Asuntos sociales
¿Qué secreto conocía Asunta de sus padres?
La niña tenía miedo. No puede ser que sólo «estorbara». Podría saber algo sobre sus padres que les causaría problemas en el futuro.
El tribunal o jurado que juzga un crimen no necesita saber cuál fue el móvil que impulsó al autor o autores del homicidio para llegar al veredicto de culpabilidad, les basta con saber el cómo se produjo (la secuencia de los hechos fundamentales que condujeron a ese resultado) y acreditar, más allá de toda duda razonable, que los acusados fueron los responsables de tales hechos. No obstante, es deseable que durante el juicio pudiera determinarse también el «por qué» o el «para qué» de la acción criminal, dado que cuando comprendemos tales razones la argumentación jurídica resulta más plena y comprensiva, y el valor simbólico que tiene el castigo de un crimen para toda la sociedad queda así más rubricado. En estos casos el ciudadano, por ejemplo, puede decirse «lo mataron para heredarle, fue un acto vil por codicia, y ahora deben de arrostrar con las consecuencias», o «fue un acto de venganza, quiso tomarse la justicia por su mano, pero si todos hiciéramos como ese homicida la sociedad sería una jungla».
Después de cuatro días el jurado popular ha declarado a los padres de Asunta culpables del asesinato de su hija, y lo ha hecho de forma unánime. A mi parecer, aunque no soy jurista, las conclusiones de su veredicto están bien fundamentadas. Esas 27 pastillas últimas de loracepam, así como la existencia de restos del consumo de esa benzodiacepina en los meses anteriores, ha supuesto una prueba de cargo formidable. ¿Quién sino los padres estaban en disposición de administrar con esa reiteración tal fármaco a la niña? ¿De qué modo una preadolescente iba a aceptar consumirlo durante tanto tiempo y los 27 miligramos el último día de su vida, sin rechistar?
Sin embargo no creo que sea aventurado decir que el jucio nos deja un sabor amargo, más allá de la tragedia vivida por Asunta. Es sólo que durante su celebración no llegó a aclararse el móvil, el para qué de esa acción homicida. La desazón proviene de que se trata de un hecho incomprensible: ¿cómo es posible que dos padres con cultura y sin agobios económicos (al menos la madre) lleguen a planear y ejecutar de forma cuidadosa un asesinato tan odioso? A lo más que se acercó el juicio a considerar el móvil fue cuando se preguntó a los asesinos si de algún modo la niña «les estorbaba», algo que negaron rotundamente. No obstante, todo crimen tiene un motivo, una razón, por absurdo que sea éste ante los ojos de quien ni siquiera pueda imaginar ser autor de algo así. Nadie mata «por nada»; incluso los enfermos mentales, en su mente desquiciada, tienen una creencia o emoción que les lleva al crimen. Así pues, ¿cuál fue el móvil de este asesinato «incomprensible». Como observador del proceso, tengo una teoría, y subrayo que es sólo una especulación. No puede ser meramente que la niña «estorbara» o fuera un incordio; el asesinato es un medio brutalmente desproporcionado (y de mucho riesgo para los autores) para ese fin; no, ha de haber algo más. ¿Podía tener la niña un secreto, un conocimiento, al menos una convicción sobre sus padres que quizás, más adelante, pudiera ser causa de muchos problemas para éstos? Recuerdo el tenebroso blog de Asunta, impropio del ánimo de una niña de 12 años. Un parque donde había monstruos, donde parecía que ella hablara con sus abuelos fallecidos. La niña sentía miedo y amenaza. ¿Qué sabía? ¿Qué había podido intuir o llegar a conocer? ¿Qué podía averiguar con el tiempo? Quizá fuera ese secreto en su alma atormentada lo que la condenó a perecer entre monstruos.
* Universidad de Valencia
✕
Accede a tu cuenta para comentar