Teatro

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«Maté a miles de hormigas, tenía que honrarlas»

Alba, durante la celebración del Famelab español, del que salió vencedora
Alba, durante la celebración del Famelab español, del que salió vencedoralarazon

Con ella aprendimos que las hormigas jamás se darán codazos por encontrar hueco en la cabalgata de Reyes, que tienen su propio «efecto Axe» a base de feromonas por el que rara vez se perderán de regreso al hormiguero, y que, al contrario de lo que nos sucede a nosotros, nunca se confundirían entre filas pares o impares cuando asomen las antenas dentro de una sala de cine. Haciendo justicia hacia estos infravalorados himenópteros, y tras proclamarse ganadora de la edición española, Alba Aguión, bióloga coruñesa de 26 años, se ha «colado» en la final internacional del Famelab. Sí, el «club de la comedia científico», en el que nuestro país compite con científicos monologuistas de Egipto, Australia, Grecia, USA, Reino Unido, Suráfrica, Italia, Qatar, Malasia, Polonia y Chipre. Y sí, el jurado valorará la capacidad de los investigadores para metamorfosearse, despojarse de la rigurosa e impoluta bata blanca y sacar a relucir su vena más «gamberra»; pero también su capacidad para condensar en «píldoras» de apenas tres minutos toda la sabiduría que atesoran. En el caso de Alba, la pasión que ha puesto en estos insectos fue clave para conquistar a los jueces. Y ayer acarició el «oro»: quedó subcampeona frente al candidato malasio.

«Nada, esto se trata de practicarlo una y otra vez hasta que me sale por las orejas y me aburre», comentaba ayer Alba a LA RAZÓN, vía telefónica, pocas horas antes de comparecer en la final, que se celebra cada año en Cheltenham (Reino Unido). Esta científica, titulada con la doble especialidad de Biología Marina y Biología Animal y poseedora de un máster en Ecología, reside en Plymouth (Reino Unido) y trabaja en Education through Expeditions, compañía con la que visita centros educativos de toda Inglaterra. «Trabajo dando charlas. Y son serias. Y entonces vi la oportunidad de meterle humor», dice. Entre otras vivencias, relataba su estancia en el Ártico y sus precauciones ante los osos polares.

Las hormigas le han valido el pase a la final y les estará eternamente agradecidas. Pero reconoce que estaba en deuda con ellas. «Trabajé en un proyecto en el que desarrollábamos pesticidas. Las tenía que matar, vamos. Y en ese proceso, había que investigar cómo funcionaba el hormiguero. Al final, matándolas, acabé enamorándome de ellas». Después de aquello, jamás se le ocurriría pisar una. «Las estoy honrando. Después de cargarme a miles de ellas, se lo merecen».

Después de ennoblecer a las hormigas, para la final ha optado por limpiar la reputación de uno de los insectos con peor fama del reino animal: la cigarra, tachada de «parásita» en comparación, precisamente, con la «currante» hormiga, por obra y gracia de la fábula de Esopo. «¿Qué han hecho las pobres cigarras para merecer esto?», se pregunta Alba en su «performance». «Tienen que cavar todos los días sus propios túneles para llegar a las raíces de los árboles y chupar su savia; cantan a las hembras para atraerlas, pero no con la boca, sino con su abdomen, y sólo son adultas las últimas seis semanas de su vida... como mi ex novio».

Para el festival, que cuenta con el apoyo de Obra Social La Caixa, el British Council y la Federación Española para la Ciencia y Tecnología (Fecyt), Alba reconoce que ha «adaptado» su monólogo. No sólo por traducirlo al inglés. «El humor inglés es diferente. En España nos reímos mucho de nosotros mismos, y allí menos», dice. Y es que el jurado podrá entender las referencias científicas a la «inteligencia de enjambre» de las hormigas, pero las de «Hombres, mujeres y viceversa»... ya son otro cantar.