Carnaval
Misa por la «ofensa» de Drag Sethlas
El Obispo de Canarias ofició este viernes por la noche una misa por el agravio que sintió la comunidad católica ante el uso de la imagen de la Virgen y el Cristo crucificado durante la reciente Gala del Carnaval.
El Obispo de Canarias ofició este viernes por la noche una misa por el agravio que sintió la comunidad católica ante el uso de la imagen de la Virgen y el Cristo crucificado durante la reciente Gala del Carnaval.
Mientras una parte de la sociedad, incluso en el ámbito de la justicia, siguen debatiendo si fue apropiado o no que dentro de un espectáculo de Carnaval una persona hiciera un ‘performance’ usando la iconografía católica, este viernes cientos de personas respondieron al llamado del Obispo de Canarias, Francisco Cases, de acudir a una misa con la que reponer el supuesto agravio cometido.
Una misa de ‘reconciliación’ multitudinaria, ya sea por la curiosidad que despertaba lo que el primado tenía que decir, o de reafirmación en la Fe profesada. Lo cierto es que la Catedral de Santa Ana, en pleno casco antiguo de Las Palmas de Gran Canaria iniciaba así, también, su tiempo de Cuaresma.
Entre los que llegaron a la cita se encontraba el ganador de la primera Gala Drag hace 20 años, Carlos Menéndez: “Vengo a escuchar de primera mano lo que el Obispo tiene que decir, no quiero que nadie me lo cuente”. Carlos, quien además se dijo católico, formó parte del jurado de la reciente gala. A su llegada se alegraba de que no hubiese protestas afuera de la Iglesia. “Me parecería una falta de respeto que vinieran aquí a manifestarse, porque si no, esto va a ir creciendo cada vez más. Hay que respetar para que te respeten, y el Obispo ya se ha disculpado”.
Voces diferentes ha habido en torno a esta polémica. Entre ellas, la de muchos feligreses. ”Si no se hubiera dado el espectáculo del Carnaval no hubiese tenido lugar esta misa, porque nos hemos sentido ofendidos”, dice una de ellas.
Otros, turistas, no daban crédito a lo que estaba pasando. “¿Una misa para protestar por una actuación de Carnaval?, decían sorprendidos. “Hemos estado paseando por aquí y hemos visto el revuelo que hay armado”, decía una pareja andaluza. “Es exagerado, ¿no?”.
Pero no hubo ni altercados ni manifestaciones violentas que lamentar a las puertas de la catedral. Solo una persona, que no tenía nada que ver con la comunidad LGTB portaba una pancarta recordando el accidente de Spanair donde murieron 154 personas y que el Obispo ponía al mismo lugar que el espectáculo carnavalesco. En ella se leía una frase de Groucho Marx que decía: “Aquí están mis principios; si no les gusta, tengo otros”.
Esa única pancarta hizo que algunos feligreses se dirigieran a él. “Nuestro Obispo no quiso decir eso, y además ya se disculpó, ¿no vale el perdón que ofreció?”, decía una de ellas en referencia al comunicado que emitió donde marcaba la gala Drag como el día más triste para él, incluso por encima del accidente aéreo.
Minutos antes de iniciar la misa llegaba el prelado y, sin pararse a atender a los medios, solo señaló que “la misa es un tratado de paz entre Dios y los hombres”,y que eso era lo que pretendía hacer este día.
Una eucaristía que empezaba recordando porqué estaban congregados. “Esta misa fue convocada el pasado 28 de febrero (un día después de la Gala) con un objetivo, pedir fuerzas para que la misericordia que el Padre nos manifestó sea siempre la señal de nuestro actuar privado y público...Nuestro camino es camino de conversión de un pueblo unido”, decía uno de los sacerdotes.
El Obispo continuaba: “La Iglesia diocesana quiere mirar a la sociedad, y la misma Iglesia con los ojos misericordiosos de la Virgen que invocamos en la Salve, quiere ser comunidad de perdón, de acogida, de cercanía y de sanción de heridas”.
Durante el turno de las oraciones hubo unas palabras dedicadas a las víctimas del accidente de Spanair, cuyas familias habían criticado días antes que el Obispo no se hubiese interesado en ellos desde la fatídica fecha.
Una misa que terminaba con el aplauso de la mayoría de los asistentes a las palabras de Francisco Cases que se despedía pidiendo unidad de todos los católicos.
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