ibar.

Su miedo no fue infundado. La cámara grabó los asesinatos en blanco y negro. Puede verse durante 20 minutos a dos individuos golpear y matar a las tres víctimas después de atarlas y golpearlas. Después, le quitan las botas al dueño del club, un local en el que la Policía calcula que podía tener hasta 20.000 dólares.Cuando uno de los agresores se quita la camiseta, es grabado brevemente por la cámara. De ese momento se extraen dos fotos de un rostro borroso, que parece llevar bigote. El sudor de esa prenda de vestir proporcionó también un perfil de ADN. Durante la investigación, los oficiales de Policía recogieron una máscara y una camiseta, casquillos de nueve milímetros, la marca de una pisada formada con la sangre las víctimas, huellas dactilares y pelos de los que se pudo conseguir ADN.

Pero las imágenes eran la pista principal de la Policía. Distribuyeron el rostro borroso y, tres semanas más tarde, un agente creyó reconocer a uno de los individuos. Era Pablo. Le acababan de detener en el marco de una investigación por robo. El propio Ibar reconoció a LA RAZÓN en el corredor de la muerte, que «he hecho cosas que no están bien. Pero, yo no maté a esas personas». Un testigo, Gary Foy, vecino de Sucharski, identificó a Ibar, aunque después su declaración fue desmontada por Ronald Fisher, profesor de Psicología de la Universidad Internacional de Florida. Ninguna de las pruebas halladas en el lugar del crimen incriminaron a Pablo Ibar ni al otro sospechoso, Seth Peñalver. Tampoco las huellas halladas en la vivienda ni el ADN de la camiseta que cubría la cabeza del supuesto Ibar que aparecía en el vídeo corresponden con ninguno de ellos. En cambio, a la Policía le bastó que enseñaran las imágenes del vídeo a conocidos y familiares de Ibar y Peñalver. Según la Policía, les confesaron que los reconocieron. Los testigos afirman que sólo dijeron que se parecían. Pero en ningún momento fueron conscientes de que llevaban a cabo una identificación. Mientras, Pablo Ibar asegura que en el momento de los asesinatos estaba con Tanya. Aparecieron otros testigos que implicaron a Ibar y Peñalver. Uno de ellos, John Klimectzko, compañero de piso de Ibar, había bebido y consumido drogas el día de los asesinatos. Cambió varias veces su versión. Entonces, ni siquiera había ocurrido lo peor. El primer juicio contra los dos acusados se celebró en Fort Lauderdale (Florida) en mayo de 1997. Fue declarado nulo depués de que el jurado no se pusiera de acuerdo. En 1999 empezó el segundo. Durante la fase de selección del jurado, el abogado de oficio asignado a Pablo Ibar, Kayo Morgan, fue detenido tras ser acusado de agredir a su pareja embarazada, en un caso flagrante de violencia de género. Ibar decidió presentar una moción de cese del abogado, que le fue denegada. Otra sobre el aplazamiento sí fue aprobada. Fue condenado a muerte. El tercero de los juicios arrancó en el año 2000 y tuvo el mismo desenlace: el jurado lo declaró culpable y fue condenado a muerte. Esos días, en una entrevista a LA RAZÓN en el corredor de la muerte, Ibar recordaba que era él quien le decía a su abogado, que estaba enfermo de cirrosis, lo que tenía que hacer y cómo trabajar en su caso.

La «desastrosa» defensa de Pablo Ibar que realizó el abogado de oficio, el polémico Kayo Morgan, fue determinante a la hora de que el tribunal determinase la repetición del juicio.