Londres
El «enemigo» de la malaria se queda sin dinero
El laboratorio de Alfred Cortés se encuentra sin financiación para continuar el estudio de una proteína clave en la transmisión de una enfermedad que mata cada año a más de 600.000 personas
El bioquímico Alfred Cortés habla pidgin melanesio, una mezcla de inglés y lenguas nativas de aquel rincón del océano Pacífico. Entre 1999 y 2003, Cortés trabajó en el Instituto de Investigación Médica de Papúa Nueva Guinea. Allí, su enemigo era un parásito que mata cada año a más de 600.000 personas, sobre todo a niños: el Plasmodium falciparum, causante de la malaria.
Ahora, como investigador del CRESIB, el centro de investigación del Instituto de Salud Global de Barcelona, su enemigo sigue siendo el mismo y cree haber encontrado su talón de Aquiles. Su equipo acaba de publicar en la prestigiosa revista Nature el descubrimiento de "la proteína clave para la transmisión de la malaria". La proteína, bautizada AP2-G, funciona como un interruptor del desarrollo sexual del parásito y podría servir como diana para interrumpir la transmisión de la enfermedad, que se ceba con las personas más pobres del mundo.
El problema ahora, explica Cortés, es el dinero. "No tenemos financiación para seguir investigando con la AP2-G. Aquí, ahora mismo, no. Estamos buscándola", lamenta. Llegar a identificar la clave de la transmisión de una enfermedad que mata a más de 600.000 personas cada año ha costado unos 500.000 euros, calcula a ojo Cortés, incluyendo salarios del puñado de científicos participantes, procedentes del CRESIB, la Universidad de Princeton (EEUU) y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido). Sólo una persona ha estado dedicada a tiempo completo a esta investigación durante cuatro años. "Hemos puesto bastante menos de un tercio de los recursos, que no de los resultados. Para nosotros es bastante. Si hablamos de macroeconomía, esto no es nada".
¿Podría ocurrir que no haya dinero y no se pueda continuar la investigación? "Podría ocurrir. Confiamos en que lo habrá, pero estamos en unimpasse. Los proyectos de investigación del Plan Nacional de I+D, que se publicaban cada año, este último año se han publicado con diez meses de retraso", denuncia. Este retraso del Gobierno de Mariano Rajoy a la hora de financiar a los equipos científicos ha provocado un cortocircuito en la investigación. "Antes podías solicitar la renovación de un proyecto casi un año antes de que se te acabara, de manera que cuando se te acababa, si te lo concedían, ya tenías el otro a continuación. En esta convocatoria, con el retraso que ha habido, a los que se nos acababa el proyecto en 2013 todavía no tenemos financiación para 2014 y estamos esperando la resolución, que tardará unos meses", detalla el bioquímico, que sigue investigando en otros proyectos con distintas fuentes de financiación.
Contra los parásitos asexuales
La historia de su proteína se remonta a 2009. El equipo de Cortés, entonces en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, sospechaba que esta molécula podía ser clave en la transmisión de la malaria, pero tampoco tenía medios para seguir investigando. "No teníamos dinero ni recursos, así que contactamos con un grupo de EEUU, que son al final los que han liderado el estudio publicado ahora en Nature", señala. Es el equipo de Manuel Llinás, un científico estadounidense de familia española que ahora trabaja en la Universidad Estatal de Pensilvania.
Cortés reconoce que su hallazgo sólo es "investigación básica, pero abre una serie de perspectivas para intentar interrumpir la transmisión". Dentro de la sangre de una persona con malaria, explica el bioquímico, hay predominantemente parásitos asexuales que se multiplican sin necesidad de apareamiento entre macho y hembra. Pero hay unos pocos, entre un 1% y un 5%, que cambian y se convierten en formas sexuales en la misma sangre de la persona afectada. Y estos son los únicos que van a poder sobrevivir en un mosquito para transmitir la enfermedad a otra persona. Los asexuales, si a través de una picadura van a parar a un mosquito, se mueren.
La proteína AP2-G parece el interruptor de este proceso y su descubrimiento podría dar lugar a nuevos fármacos. Una opción sería obtener un producto capaz de inactivar la proteína, lo que impediría la conversión del parásito a formas sexuales. "No curaría al paciente, pero sí permitiría que no transmitiera más la enfermedad", apunta Cortés. El otro fármaco, "más deseable", sería uno que convirtiera todos los parásitos en formas sexuales, que ya no se multiplican. "Al cabo de unos días, estos parásitos sexuales desaparecerían de la sangre y acabaría la infección. Por el mismo precio, curaríamos al paciente y evitaríamos la transmisión, no inmediatamente pero sí al cabo de unos días", sueña despierto el científico.
"Como siempre, una respuesta genera muchas más preguntas y nos gustaría seguir investigando para responderlas", reflexiona Cortés. Pero, de momento, la gran pregunta es de dónde sacarán dinero para seguir investigando.
Más información en Materia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar