Acoso escolar
Mi hija me maltrata
El número de menores que pega a sus padres va en aumento: ya representan el 30%
¿Quién puede denunciar a su hijo? En 2013, la Fiscalía General del Estado abrió 4.659 expedientes por violencia ejercida por menores hacia sus propios padres. O lo que es lo mismo, por violencia filioparental o violencia ascendente. Son casos desesperados, en los que los progenitores viven atemorizados en sus propios hogares. La mayoría están protagonizados por jóvenes varones de 16 años. Sin embargo, las menores comienzan a destacar y ya protagonizan un 30 por ciento de los casos. Una tendencia hasta ahora inédita.
Así lo estima el estudio elaborado por Javier Urra, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud. El experto se basa en los datos de su programa Recurra-Ginso, un centro por el que, en sus cuatro años de andadura, ya han pasado 917 casos presenciales y 304 residenciales en los que prima este tipo de violencia. Desde allí, y a través de un equipo multidisciplinar –psicólogos, trabajadores sociales, etc.– se les ofrece ayuda, tanto a ellos como a sus padres, para superar el bache, sin dejar de lado sus estudios. Y en muchos casos lo consiguen. «El problema existe, pero la gente no lo comenta: es un tabú, como algo deshonroso», asegura. En 2007, la memoria de la Fiscalía reflejaba 2.683 denuncias, cerca de la mitad de las actuales. Recientemente, en una reunión a nivel europeo, el psicólogo ha constatado que, en los últimos cuatro años, «los casos se han multiplicado en un 200 por ciento en todo el continente». Un porcentaje válido en nuestro país, si bien la vergüenza impide que muchos casos se hagan visibles a ojos de la Justicia. «El número de denuncias es escasísimo comparado con la realidad», señala Urra, también presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental.
Se trata de un adolescente que genera problemas a corta a edad, que ha empezado a consumir drogas y que ha consumado la violencia verbal, emocional y física. Ha abandonado el colegio, se lleva mal consigo mismo y, en ocasiones, se autolesiona. Ha aprendido a ser un dictador, no admite normas de sus padres, sabe que les va a vencer... Este es el perfil que, a grandes rasgos, esboza Urra. Cerca de la mitad tienen diagnosticado un comportamiento antisocial, sin olvidar otros cuadros como el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o trastornos adaptativos. No son pocos los que, previamente, han sufrido «bullying» en el colegio. Y ante este panorama, ¿por qué se está haciendo más presente la violencia por parte de las menores? «Es un comportamiento que no tenemos asociado al género femenino. Pero ellas han masculinizado conductas. Ha ocurrido algo similar con el consumo de drogas, como el cannabis», explica José Luis Sancho, director técnico de Recurra-Ginso, que apunta a que recientes estudios elaborados por la Universidad de Deusto señalan que las menores podrían protagonizar casi la mitad de los casos. Las formas de herir a los padres son variadas. Y en el caso de las chicas, una de las armas es «a través de su promiscuidad sexual». En contrapartida, y como señala Urra, «el 87 por ciento de las víctimas son madres». «Hay también ciertos modelos que ven en televisión, que están en la mente de todos, y que son personas muy agresivas.», añade. En las menores, tres de cada diez presentan comportamiento antisocial, un 25 por ciento un trastorno adaptativo y el 20 por ciento un cuadro de TLP. Tanto en chicos como en chicas el cannabis está presente. «Pero las drogas no son el origen. Son un catalizador que acelera el problema», dice Sancho.
«A mí no me dolían las bofetadas, sino el desprecio con el que me insultaba y me escupía. Sentía que había fracasado, que mi niño había desparecido. Ha habido momentos en los que he pasado verdadero miedo. ¿Lo peor que llegué a decirle? “Lo peor que me ha pasado en la vida es tenerte”», comentan unos padres que prefieren guardar su anonimato. Progenitores que han sufrido amenazas, pero también lesiones físicas, fracturas... ¿Cuál es la raíz del problema? «Es cierto que hay padres que lo hacen muy mal: son sobreprotectores, no saben poner límites, no saben decir que no, no aceptan la frustración... En España se ha diluido mucho la autoridad: la del profesor, la del médico... pero estos padres son pocos», asevera Urra. «Puede darse una dejación de funciones: los progenitores no pueden dedicar todo el tiempo que quieren a sus hijos, mientras que éstos desean compartir más tiempo con sus padres. Algo tienen que sacrificar», dice Sancho. Con todo, Urra señala que «la mayoría son padres normales, sensatos, que quieren a sus hijos y que cuentan con un nivel sociocultural alto», responde. Por eso, cree que nos enfrentamos «a un problema que no es sólo familiar y educativo, sino también social. Es la “patología del amor”. Padres e hijos quieren quererse, pero algo no funciona. Entra en juego la subjetividad, el miedo, los recelos y, en algunos casos, el rencor». Casi la mitad de los casos –49%– responde a familias biparentales, pero en uno de cada cuatro se producen en el seno de familias adoptivas.
Con todo, es posible salir de esta espiral de violencia. El centro ha reportado un 72 por ciento de casos recuperados gracias al trabajo de varios meses. Previamente, los jóvenes han tomado conciencia del problema con diferentes ejercicios, como la escritura de una autobiografía en la que narran los hechos que les han conducido hasta allí, aprenden a gestionar sus emociones e interiorizan que son capaces de conseguir más cosas. Pero, sobre todo, son capaces de trabajar un plan de vida y responder a una pregunta: ¿quién quieres ser?
«Creía que mi padre sobraba en la familia»
Marta, una adolescente de 15 años de la comunidad valenciana, acumulaba varias denuncias por desaparición. En su caso, las peleas con sus padres comenzaron por el consumo de porros. «Ya tengo carácter y eso me alteraba aún más», afirma. Reconoce que las compañías de su barrio no eran los mejores. Comenzaron las «broncas» y, con ellas, las agresiones físicas. Todo ello lo tuvo que redactar en una autobiografía, uno de los ejercicios que ha hecho durante los siete meses que ya lleva internada. «De lo malo ya no me acuerdo. A mi padre le veía como alguien que sobraba en la familia. En los últimos meses me sentía muy mal, quería ir a un centro, dejar de tener problemas. Buscaba a alguien que me ayudara de verdad... Me arrepiento mucho de todo lo ocurrido», dice. Tras estos meses de terapia, ve más cerca su recuperación. «Mis padres están muy orgullosos».
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